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CICATRICES DEL ALMA.

CICATRICES DEL ALMA.

Status: En proceso
Genre:Romance / Pérdida de memoria / Intrigante / Apoyo mutuo
Popularitas:2k
Nilai: 5
nombre de autor: Brayan José Peñaloza salazar

El misterio y el esfuerzo por recordar lo que un día fué, es el impulso de vencer las contradicciones. La historia muestra el progreso en la relación entre Gabriel y Claudia, profundizando en sus emociones, temores y la forma en que ambos se conectan a través de sus vulnerabilidades. También resalta la importancia de la terapia y la comunicación, y cómo, a través de su relación, ambos están aprendiendo a reescribir sus vidas.

NovelToon tiene autorización de Brayan José Peñaloza salazar para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

La pregunta.

Las semanas siguientes, Claudia se sumergió aún más en las sesiones con su terapeuta. Cada encuentro era como abrir una herida antigua, una que había dejado que se infectara con el tiempo, pero también era una oportunidad de curarla. El terapeuta la instaba a hablar no solo de la culpa que sentía por la muerte de su hermana, sino también de la relación que habían tenido antes del accidente.

En una de las sesiones, el terapeuta le preguntó:

—¿Cuándo fue la última vez que te permitiste ser vulnerable con alguien, Claudia?

Esa pregunta la golpeó como una ráfaga de viento frío. Nunca había considerado la posibilidad de mostrarse frágil ante otro ser humano, no después de lo ocurrido. Desde la muerte de su hermana, se había construido una coraza, una fachada de autosuficiencia que, aunque la mantenía a salvo del dolor, también la aislaba del mundo exterior.

Esa misma noche, Gabriel volvió a aparecer en su puerta. Se había convertido en una presencia constante, aunque discreta. Siempre aparecía cuando menos lo esperaba, pero cuando más lo necesitaba. Se sentaron juntos en el porche, y por primera vez en días, el silencio entre ellos no estaba cargado de tensión. Claudia sintió que podía respirar más tranquila en su compañía, aunque aún había una distancia que ambos mantenían, una barrera que no se habían atrevido a cruzar.

—Hoy en la terapia me preguntaron cuándo fue la última vez que me mostré vulnerable, —murmuró Claudia, sorprendida de lo fácil que era hablar con él—. Y me di cuenta de que no tengo una respuesta.

Gabriel asintió, pero no la miró directamente. Sus ojos estaban fijos en el horizonte, como si estuviera perdido en sus propios pensamientos. La luz del atardecer delineaba sus rasgos, acentuando la sombra perpetua que parecía habitar en su mirada.

Un destello de oscuridad cruzó por su rostro, algo que Claudia apenas pudo captar, pero que la intrigó. Se preguntó qué había detrás de esa fachada impenetrable, qué demonios escondía él que lo mantenían tan distante, incluso en los momentos de mayor cercanía.

—A veces, —comenzó Gabriel, su voz baja—, la vulnerabilidad no es una opción. A veces es una debilidad que otros pueden usar en tu contra.

Claudia lo observó en silencio, dándose cuenta de que esta era la primera vez que Gabriel hablaba de sí mismo, aunque solo fuera de manera velada. Algo en sus palabras resonó en ella. Ambos estaban atrapados en un ciclo de autoprotección, de aislamiento emocional, y aunque había momentos de conexión entre ellos, siempre había algo que los detenía, algo que los separaba.

Días después, en una nueva sesión con su terapeuta, Claudia tuvo un avance significativo. Estaban hablando de la noche del accidente nuevamente, pero esta vez, en lugar de enfocarse solo en el momento del impacto, el terapeuta la guió para explorar lo que había sentido después.

—Claudia, —dijo suavemente—, ¿cómo te afectó cargar con la culpa todo este tiempo?

Ella cerró los ojos, las lágrimas acumulándose detrás de sus párpados. Durante años, la culpa había sido su única compañera, un peso constante que no podía soltar.

—Me destrozó, —susurró finalmente—. Me hizo sentir que no merecía ser feliz, que mi castigo era vivir con este dolor para siempre.

El terapeuta la observó con empatía, dejando que sus palabras calaran profundamente en el aire antes de continuar.

—Pero también te mantuvo atada a tu hermana, —dijo—. De alguna manera, aferrarte a esa culpa te permitió seguir sintiéndola cerca, ¿verdad?

Claudia asintió lentamente. Nunca lo había pensado de esa manera, pero era cierto. Su dolor había sido una forma de no soltar a su hermana, de no dejarla ir completamente.

—¿Crees que es posible recordar a tu hermana sin aferrarte a la culpa? —preguntó el terapeuta—. ¿Que podrías encontrar una forma de honrar su memoria sin destruirte a ti misma en el proceso?

La pregunta quedó en el aire, una semilla que tardaría en germinar, pero que empezó a echar raíces en lo más profundo de Claudia. Se dio cuenta de que si seguía en este camino, tal vez, solo tal vez, podría encontrar una manera de liberarse.

Esa noche, Gabriel regresó. Claudia, aún procesando la sesión, sintió una creciente curiosidad por el hombre que se mantenía a su lado sin pedir nada a cambio. Esta vez, fue ella quien rompió el silencio.

—¿Por qué siempre pareces tan… distante? —preguntó, mirándolo directamente—. A veces siento que te conozco, y otras, parece que estás a miles de kilómetros.

Gabriel desvió la mirada. Por un momento, pareció dudar, como si no estuviera seguro de si debía abrirse. Claudia sintió un leve temblor en su mano cuando la posó sobre la barandilla.

—No soy el hombre que crees que soy, —murmuró finalmente—. He hecho cosas… cosas de las que no estoy orgulloso. No quiero arrastrarte a ese mundo.

Claudia sintió un escalofrío recorrerle la espalda. La oscuridad que siempre había sospechado en él comenzaba a revelarse, pero lo que más le sorprendió fue su propia reacción. En lugar de apartarse, sintió una necesidad creciente de saber más, de entender por qué Gabriel se sentía tan roto.

—No tienes que contarme todo ahora, —dijo suavemente—. Pero si alguna vez quieres hablar de ello, estaré aquí.

Gabriel la miró por un largo rato, como si estuviera evaluando la sinceridad en sus palabras. Finalmente, asintió, aunque no dijo nada más.

Así, mientras Claudia avanzaba en su proceso de sanación, empezaban a aparecer grietas en la armadura de Gabriel. Con cada conversación, ella percibía pequeños destellos de su dolor, de los fantasmas que lo atormentaban. Sin embargo, cada vez que intentaba acercarse más, Gabriel se alejaba, como si temiera arrastrarla con él hacia su propio abismo.

Claudia, por su parte, seguía lidiando con sus propios demonios, pero poco a poco, comenzaba a sentir una chispa de esperanza. Sabía que su camino hacia la sanación no sería lineal, pero algo había cambiado dentro de ella. Y aunque aún no comprendía por completo lo que significaba su relación con Gabriel, una parte de ella estaba dispuesta a descubrirlo, incluso si eso implicaba enfrentarse a sus propios miedos, y a los de él.

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Brayan José Peñaloza salazar
entretenido.
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