El Heredero

Capítulo 5

Pasaron nueve meses desde el accidente de Alejandro, no había visto a Romina en todo ese tiempo. Pero su matrimonio con Cecilia iba perfecto, ella ignoraba lo que su esposo y su amante habían vivido. Alejandro era un esposo devoto y más porque Cecilia le daría su segundo hijo. Matías y Mariana se fueron a la capital como Cecilia lo había previsto. Fue difícil para ella alejarse de Matías, pero era un sacrificio que tenía que afrontar. Matías todos los días le llamaba, y ella viajaba a la capital para ver a su hijo y a su sobrina. Mariana tenía cinco años pero eso no evitaba que Matías cuidara de ella. Mientras tanto en la gavia.

—Te ves hermosa, ¿como va nuestro pequeño bebé?—preguntó mientras se acercaba a abrazarla

—Creciendo, siete meses se dice fácil. Pero no hagas tanto ruido Alejandrito se va a despertar. Te amo con toda mi alma, eres el mejor esposo y padre que le pude dar a mis hijos.—expresaba Cecilia mientras acariciaba la mejilla de su esposo

—No sé qué haría sin ti.—le decía mientras la besaba intensamente, su amor por ella era genuino. Pero aún no superaba haberla traicionado, estaba apunto de confesarle su desliz

Estaban organizando la fiesta del segundo año del pequeño Alejandro, Cecilia y Rocio ahora que no estaba su tía y Alfonsina ella se volvía su mano derecha, sobre todo su confidente. Cecilia decidió ir a comprar unas cosas, al regresar observó que su esposo estaba en su hacienda Ojo de Agua, así que se detuvo para verlo y sobre todo pedirle que se fueran juntos a casa. Se sorprendió bastante que la hacienda de su esposo estaba muy sola, mientras caminaba hacia la casa para buscarlo en su despacho o dentro de la casona. Escuchó una discusión, era la voz de Romina. Así que antes de entrar se quedó a escuchar.

—Estás equivocada todas las veces que tuvimos intimidad me protegí, es obvio que esta niña es de Heriberto. A mí no me vas a chantajear.—decía Alejandro

—Es tuya, eres un cobarde que no quieres reconocer a mi hija. Pero eso si te digo o la reconoces o tu adorada esposa se va a enterar de lo que hubo entre nosotros, y de lo que hicimos con Heriberto.—decía Romina, Cecilia quedó en shock, ellos habían asesinado a Heriberto.

—Te recuerdo que quien lo asesino fuiste tú, el me disparó a mí. No moví ni un dedo, prefería morir a que mi amada Cecilia se enterara, ella es la mujer de mi vida. Pero le haremos la prueba de ADN estoy muy seguro que no es mía.—insistía Alejandro

—Está bien, y verás que tengo la razón.—respondió con su bebé en brazos, era una niña

—Lo dudo, y si no es mía voy a demandarte por chantaje. Tú no vas a provocar que termine con mi esposa, esa bebé no es mía. Mis hijos son los que tengo con mi esposa.—insistía

—Bien es todo lo que tenía que hablar contigo, por cierto todas las noches pienso en ti y en cómo me hacías el amor.—decía mientras le aventaba un beso

—A mí me gustaría saber porque asesinaron a Heriberto.—interrumpió Cecilia, ambos quedaron en shock

—Mi amor no es lo que piensas…—lo interrumpió Romina

—Si tienes derecho a saberlo, tu esposo y yo tuvimos un romance de un año, y esta casa es testigo de nuestra pasión. Pero es obvio que no te va a dejar porque eres rica, muy rica y le convienes. Tenemos una hija que él no quiere reconocer.—decía Romina con mucha saña

—No le creas Cecilia, estoy seguro que esa niña no es mía.—se aceró Alejandro, Cecilia lo abofeteó

—Escuché muy bien, los dos me dan asco pero más asco me da que hayan asesinado a Heriberto el si era un buen hombre.—decía Cecilia aguantando las ganas de llorar

—Pues serás la heredera de la gavia, pero ni todo tu dinero puede comprar la fidelidad, la lealtad, el amor y pasión de un hombre. Tu solo les convienes.—decía Romina

—Lo más valioso para mí son mis hijos, mi hermana, mi cuñado, mi tía y todos los colaboradores de la gavia. Ellos son leales y no mentirosos. Los dejo para que continúen con su romance.—respondió Cecilia y salió deprisa

Alejandro se fue tras ella, la alcanzó para detenerla y así poder suplicar su perdón.

—Suéltame, no quiero decir cosas de las que después me arrepienta. Yo te amaba y confiaba en ti. Déjame en paz.—respondió Cecilia

—Por favor perdóname, no puedo vivir sin ti fui un idiota.—decía Alejandro mientras se hincaba para abrazarse de sus piernas y suplicar su perdón.

—Eres un infiel y un asesino. No quiero verte.—dijo Cecilia y lo empujó para que la soltara. Con dificultad, Cecilia regresó a su camioneta para ir a su casa.

Romina estaba muy satisfecha, pensó que ahora si Alejandro quedaría libre para poder estar con él. Ella realmente estaba segura que su pequeña bebé era de su amado.

