El señor Sekussu no kami (dios del sexo), es virgen. Es un anfitrión del club Sheisin y su primera clienta es Gala Reiko, una mujer mayor y muy rica, que viene al club despechada por la traición de su novio.
Él empieza ese día como acompañante, los llamados hosto, por pura desesperación. Ishikawa Nao, es el verdadero nombre del señor Sekussu y en su primera noche la señora Reiko lo escoge y lo besa, pero él la trata mal. Ella se va después de romperle la boca y llora en su casa por el desprecio.
Despues de esa noche Nao empieza a encontrarse con Reiko Gala en sueños cada noche sin faltar una y se convierte en su amante. Con el tiempo se enamora. Ella sueña lo mismo pero no ve la cara del hombre. Así pasan dos años hasta que se encuentran de nuevo y Nao, cansado de esperar, decide que ya es hora de ir a por ella.
¿Quieres saber porqué se encuentran en la dimensión de los sueños tras una puerta dorada?.
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El encuentro
Capítulo 6
Le indicó que le siguiera y en el oído, muy cerca, para intentar que le entendiera a pesar del volumen de la música dentro de la sala principal, le contó lo que debía hacer y que la señora en cuestión a la que se iban a presentar tenía mucho dinero. Le contó más cosas, pero Sekkusu no entendió ni la mitad. Por eso se perdió información tan valiosa sobre Gala como que, aparte de ser una de las mujeres más ricas de Japón, tenía fama de ser temible y destruir a la gente con la misma facilidad con que les podía dar una vida de ensueño si eran de su agrado. No tenía término medio.
El asunto es que en el Sheisin la premisa era hacerla feliz por encima de todas las cosas. Si no, podría pasar cualquier cosa, como que terminaras en el hospital apaleado por sus guaruras o que mandara a cerrar el local y se fueran a la calle todos, incluido el señor Tanaka. Y eso no debía pasar. Sekkusu dijo que sí con la cabeza como si todo estuviera claro para él. Kai tuvo un mal presentimiento porque el otro chico no disimulaba bien y notó su cara de no enterarse. Esperaba que fuera solo la desazón de su primera vez.
En la entrada había una sala lateral donde sentaban a las clientas más importantes y desde luego la señora Reiko era la más de todas. Fueron entrando todos los chicos y alineándose alrededor de ella y sus guardaespaldas, después de dejar las tarjetas sobre la mesita frente a la dama. Ninguno tenía permitido dársela en la mano.
Ella los miraba aburrida y bostezando un poco. De repente se sentía cansada y se preguntó por qué demonios había venido. Por despecho, seguramente, porque en realidad no tenía demasiadas ganas de salir. El orgullo, sin embargo, no le permitió quedarse simplemente en casa luciendo como una perdedora frente al mundo. Esperaba que esta noche algún paparazzi le sacara fotos comprometedoras que mañana adornarían las primeras páginas de la prensa. Quería que a su exnovio le quedara claro que ya había sido sustituido después de quedar arruinado.
Alguno de estos debía servir para su propósito. Pero eran todos tan… tan… irreales. Como hechos de la misma cera que las criaturas que habitaban el museo de Madame Tussauds en Londres. Esos pelos largos y que parecían sostenerse como si les diera una ventolera permanente, las camisas y pañuelos "extravagantes" por decir algo amable, pantalones ajustados hasta la indecencia, todo en ellos era de un mal gusto terrible, a pesar de que era la estética que triunfaba entre las mujeres que frecuentaban esos locales. A ella, le daba dentera.
Miró uno por uno, intentando elegir al de cara más armoniosa. La ropa al fin y al cabo se podía quitar. En ese momento entraron dos muchachos más y dejaron las tarjetas, igual que el resto, sobre la mesa de cristal. El primero era más de lo mismo, pero el segundo la dejó impactada, y curiosamente hizo que su entrepierna reaccionara de una manera brutal y desconocida para ella que estaba de vuelta de todo desde hacía muchos años. Sintió como un chorro de su flujo escurrirse entre los muslos y aunque su expresión se recuperó rápidamente, durante unos segundos su postura y sus ojos revelaron que algo pasaba. De hecho, los guardaespaldas y el asistente la miraron inquietos.
El chico no la miró apenas. No sabía si sería correcto hacerlo así es que ante la duda, consideró que mejor debía actuar con prudencia. Ante ellos había una mujer mayor enfundada en un abrigo que parecía caro y elegante, con pieles en el cuello. La señora iba perfectamente maquillada y peinada y más parecía acudir a una cena de gala en el Hilton, que a un club de anfitriones en lo más oscuro de la ciudad. La mujer habló y le preguntó el nombre, pero él no entendió que se dirigía a él hasta que Kai le dio un codazo y entonces por fin levantó la cabeza y la miró.
—¿Cómo te llamas?. —La mirada líquida de ella, lo penetró.
—Sekkusu no kami. —La voz le salió más ronca de lo que esperaba. La mujer pensó que había entendido mal y repitió sin creerlo.
—¿Sekkusu no kami? ¿El Dios del Sexo?.
Él asintió. No le gustó la sonrisa de ella. En realidad no le gustaba nada de esa mujer. Era una señora mayor, excesivamente maquillada para su gusto, intentando parecer más joven y bella cuando eso a todas luces era imposible. Podría ser su madre y le pareció lamentable que alguien así acudiera a un sitio como este buscando la atención de jovencitos que podrían ser sus hijos, e incluso sus nietos en algún caso.
Además, ella destilaba arrogancia y soberbia y lo miraba como si fuera una criatura inferior. Una cucaracha. Ella se echó a reír claramente burlándose de su nombre. Definitivamente, esa mujer le pareció despreciable y esperaba no tener nada que ver con ella.
—Ese nombre tuyo es… como mínimo, curioso —dijo ella, y volvió a reírse sonoramente, echando su cabeza hacia atrás en el proceso.
Al contrario que Nao que tenía mala cara, ella lo miraba extasiada. Era un chico realmente bello y además no parecía tan pequeño como los demás. Tenía un apunte de hombre maduro con un físico completamente formado y esculpido, que se salía del canon en cuanto al aspecto general del resto de hostos.
Él era fornido y su cuello de toro marcaba unas hermosas venas que resultaban masculinas. Su manzana de Adán, su mandíbula cincelada, y su expresión seria con los labios finos y rectos, le daban aspecto muy varonil. Gala, no se había sentido tan atraída por alguien en muchos muchos años. Mira por donde, la noche acababa de mejorar maravillosamente.
—Salgan todos menos tú. Esta noche eres el escogido
Todos los demás salieron un poco decepcionados y maldiciendo la suerte de novato. En su primer día ya era escogido por la mayor clienta del club. El señor Tanaka fue informado de inmediato y se frotó las manos feliz por el acierto de contratar a ese pequeño maleante.
El único que no estaba contento era el propio Nao que maldecía su suerte en su primera noche. Esa vieja le había escogido y él quiso gritar no, pero entendió que no podía hacer eso si quería seguir trabajando allí.