Sipnosis
En la cosmopolita ciudad de Busan, tres vidas se entrelazan en un inesperado triángulo de emociones. Joon-Ho, un humilde maestro de matemáticas, lucha por equilibrar su pasión por la enseñanza con las limitaciones de su origen. Durante una conferencia, su vida da un vuelco al conocer a Han Soo-Yeon, una encantadora profesora de arte y dueña de una acogedora biblioteca. La conexión entre ellos es instantánea, aunque sus mundos parecen demasiado lejanos para unirse.
Mientras Joon-Ho intenta conquistar el corazón de Soo-Yeon, no se percata de los sentimientos de Mi-Ra, una de sus estudiantes, hija de una familia adinerada y atrapada en un amor no correspondido por su maestro. Desde hace meses, Mi-Ra guarda en secreto lo que siente, pero la creciente cercanía entre Joon-Ho y Soo-Yeon pone a prueba su paciencia y valentía.
Entre las lecciones de la vida y las barreras que impone la sociedad, "Oh, ¡Maestro! Quiéreme" explora los conflictos del amor prohibido, las
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Muestra de amor
Mi-Ra llega temprano a la universidad, su cabello perfectamente peinado y su uniforme impecable. Aunque el campus está lleno de estudiantes, todo parece un borrón en comparación con la imagen clara en su mente: Kang Joon-Ho, su profesor de matemáticas. Su corazón late más rápido con solo pensar en él.
—¡Ahí está la enamorada secreta del profesor! —exclama Kim Na-Ri, su mejor amiga, mientras corre hacia ella.
Mi-Ra la mira con una mezcla de vergüenza y diversión.
—Na-Ri, baja la voz. —Susurra, mirando a su alrededor.
—Oh, vamos, Mi-Ra. Tu cara lo dice todo. No puedes engañarme. ¿Estás emocionada por la clase o por ver al "guapo Kang Joon-Ho"? —bromea Na-Ri, levantando las cejas.
Mi-Ra se cruza de brazos, intentando parecer indignada, pero la sonrisa tímida en sus labios la delata.
—Solo estoy emocionada porque hoy hay un examen sorpresa. —responde, intentando desviar el tema.
Na-Ri estalla en carcajadas.
—Claro, claro. Porque eso tiene mucho sentido.
Las dos amigas caminan hacia el aula, charlando sobre cosas triviales, pero el pensamiento de Joon-Ho nunca abandona la mente de Mi-Ra.
El aula está llena, con estudiantes repartidos por las sillas y murmullos de conversación llenando el aire. Mi-Ra ocupa su asiento habitual en la segunda fila, lo suficientemente cerca para escuchar cada palabra de Joon-Ho pero no tan cerca como para parecer obvia.
Cuando él entra en el aula, todo se detiene para Mi-Ra. Su porte profesional, la manera en que ajusta sus gafas y su voz profunda cuando saluda a la clase hacen que su corazón salte.
—Buenos días. Empezaremos con una revisión rápida de lo que vimos la última vez. —dice Joon-Ho mientras abre su cuaderno y comienza a escribir ecuaciones en la pizarra.
Mi-Ra toma apuntes con diligencia, pero su mente está dividida entre las matemáticas y la forma en que Joon-Ho inclina ligeramente la cabeza cuando explica algo. A su lado, Na-Ri le da un codazo, susurrando:
—Deberías invitarlo a tomar café y dejar de babear.
—¡Shh! —Mi-Ra le responde, aunque no puede evitar imaginarlo.
La clase transcurre rápidamente, y al final, mientras los estudiantes comienzan a salir, Mi-Ra recoge su mochila, asegurándose de que las frutas que trajo para Joon-Ho estén a mano.
Cuando todos han salido, excepto ella, Mi-Ra se acerca al escritorio de Joon-Ho. Él está revisando algunos papeles, demasiado concentrado para notar su presencia de inmediato.
—Profesor Kang.
