Mi prometido, el príncipe heredero del imperio Noah era un buen candidato para mi y mi familia, no me importaba mucho el puesto de emperatriz, solo añoraba estar a su lado.
Pero, ¿Porqué ama a una mujer que no soy yo? A pesar de hacer todo por quitarla de mi camino ella persiste y cada vez noto como se alejan más de mí.
Las respuestas vinieron a mi un día que un libro dorado llegó a la mansión como un regalo para mí.
Era una novela, pero lo que les diferenciaba de las demás fue que aquellos personajes los conocía a la perfección.
Narrado desde el punto de vista de los protagonistas, yo Madeline, era la mujer que se interponía en su amor.
El obstáculo amoroso.
¿Lo que narraba este libro era el futuro? Al ponerlo a prueba pude cerciorarme, la historia era de verdad nuestras vidas.
Por eso me cercioraré que mi vida no sea en vano y comenzaré mi nuevo camino.
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06 - Mina.
Al llegar al ducado Barlovento, me apresuré a encontrarme con la única persona que me seguía viendo igual a pesar de mi terrible comportamiento.
—Hermano Guillian, —Llamé con una sonrisa alegre, como próximo duque de la familia, era obvio que sabrá sobre las próximas subastas de minas. —¿Que estás haciendo?
Pregunto, tratando de parecer una joven alegre y inocente, la Rosé del libro siempre lograba salirse con la suya cada vez que actuaba así.
—¿Quién eres? Estás actuando extraño Madeline.
Contrario a lo que se esperaba, mi hermano mayor me miraba con desagrado y con una mueca extraña. No conforme con eso me colgué de su brazo y le seguí sonriendo con ternura.
—Tu hermana menor está actuando lindo, lo que un buen hermano mayor debería de hacer es consentir a su hermanita.
—¿Te estás escuchando a ti misma? Tú jamás has actuado así, me haces sentir incómodo. —Guillian trató de quitar su brazo de mi agarre pero yo no lo quise soltar.
—Hermanito, ¿No te interesa saber una cosa? —Algo que caracterizaba a Guillian en la vida, es que es un chico curioso y cuando me miró a los ojos, de inmediato supo que estaba tramando algo.
Cuando le comenté sobre la existencia de esta mina y de como me interesaba la zona donde se encontraba, él me miró con una ceja levantada. Dejó que terminara de exponer mi punto de vista cuando sacó un mapa de la zona del ducado.
Nos habíamos movido hacia su despacho y ya estaba sentada en el sillón del salón, tomando una taza de té caliente. Miré como señalaba algo en el mapa, a lo que pude reconocer una zona a las afueras de nuestro territorio.
—¿Qué? —Cuestioné con sorpresa.
—Esas piedras que dices, son de esta mina, es de nuestra propiedad. Nosotros la vamos a subastar de forma anónima. —Grité con felicidad y abracé a mi hermano, el incómodo quiso zafarse de mis brazos.
Me separé de él y de inmediato corrí a mi habitación, le pedí a una de mis criadas que preparara un vestido y que íbamos a salir de pronto. Incluso le ordené al mayordomo que se prepare para partir lo más pronto posible.
Cuando el sol apenas salía por el amanecer nuestra caravana de unos pocos carruajes partía hacia la zona de la mina.
Mi hermano Guillian me seguía esta vez, ya que estaba curioso por saber lo que estaba tramando.
Solo bastaron dos días para llegar a la zona, era un lugar rodeado de árboles de bosque, incluso tuvimos problemas para llegar, ya que los caminos estaban un poco deteriorados por las lluvias que hay en el lugar. La mina estaba cerca de una gran montaña.
Era la primera vez que venía a una zona de bosque natural completamente, ya que en las competencias de caza, la zona de bosque estaba adecuada para que estuviera llena de personas.
En mis manos sostenía el libro de cubierta dorada que el duque Aaron me había enviado.
Me la había pasado todo el viaje releyendo el libro, entre más leo más detalles que anteriormente había pasado por alto, ahora destacaban.
Claro ejemplo fue el dueño de la mina.
Algunos nobles asumieron que el ex dueño de esa mina era el segundo príncipe, pero es cierto que fueron puros rumores. En realidad el dueño fue anónimo.
Mirando la entrada de la mina, observé como había una pequeña montaña de lo que parecían rocas opacas, su forma era similar a los huevos de las gallinas y su color era igual al carbón. Me agache para tratar de verlas mas de cerca.
—¿Son las piedras? —Una profunda voz me habló, un escalofrío me recorrió mi cuerpo completo y cuando miré hacia mi espalda, ahí estaba de pie el joven duque Aaron Maximilian.
—Buenos días señorita Barlovento, ha sido más astuta de lo que esperaba.