—Te saliste con la tuya.—le reclamó

—Tu eres mío, y estoy segura que una mujer como Cecilia no te va a perdonar. Así podremos estar juntos, compartiendo a nuestra hermosa bebé.— respondió bien segura

—Mañana mismo iremos a un hospital de mi confianza para hacerme la prueba de ADN y cuando compruebe que no es mía. Jamás permitiré que te acerques, si pierdo a Cecilia por nada del mundo volveré contigo. Nunca, no quiero volver a verte en mi casa.—le advertía Alejandro mientras pedía a su capataz que la sacara de la hacienda

Alejandro tenía que conseguir el perdón de Cecilia, rápidamente fue a la gavia para hablar con ella.

—¿Dónde está mi mujer?—pregunto Alejandro

—En la habitación de su difunta madre.—respondió una de las muchachas del aseo

Alejandro subió hasta la habitación, llamó a su puerta. Cecilia reflexionaba sobre lo que había escuchado, mientras su esposo no dejaba de llamar a la puerta.

—Cecilia mi vida ábreme necesitamos hablar.—llamaba a su puerta con mucha desesperación

Después de algunas horas Alejandro seguía sentado afuera de la habitación. Esperando poder hablar con su esposa, y explicarle sobre todo que él no asesino a Heriberto. De pronto Cecilia abrió la puerta, había tranquilizado su mente y su dolor.

—No hables, pasa vas a escucharme.—le advertía

Alejandro acepto y entro a la habitación que había sido de su suegra, obedecía a Cecilia guardando silencio.

—Primero que nada estoy realmente dolida porque me fallaste, pero no voy a permitir que sea el hazme reír de toda la comunidad y de todos aquí en la hacienda. Además no voy a permitir que Matías, Alejandrito y nuestro bebé estén sin su padre. Además yo nunca pierdo, eres mi esposo y estarás conmigo hasta que la muerte nos separe. No voy a dejar que te vayas con otra mujer, te amo y no me imagino lejos de ti. Pero si esa bebé es tuya, pediré la anulación. No estoy dispuesta a que esa mujer sea una sombra en nuestro matrimonio. Es la única infidelidad que te voy a perdonar. Recuerda que eres parte de los Sámano y debes comportarte.—decía Cecilia

—Yo no asesine a Heriberto, él me disparó e iba a acabar conmigo pero Romina lo golpeó y le disparó con su propia escopeta.—le explicaba Alejandro

—El amaba a su esposa, le ofrecí dinero por las tierras que alguna vez fueron de esta hacienda. En verdad me conmovió cuando me explico porque había invertido el trabajo de toda su vida en esas hectáreas, todo por esa mujer. Mientras él se esforzaba por ella, la muy zorra se revolcaba contigo. Para una infidelidad se necesitan dos, créeme que quedarme contigo no es sencillo, a tu favor tienes que yo debo proteger nuestro prestigio y el amor que te tengo. Quiero la prueba de ADN, ahora lárgate quiero estar sola con mis hijos.—le decía Cecilia mientras le abría la puerta para que se fuera.

Cecilia sabía que debía olvidar la falla de su esposo, para seguir a su lado. Solo pensaba en sus hijos, Matías lo apreciaba aunque no fuera su padre, y sus bebés siempre necesitarían de él. Said alguna vez la engañó, pero ella era la otra porque él estaba casado. Pero ahora ella era la esposa, y no iba a dejar que le quitaran a su marido.

Celebraron el cumpleaños del pequeño Alejandro, Cecilia y su esposo se dejaban ver como los esposos perfectos, que eran la familia feliz ante todos los invitados.

Alejandro se había hecho la prueba de ADN con la hija de Romina, cuando le llegó el resultado se puso feliz. Se la mostró a Cecilia, efectivamente él no era el padre de esa niña. Cecilia estaba feliz, de inmediato fue a casa de Romina.

—Disculpe puedo hablar con su hermana.—dijo Cecilia

—Si claro pase.—respondió Natalia

—No aquí estoy bien, es breve lo que debo hablar con ella.—respondió

—¿Que haces aquí?—pregunto Romina

—mi esposo tenía razón esa niña no es su hija, aquí tienes el resultado. También quiero informarte que llegara en unos días una indemnización por el término del contrato con la empacadora Sámano, después de todo el era el socio y no tu. Pero si te decides puedes venderme todo esto para que tu hermana y tus hijas obviamente también tú se vayan lejos.—decía Cecilia, Natalia quedaba sorprendida con tal ofrecimiento sobre todo porque terminando el contrato con ella, ¿que harían?como mantendrían la producción si no había un intermediario.

—No no venderé, no me importa si ya tu empresa no nos compra. Sé que recuperaré a Alejandro, él volverá a mi.—la retaba

—Si te vuelvo a ver rondando a mi esposo, te destruiré. Te denunciaré por ser la asesina de Heriberto Rivera, mi esposo es el testigo y no dudará en testificar en tu contra. Te aplastaré como una mosca, las mujeres como tu solo sirven para quitarles las ganas. Lástima que elegiste a mi esposo, en lugar del hombre que si te amaba.—le advertía

—Ya cállate y lárgate de aquí.—le gritaba Romina

—Si me voy, aquí está lleno de mugre.—se burló Cecilia, ella no era así pero realmente odiaba a Romina.

Natalia solo observo a su hermana destrozada, pero también sorprendida de que haya asesinado a su esposo. En lugar de dejar que acabara con su amante, el cual era obvio que no dejaría a Cecilia. Lamentaba decirlo pero Romina a comparación de Cecilia, era una mujer valiosa y que solo le importaba su familia. Sobre todo conservar al hombre que amaba.