La Esposa Del Archiduque

—Entonces ahora puedo darte la misión más grande, que solo podría confiarle a alguien, en quien confiaría mi propia vida— extendió sus manos y sobre ellas descansó aquel espíritu. —Tu deber será ser la sombra del archiduque Carl Pott— cuando terminó de hablar, el brillo de aquel espíritu, incrementó.

—Será un placer mi señora, aunque no entiendo porque vigilar al hermano del emperador, se dice que es un hombre que prefiere no tener nada que ver con la sociedad, ya sean nobles o plebeyos— le gustaba dar su opinión sin que se la pidieran.

—Es porque será mi esposo en algunos años, debo enfocarme en su cuidado, pero sobretodo en qué no aparezca alguien que intente ocupar mi lugar como su esposa. No debes entenderlo, solo debes obedecer y cumplir con la misión, ¿entiendes?— tenía claros sus objetivos, pues al parecer el más importante era casarse con aquel hombre que le robó el corazón, en el pasado.

—Entendido mi señora, cumpliré está misión con todo lo que tengo, puede contar conmigo. Ahora me retiro, mi viaje será un poco largo, será una sorpresa conocer por fin al tan temido archiduque de Krator— se despidió suspirando y después de un rato a lo lejos desapareció.

—Gracias señorita Kiara, en cuanto pueda te vengaré, juro que la muerte de tu agresor y ese malnacido, serán lo más dolorosas que se puedan imaginar— susurró al viento, aquel que siempre cuidó de la pequeña, aunque al final no fue suficiente.

Valien decidió por fin volver cuando la noche estaba un poco avanzada, su rostro era neutral, pero por dentro cargaba con un gran pesar, la primer persona que quiso ayudarla sin obtener nada a cambio, había muerto. No se culpaba, sin embargo sentía un gran vacío en su corazón, aún así sabía que debía mantenerse cuerda y tener la mente fría para cualquier evento que pudiera llegarse a presentar.

Llegó directo a su tienda y se acostó para dormirse. Ya pasada la media noche, aún no podía conciliar el sueño y solo podía dar vueltas en aquella sábana dura, que tenía por cama. Intentó planear bien cada uno de sus movimientos, no quería que nadie saliera lastimado nuevamente y por supuesto, también quería mantenerse en anonimato en muchos otros asuntos.

Su mente se sumió en un mundo oscuro de pensamientos negativos y formas de como acabar con sus enemigos, hasta que fue sacada de ese mundo por el alboroto causado afuera, ahí en el campamento.

—Soldados despierten, es algo urgente. El emperador manda un comunicado— un grupo de alrededor de diez soldados habían llegado al campamento, gritando.

—«Supongo que llegó la hora»— dio un fuerte suspiro y se cambió para poder salir.

—Al emperador le llegaron las noticias de que hay un nuevo grupo de elite entre sus filas, quiere que sean ellos quienes dirijan a su ejército en su totalidad, deberán reunirse en cuatro días en la zona oeste, el enemigo planea atacar por ahí— un secretario con pergamino en mano, leía lo decretado.

—No pienso permitir que una malcriada sea quien me de órdenes, su majestad debió perder la cabeza— el general malnacido, expresaba su disgusto por las decisiones tomadas.

—¿Te atreves a cuestionar a su majestad?— uno de los soldados del pequeño grupo, se bajó de su caballo y caminó hacia el irrespetuoso, dirigiendo su espada a su cuello.

Valien de inmediato buscó la manera de intervenir, no podía permitir que alguien más acabara con aquel bastardo, necesitaba hacerlo ella misma.

—Me disculpo por todos los aquí presentes. Para mi será un verdadero honor servirle a su majestad incluso con mi vida— se arrodilló ante el secretario y aquel soldado que parecía ser parte de la guardia real, calmando así las cosas.

—Contamos con usted señorita Daher, será bien recompensada si regresa viva a casa, con la victoria claro— dejó salir una risilla, subió a su caballo y así como llegaron se fueron.

—¿Quién te crees para aceptar una misión tan importante?, aunque sean buenos tus hombres, no lo lograrán— con mano en el aire, el general Donor estaba a punto de golpear a Valien.

—Soy más que capaz, además en ningún momento escuché que iríamos solos. El decreto del emperador dice que seré yo quien lídere, más no que seré la única en ir, así que lo que realmente le molesta, es que sea yo quien de las órdenes de ahora en adelante. Podemos resolver este asunto muy fácilmente general— le arrojó una espada a los pies. —Quien gane está contienda, será el líder del ejército, le doy mi palabra— esperaba poder matarlo sin que nadie lo viera, no obstante, este era un buen momento, para que muriera sin dignidad y respeto.

El general aceptó sin dudarlo, pues aún creía que Valien no era tan buena como presumía. Para esto, Valien no tomó ningún arma, dando a entender que se estaba burlando del general, algo que le causó mucho enojo.

—¡Maldita!, morirás y nadie te recordará— con un ataque de frente, que parecía certero, se abalanzó en contra de Valien.

Claramente la rubia lo esquivó fácilmente y de un solo movimiento tiró al suelo a su oponente.

—El resultado podría ser diferente general, esto le enseñará a no meterse con gente inocente— aunque había guardado su ira y dolor, ahora la estaba dejando salir.

Cuando apenas intentaba levantarse aquel hombre, fue impactado por una patada en el estómago, lo que hizo que cayera nuevamente al suelo. Valien no le daría tregua y en cada oportunidad que tenía, lo devolvía al suelo, hasta que al hombre ya no le quedaban fuerzas.

—Es suficiente Capitana Daher— otro general intervino, no quería que continuaran burlándose del general Donor, pues si todo terminaba mal, su familia podría tomar represalias.

—No lo entendió general Vasco, este duelo era a muerte y si mi oponente no puede seguir, será mejor terminar con todo ahora mismo— su decisión estaba tomada, no dejaría vivo a una escoria como aquel hombre.

Con dagas en mano, cortó las mejillas del hombre en el suelo, para después continuar haciendo cortes por todo el largo y ancho de su cuerpo, una escena que realmente daba miedo a quienes la veían.

Mientras el hombre se retorcía de dolor, nadie podía intervenir, pues corrían el riesgo de hacer enojar a Valien, por eso poco a poco se fueron retirando, sintiendo lástima por el general que se había creído mejor que aquella chiquilla. Otros se burlaban y se alegraban de que por fin alguien pudiera acabar con aquel hombre, por su parte los generales, se preguntaban si Valien sería capaz de afrontar a la familia del general Donor, pues eran poderosos en el imperio.