¿Crees en el destino? ¿Alguna vez conociste a alguien que parecía tu alma gemela, esa persona que lo tenía todo para ser ideal pero que nunca pudiste tener? Esto es exactamente lo que le ocurrió a Alejandro… y cambió su vida para siempre.
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el tercer vértice
El silencio entre Isabel y Alejandro en el comedor era ensordecedor. Los cubiertos chocaban suavemente contra los platos, pero ninguno decía nada. Alejandro evitaba la mirada inquisitiva de Isabel mientras su mente divagaba, atrapada entre la culpa y el deseo incontrolable hacia Luna.
Mientras tanto, el investigador privado contratado por Isabel revisaba las fotos de su última vigilancia. Alejandro y Luna aparecían juntos en un pequeño parque, sus rostros iluminados por la intimidad de una conversación que claramente no era casual.
Esa tarde, Isabel se armó de valor para confrontarlo.
—¿Hay algo que quieras decirme? —preguntó Isabel con voz gélida, colocando su celular sobre la mesa.
—¿Decirte? ¿De qué hablas? —respondió Alejandro, fingiendo tranquilidad.
—No juegues conmigo, Alejandro. He notado que estás ausente, distraído. Y ahora esto… —Dio un golpe en la mesa, señalando su celular.
—No sé a qué te refieres, Isabel. Estás imaginando cosas.
La mirada de Isabel era dura, pero Alejandro, con su fachada de calma, logró esquivar la conversación. Sin embargo, el investigador ya había obtenido algo más valioso que una foto: una pista sobre Luna.
Esa noche, Isabel no pudo dormir. Decidida, tomó el celular de Alejandro mientras él dormía profundamente. Lo revisó con manos temblorosas y encontró mensajes intercambiados con un contacto guardado como “L.G.”. El contenido era críptico, pero suficiente para que el corazón de Isabel se llenara de rabia.
El mensaje equivocado
La mañana siguiente, mientras Isabel terminaba de revisar los mensajes, un nuevo mensaje de Luna llegó al celular de Alejandro. Sin sospechar nada, Luna escribió:
"No puedo esperar a verte esta noche. Estoy segura de que esta vez encontraremos más respuestas."
Isabel sintió que su pecho se comprimía. Todo el aire pareció escapar de la habitación. Sin pensarlo, respondió desde el celular de Alejandro:
"Nos veremos. Envíame la dirección."
Luna respondió casi al instante, enviando la ubicación de un pequeño café en las afueras de la ciudad.
—Así que esta es la verdad... —susurró Isabel, con los ojos llenos de lágrimas pero su determinación creciendo como un fuego imparable.
El encuentro que lo cambia todo
Esa tarde, Alejandro se encontraba con Luna en el café. La atmósfera era tensa, pero no podían evitar sentirse conectados, como si el universo conspirara para unirlos. Luna deslizó un sobre sobre la mesa.
—Encontré esto en el anticuario —dijo con una voz casi quebrada.
Alejandro sacó la carta, escrita con una caligrafía antigua pero perfectamente legible:
"A los amantes destinados a reunirse: el precio será alto, pero solo ustedes podrán decidir si el sacrificio vale la pena."
Antes de que pudieran asimilar las palabras, un hombre vestido de negro entró al café, mirando alrededor con disimulo. Luna lo reconoció de inmediato.
—Nos están siguiendo otra vez —susurró, intentando mantener la calma.
Sin previo aviso, Isabel apareció en la puerta del café. Su rostro era una mezcla de furia y dolor. Alejandro se levantó abruptamente, la culpabilidad transformándose en desesperación.
—Isabel, no es lo que piensas... —comenzó Alejandro, pero su voz se quebró bajo la intensidad de la mirada de su esposa.
—¿No es lo que pienso? ¿Entonces qué es, Alejandro? ¿Quién es ella? ¿Por qué tienes una segunda vida que nunca mencionaste?
Luna, confundida y vulnerable, se levantó también.
—Yo no quería que esto pasara. Lo siento... no sabía que estabas casado —dijo, dirigiéndose a Isabel.
—¿No lo sabías? ¿De verdad? —respondió Isabel con sarcasmo, dando un paso hacia ella.
Una amenaza inesperada
El hombre vestido de negro se acercó a la mesa, interrumpiendo el enfrentamiento.
—Debemos irnos, ahora. No hay tiempo para explicaciones —dijo con voz grave, mirando directamente a Luna.
—¿Quién eres? ¿Por qué estás siguiéndonos? —preguntó Alejandro, poniéndose entre Luna e Isabel y el extraño.
—Eso no importa. Solo sé que si no se mueven ahora, todos estaremos en peligro.
Isabel retrocedió un paso, confundida pero alerta.
—¿De qué está hablando? ¿Qué clase de problemas has traído a nuestras vidas, Alejandro?
Antes de que alguien pudiera responder, un ruido ensordecedor proveniente de afuera llenó el café. Las ventanas vibraron, y las luces parpadearon. Una camioneta negra se detuvo frente al lugar, y varios hombres armados descendieron rápidamente.
—¡Al suelo! —gritó el hombre de negro, sacando un arma de su chaqueta.
El caos se apoderó del lugar. Alejandro se arrojó sobre Isabel para protegerla, mientras Luna era arrastrada hacia la salida trasera por el extraño.
—¡Luna! —gritó Alejandro, pero ella solo alcanzó a mirarlo por última vez antes de desaparecer por la puerta.
El final del capítulo
Cuando todo se calmó, Alejandro se quedó mirando el vacío donde antes estaba Luna. Isabel, temblando de miedo y rabia, susurró:
—Esto no ha terminado. Quiero la verdad, Alejandro. Toda la verdad.
Alejandro, con el corazón dividido y la mente en confusión, solo pudo responder:
—Ni yo sé cuál es la verdad.
Mientras tanto, Luna, en el asiento trasero de un vehículo en movimiento, sostuvo el collar con fuerza. Sabía que este era solo el principio de algo mucho más oscuro y peligroso.