Hace años, Ilán le mintió a su exmarido, Damon, diciéndole que el bebé que había dado a luz había muerto. Lo hizo por la profunda decepción que sentía hacia él, quien lo había abandonado en el momento más vulnerable, cuando estaba a punto de dar a luz.
Ahora, Ilán se ve obligado a enfrentarse nuevamente a Damon, ya que su hijo/a necesita desesperadamente un donante de médula ósea.
¿Cómo reaccionará Damon al descubrir que su hijo/a sigue vivo y está gravemente enfermo debido a la enfermedad que padece?
—Cásate conmigo otra vez, Ilán —dijo Damon, su voz impregnada de autoridad, mientras las feromonas alfa llenaban la habitación, abrumando a Ilán con una mezcla de tensión y deseo reprimido.
—Acepto... —respondió Ilán, conteniendo la respuesta instintiva de su cuerpo al poder que emanaba Damon—, pero después de que quede embarazado y dé a luz, nos separaremos.
El aire cargado de feromonas hizo que la atmósfera se volviera insoportable, incrementando la tensión entre ambos...
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6
Sin embargo, la esperanza de Ilán se desmoronó al día siguiente, cuando el doctor Harir confirmó el diagnóstico de la enfermedad de Gio. El médico también le explicó que su hijo necesitaba tratamiento urgente, presentando como única opción viable un transplante de médula ósea.
Ilán ya no sabía cuántas lágrimas había derramado frente al doctor Harir, quien lo miraba con compasión al ver su tristeza. Pero entonces, en medio de su dolor, algo en su interior se rompió y se fortaleció a la vez. Se dio cuenta de que llorar no cambiaría nada. No podía permitirse ser débil, no cuando Gio lo necesitaba más fuerte que nunca.
—Entonces, para curar su enfermedad... —su voz temblaba, pero sus ojos brillaban con determinación—, ¿Gio solo necesita un transplante de médula, cierto?
—Así es —respondió el doctor Harir, con un tono suave pero firme—. No habrá complicaciones si conseguimos un donante compatible.
—Siendo su padre, mi médula debería ser compatible —afirmó Ilán con seguridad, ignorando la ansiedad que brotaba en el ambiente, mezclándose con las feromonas que emanaban de su cuerpo en oleadas incontrolables.
—Haremos las pruebas necesarias para confirmarlo —asintió el doctor, intentando mantener la calma frente a la intensa presencia emocional de Ilán.
Con la esperanza renovada, Ilán siguió al doctor Harir para someterse a las pruebas. Durante todo el proceso, oraba en silencio, pidiendo que la compatibilidad fuera perfecta, que su cuerpo pudiera salvar a su hijo. Pero, como si el destino quisiera seguir castigándolo, los resultados mostraron lo que más temía: su médula no era compatible.
La devastación fue absoluta. Había esperado durante días, aferrado a la esperanza, para descubrir que su esfuerzo no serviría de nada. El tiempo seguía corriendo, y la salud de Gio empeoraba. Ahora, la única solución era acudir al único otro posible donante: Damon, el alfa que había sido su pareja, el padre biológico de Gio.
Pero, ¿cómo enfrentarse a él? ¿Cómo mirar de nuevo a los ojos a ese hombre que tanto lo había herido?
—No tienes otra opción, Ilán —dijo Hesti con firmeza, su voz cargada de seriedad y preocupación. Sus feromonas de omega impregnaban la habitación, tratando de calmar la angustia de Ilán—. Tienes que hablar con Damon cuanto antes.
Ilán miró a su amigo, su pecho oprimido por el miedo y el dolor. La idea de enfrentarse a Damon, el alfa que lo había abandonado, le resultaba aterradora. Ilán dudaba que él quisiera ayudar.
—No sé si Damon estará dispuesto a donar su médula para Gio —respondió Ilán, su mirada cayendo sobre su hijo, que dibujaba tranquilamente en el salón sin sospechar nada. Cada trazo de lápiz en el papel parecía un recordatorio cruel del tiempo que corría. Su fragancia de omega se intensificaba, envolviendo la habitación en su desesperación.
El día anterior, Gio había sido dado de alta, aunque seguía necesitando controles regulares y no podía permitirse ningún tipo de fatiga.
—Ilán, por el amor de Dios —replicó Hesti, con un tono más agudo, sus ojos brillando con ferocidad—. Damon es el padre de Gio. ¡Claro que lo ayudará!
Pero Ilán dejó escapar una risa amarga y cansada. —Damon nunca quiso a Gio.
Ilán recordaba con claridad lo indiferente que Damon había sido durante todo el embarazo. Jamás mostró interés por su estado, ni siquiera cuando Ilán 'fingía' estar enfermo para captar su atención. Damon ni siquiera sabía que habían tenido gemelos.
En aquellos días, Ilán había hecho todo lo posible por ganarse su amor. Se había aferrado a la idea de que Damon cambiaría, pero las noches siempre terminaban igual: con Damon rodeado de otros omegas, ignorándolo por completo.
—Eso fue en el pasado, Ilán —insistió Hesti, acercándose y apoyando una mano sobre su hombro, tratando de transmitirle seguridad a través del contacto físico y el aroma tranquilizador que desprendía como omega—. Las cosas son diferentes ahora. Gio está enfermo y solo Damon puede ayudar. No puedes dejar que tu orgullo te detenga. ¿No quieres ver a tu hijo sano otra vez?
Ilán sintió cómo un nudo se formaba en su garganta, obligándolo a tragar el dolor. Asintió lentamente, las lágrimas amenazando con brotar nuevamente. —Por supuesto que quiero ver a Gio sano... pero, ¿y si Damon se niega? ¿Y si se enfada porque le escondí la existencia de Gio todo este tiempo?
Ilán temía que Damon explotara de rabia al descubrir que había sido mantenido en la oscuridad respecto a su propio hijo. Durante años, había ocultado la verdad, protegiendo a Gio de cualquier contacto con él.
—No lo sabrás hasta que lo intentes —dijo Hesti, mirándolo a los ojos con seriedad—. Y si Damon se enoja, tendrás que soportarlo. No por ti, sino por Gio. Él lo vale todo.
Hubo un largo silencio en la habitación, solo roto por el sonido suave de los lápices de colores que Gio seguía usando en su dibujo. Ilán inhaló profundamente, dejando que el aire llenara sus pulmones mientras tomaba la decisión más difícil de su vida.
—Tienes razón —dijo finalmente, con voz firme pero rota—. Lo haré. Incluso si tengo que arrodillarme frente a Damon, lo haré. Haré lo que sea necesario para que done su médula y salve a Gio.
Su feromonas de omega, ahora una mezcla de resolución y angustia, llenó la habitación mientras Hesti lo abrazaba, dándole el apoyo que necesitaba para lo que estaba por venir.
Ilán sabía que enfrentarse a Damon no sería fácil, pero por su hijo, estaba dispuesto a todo.
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