El Anfitrión
Título: EL ANFITRIÓN
Autora: Coke del Castillo
Obra original. Reservados todos los derechos de autor. Prohibida la redifusión, modificación o apropiación indebida.
Capítulo 1
No quedaba de otra. Muchos gastos y demasiados pocos ingresos. Él no era alguien cualificado ni con estudios como para aspirar a un buen empleo en una gran corporación, con una remuneración decente. Y eso lo condenaba a andar siempre saltando de trabajo en trabajo, y siempre en la escala más baja del mercado laboral. Eso tampoco lo ayudaba a conseguir algo mejor, al contrario. Parecía que nunca podría salir de ese círculo vicioso de trabajos miserables y mal pagados.
No era tonto, claro que no. Solo que nunca se aplicó como los demás en sus tiempos de estudiante. ¿Y para qué iba a hacerlo si desde siempre fue tratado como un paria?. Era su destino y lo cumplió sin dudar. Lo que nunca pensó es que eso llevaría aparejado vivir tan miserablemente, pues con lo que ganaba, apenas daba para pagar alquiler, luz, agua, teléfono y algo de comida, suficiente solo para no morir de hambre.
Siempre estaba hambriento, siempre. Terminaba de comer y tenía hambre. Por la noche a veces dormía torturado por su cuerpo que le pedía hidratos, azúcar o cualquier alimento que lo saciara, preferiblemente dulce. ¿En qué mundo permitirse un trozo de chocolate se convertía en un lujo?.
Por eso, después de mucho vacilar, fue a aquel local a proponerse como anfitrión. No sabía si tenía el físico adecuado, ni si era alguien atractivo, porque jamás le puso asunto a eso. Pero creía notar que las mujeres lo miraban mucho. Y sus compañeros de trabajo cuando tenía uno, comentaban cosas extrañas sobre él, como que "si yo tuviera tu cara, no dejaba a una viva". Esto no lo entendió bien al principio, pero terminó por darse cuenta de que se referían a lo que hacían hombres y mujeres en habitaciones cerradas y en hoteles. Él nunca lo intentó con nadie. No tuvo valor para hablar con chicas jamás y, con el tiempo, estuvo demasiado ocupado sobreviviendo.
Las mujeres necesitaban cosas. Eso pensaba. Los hombres las cuidaban y las mantenían y Nao no podía hacer eso. No era un buen partido y apenas conseguía lo necesario para sí mismo. Así que con 32 años aún era virgen. Claro que tenía sus necesidades, y se tocaba casi cada noche, antes de dormir. Eso lo ayudaba también a olvidar su hambre. Pero nunca estuvo con una mujer. Y solo había tocado a una, cuando era adolescente, porque ella perdió en un juego en grupo y debía besar a un chico en la mejilla. Le escogió a él y tímida se acercó a pedirle permiso. Él asintió y los labios frescos se posaron en su cachete dejando una sensación dulce como un caramelo. Él apoyó la mano en la cintura de ella por un segundo y esa fue la vez que estuvo más cerca de una chica.
Después de eso, supo que se llamaba Akiko, "luz brillante", y a cada rato la buscaba con la mirada, deseoso de saber si para ella había significado lo mismo que para él, ese beso que sintió como miel. Pero la chica no se le acercó de nuevo y no parecía interesada en nada con Nao. Así quedó todo y para el chico fue un recuerdo que atesorar. No tenía casi ningún buen recuerdo de su vida. Así que ese era el más valioso.
......................
En el club, esperó un rato en la entrada oscura y sobria, hasta que un chico joven y de aspecto raro le hizo señas para que lo siguiera. Escogió este club de los cientos que hay en Tokio, por el nombre. Sheisin significaba el espíritu. Hay más de 200 solamente en la capital y la mayoría se encuentran en Kabuki-Cho, el barrio rojo de Tokio (y el más grande de todo Asia). Ahí se concentran todos los negocios relacionados con el sexo y la noche.
Más de 3.000 anfitriones trabajaban cada día en la capital nipona. Para ser un local de esos el nombre le resultó peculiar y decidió empezar a buscar empleo por ahí. Si no resultaba, iría al siguiente. En alguno, tendría suerte.
