¿ Que ya no me amas?... esa es la manera en que justificas tú cobarde deslealtad... Lavender no podía creerlo, su esposo, su amado esposo le había traicionado de la peor forma. Ahora no solo quedaba divorciarse, sino también vengarse.
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Capitulo 23
Violett se sentó en el escritorio de la mansión Lehman, una sonrisa astuta dibujada en sus labios mientras sostenía una pluma entre sus dedos. Su mente bullía de planes y anticipación, y no podía evitar sentir una emoción casi infantil al pensar en lo que estaba a punto de hacer.
—Esto será divertido... —pensó, mientras escribía una carta dirigida al obispo. Sus palabras eran cuidadosamente elegidas, llenas de una falsa cortesía que ocultaba sus verdaderas intenciones. Al terminar, selló el sobre con el sello del Ducado, asegurándose de que su mensaje llegara con la autoridad necesaria para ser tomado en serio.
Al día siguiente, el obispo recibió la carta y la leyó con creciente sorpresa. En ella, se le pedía explícitamente que invitara a Lavender a la celebración religiosa anual. El obispo frunció el ceño, confundido por la petición. Sabía que, en teoría, todos los nobles debían ser invitados a tal evento, pero había considerado omitir a la Condesa de Tarth debido al reciente escándalo que la envolvía. Además, pensó que sería incómodo para el Duque Maxon ver a su ex esposa tan pronto después del divorcio. Sin embargo, la petición provenía directamente del Ducado, y eso cambiaba las cosas.
—Bueno, si es lo que desean... —murmuró el obispo, resignado, mientras preparaba la invitación oficial para Lavender.
Al día siguiente, Lavender recibió dos cartas. La primera era la invitación formal a la celebración religiosa anual, y la segunda era una misiva de Violett. Al abrirla, Lavender no pudo evitar sentir un nudo en el estómago al leer las palabras burlonas de su antigua amiga.
—Querida Lavender, —decía la carta— espero que no faltes a la celebración religiosa anual. Algo muy especial ocurrirá ese día, y quiero que mi querida amiga esté presente para presenciarlo. No te lo perderías por nada del mundo, ¿verdad?.
Lavender arrugó la carta entre sus manos, sintiendo una mezcla de rabia y asco. Le resultaba increíble que la joven inocente y amable que alguna vez había conocido pudiera haberse convertido en alguien tan retorcido y despiadado. Sin embargo, a pesar de la lógica que le decía que no debía asistir, algo dentro de ella se rebeló contra la idea de esconderse.
—Eso es lo que realmente quieren... —pensó Lavender, mientras caminaba por su habitación con determinación—. Que sienta vergüenza y me aísle. Pero yo no hice nada malo. No soy quien tiene que tener vergüenza... ellos son los que deberían sentirla. Y yo les haré sentir esa vergüenza.
Violett se había vestido con sus mejores galas, eligiendo un vestido que resaltaba cada curva de su figura y complementándolo con joyas lujosas que brillaban con cada movimiento. Era una declaración de su nuevo estatus, una forma de dejar claro a todos que ella era ahora la futura Duquesa de Lehman. Su cabello estaba recogido en un elaborado peinado, y su rostro lucía una sonrisa de satisfacción que no podía ocultar.
Maxon, en cambio, parecía rígido y distante. Su traje impecable no lograba disimular la tensión en sus hombros ni la falta de entusiasmo en sus ojos. Aun así, caminaba junto a Violett, ofreciéndole su brazo mientras se dirigían al oficio religioso anual en el templo central.
Al llegar, Violett se sintió orgullosa al ver las miradas de intriga y curiosidad que recibían. Las murmuraciones no tardaron en surgir, pero ella las ignoró, disfrutando de la atención. Sin embargo, mientras recorría la multitud con la mirada, notó que entre todos los presentes, Lavender no estaba.
—Después de todo, no vendrás... —pensó Violett, sosteniendo una sonrisa angelical en su rostro mientras saludaba casualmente a algunos conocidos.
La ceremonia religiosa comenzó, pero toda la atención parecía estar puesta en Violett y Maxon. Cuando el oficio llegó a su fin, se abrió el espacio para que aquellos con anuncios importantes pasaran al frente. Varias personas compartieron sus noticias, pero el momento que todos esperaban llegó cuando Violett y Maxon se levantaron y caminaron hacia el altar.
El silencio en el templo era palpable. Maxon parecía vacilar, pero finalmente habló, con una voz que resonó en el espacio sagrado:
—Quiero anunciar que estoy comprometido con la señorita Violett Wagner.
La revelación impactó a todos. Por un momento, el silencio fue absoluto, pero luego estalló en murmullos y comentarios. Algunos ofrecían felicitaciones, mientras que otros susurraban dudas y especulaciones. Violett, sin embargo, solo podía sentir orgullo. Había logrado lo que quería, y ahora todos tendrían que tratarla con el respeto que merecía.
—Esto es lo que siempre quise —pensó, mientras su mirada recorría la multitud, buscando inconscientemente a Lavender. Quería ver su rostro distorsionado por la humillación, pero su ausencia la dejó con una sensación de vacío.
El momento de entregar las ofrendas llegó, y los nobles se acercaron al altar para dejar sus donaciones y, de paso, felicitar a la pareja. Fue entonces cuando un nuevo silencio cayó sobre el templo. Los nobles comenzaron a abrirse paso desde la entrada, sus miradas llenas de intriga y sorpresa. Violett, curiosa, se preguntó quién podría estar causando tal conmoción.
Hasta que la vio.
Lavender entró al templo con una elegancia serena, su cabello plateado brillando bajo la luz de las velas. Su vestido era sencillo pero impecable, y su expresión era tranquila, como si nada a su alrededor pudiera afectarla. Los comentarios comenzaron a surgir de inmediato.
—¿Cómo se atreve a mostrar su rostro después de lo que hizo? —susurró una mujer, con una risa burlona.
—Sus orígenes la traicionaron —comentó otro noble, con desdén.
—Se mostró como verdaderamente es, una mujer vulgar —añadió una tercera voz.
Lavender ignoró los murmullos y caminó hacia el altar con paso firme. Sus ojos se cruzaron por un instante con los de Maxon, quien parecía preguntarse qué hacía ella allí. Antes de que pudiera dejar su ofrenda, Violett la interrumpió.
—¿Qué haces aquí, Lavender? —preguntó Violett con una voz llena de inocente preocupación, aunque sus ojos brillaban con una mezcla de orgullo y burla.
Lavender se detuvo a medio escalón, su mirada fría y distante posándose en Violett y Maxon.
—Entregando una ofrenda —respondió Lavender, con un tono calmado que no dejaba lugar a dudas sobre sus intenciones.