Lo llevaron hasta una especie de despacho, feo y abarrotado de cosas, donde un hombre calvo y gordo, apenas levantó la cabeza para mirarlo y lo invitó a sentarse frente a él con un gesto. Lo miró atentamente.
—¿Y bien?—preguntó el hombre observándolo con sumo detalle—¿Cómo te llamas?
—Buenas noches, señor. Me llamo Nao Ishikawa—respondió intentando ocultar su nerviosismo—y me gustaría trabajar aquí.
—¿Por qué quieres trabajar en este lugar?—sabía que el señor estaba intentando ver si ocultaba algo.
—Por dinero—contestó con rapidez y sin ningún tapujo. Aquella era su única motivación y no iba a aparentar otra cosa.
Después de todo hacía honor a su nombre cuyo significado era "hombre honesto". El hombre frente a él echó la cabeza hacia atrás y se rio muy fuerte. Rara vez recibía una contestación tan directa. Otros se sentaban ahí y le hablaban sobre su deseo de hacer felices a las mujeres, y cosas así, cuando él mejor que nadie sabía que el único motivo detrás de todas las cosas es el dulce maldito dinero. "Money, makes the world goes around" (el dinero hace que el mundo gire), dice la canción de la película "Cabaret" que tanto le gustaba al señor Tanaka. Así se llamaba el empresario.
Pensó que el chico tenía posibilidades. Se levantó de su mesa y se acercó al muchacho. Él no se inquietó demasiado con la cercanía del hombre gordo, que le cogió la barbilla y lo miró bien de cerca fijándose en su piel, su pelo, sus lunares, su estructura facial. También palpó su musculatura, fornida para ser japonés, era alto y de hombros anchos. Era un hombre hermoso y si además tuviera la personalidad adecuada podría resultar un gran negocio.
—Empiezas hoy. ¿Tienes ropa adecuada? —aunque le preguntó, en realidad el señor Tanaka conocía la respuesta. Solo había que mirar lo que llevaba puesto para darse cuenta.
—No lo creo. No para esto —si apenas tenía dinero para comer, para comprar ropa menos. No se sintió incómodo por reconocerlo.
—Hablaré con otro hosto* y que te ayude por ahora con eso —el hombre decidió con prontitud. No era la primera vez que hacía eso. Era mejor orientar a los nuevos en la vestimenta y no arriesgarse a que ellos decidieran por su cuenta en estilismo. A Tanaka le gustaba tener el control de todo.
—Gracias —Nao respiró un poco mejor. Ya era casi seguro que lo aceptaban. Después de eso dependía de él ganarse el puesto.
—Vuelve a las tres para firmar el contrato. No tendrás un sueldo. Tus ganancias son el 50 por ciento de todo lo que consuman tus clientas. Vete ahora —el hombre lo despachó, después de concretar. Le gustaba ser parco en las palabras y callar si no había más que decir.
—Daré lo mejor que pueda. Por favor cuide de mí —Nao se levantó e hizo una pequeña inclinación formal. El hombre mayor hizo señas para que saliera.
Se quedó mirando a la puerta un rato sin verla realmente, pensando en el chico. Era una joyita y lo había comprendido de inmediato. Él tenía un buen ojo para reconocer a un buen anfitrión potencial y este tenía algo especial. Se frotaba las manos pensando en los ingresos que le iba a generar el nuevo. En cuanto lo vieran las clientas quien sabía cuantas lo querrían para ellas. Estaba seguro de que serían muchas y más cuando se corriera la voz en Tokio.
*nota de la autora: «Hosto» es una palabra adaptada al japonés del inglés «host», anfitrión. Hace referencia a un hombre joven que ofrece compañía a mujeres a cambio de dinero, generalmente en un club especialmente dedicado a este fin. El hosto no es un gigoló. No ofrece sexo, salvo que así lo deseen las dos partes, sino únicamente compañía.
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Comments
Maris Benitez
Interesante 😃
2024-09-16
1
♾️Λlι Cαя∂ιηαlι✨ ᶜʳⁱˢᵗᵃˡᵈⁱ♾️
Hay ésto me parece interesante, un hombre que jamás a su edad estuvo con una mujer . 🤔🤔🤔🤔
2023-11-17
2
Arelis Quintero
Muy interesante. Nao ya me ha llamado la atención.
2023-11-12
1