Joon-Ho levanta la vista, con una expresión neutral que suaviza al verla.
—¿Sí, Mi-Ra?
Ella le extiende una pequeña bolsa con frutas frescas, con su voz temblando un poco.
—Quería agradecerle por sus clases. Siempre son tan claras y... útiles. Esto es solo un pequeño gesto, mi nana compró muchas y no quería que se desperdiciaran.
Él toma la bolsa, sorprendido pero agradecido.
—Gracias. Es muy considerado de tu parte. Pero no es necesario que me des regalos, Mi-Ra, puedes compartirlo con tus amigas.
—Lo sé. Pero quería hacerlo. —responde ella rápidamente, mirando hacia otro lado para ocultar el rubor que sube por sus mejillas.
Joon-Ho asiente con una sonrisa educada y deja la bolsa a un lado.
—Bueno, gracias de nuevo. Asegúrate de estudiar para el próximo examen.
—Claro, profesor. —dice Mi-Ra antes de salir del aula, su corazón latiendo con fuerza.
De camino al café del campus, Mi-Ra se encuentra de nuevo con Na-Ri, quien la observa con ojos entusiastas.
—¡¿Se lo diste?! ¿Qué dijo? ¿Sonrió? —pregunta Na-Ri, casi saltando de emoción.
—Lo aceptó. Fue amable. —responde Mi-Ra, tratando de sonar tranquila, pero su sonrisa radiante traiciona su emoción.
Na-Ri suspira dramáticamente.
—Mi-Ra, necesitas intensificar tu juego sinó te seguirá viendo como una niña rica y mimada. Los chicos como él no notan las indirectas.
—No lo estoy haciendo para que note nada. Solo... quiero ser amable.
—Claro, claro. Y yo quiero ganar la lotería. —bromea Na-Ri, haciéndola reír.
Para Mi-Ra, ese simple intercambio con Joon-Ho ya es una pequeña victoria. Cada gesto, cada palabra, la acerca un poco más a él, al menos en su mente.
En su oficina, Joon-Ho se sienta con la bolsa de frutas frente a él. Aunque aprecia el gesto, no lo piensa demasiado. Para él, Mi-Ra es una estudiante aplicada y respetuosa, pero nada más. Siempre recibe cosas de sus estudiantes. Su enfoque está en sus responsabilidades: preparar clases, cuidar de su madre y encontrar la forma de salir de sus problemas financieros.
Sin embargo, mientras da un mordisco a una de las frutas, no puede evitar sonreír levemente.
—Es una buena estudiante. Muy amable. —murmura para sí mismo, volviendo a sus papeles.
Pero, en el fondo, una parte de él se pregunta si hay algo más detrás de esos pequeños gestos. Una parte que aún no está dispuesto a explorar.
Mi-Ra, vestida con su ropa impecable y su cabello rubio recogido en una coleta alta, entró en la cafetería junto a su mejor amiga, Ha-Yoon. Era la hora del almuerzo, y el lugar estaba lleno de estudiantes hablando animadamente, algunos ocupados con sus teléfonos mientras otros reían a carcajadas.
—Mira, ahí están los chicos —dijo Ha-Yoon, señalando una mesa cerca de las ventanas.
Mi-Ra se giró hacia donde su amiga indicaba. En la mesa estaban sus amigos habituales: Ji-Woo, el bromista del grupo; Seong-Ho, que siempre parecía tener una guitarra cerca; y, por supuesto, Min-Jun, el chico que desde hacía meses no ocultaba su interés por ella.
—Vamos, están guardándonos un lugar —dijo Ha-Yoon, tirando de la manga de Mi-Ra.
Caminaron hasta la mesa, y al llegar, Min-Jun se levantó rápidamente para ayudarlas con sus bandejas.
—Hola, chicas. Llegan justo a tiempo, Ji-Woo estaba a punto de comerse mi postre —dijo con una sonrisa cálida, mirando a Mi-Ra de una manera que no dejaba dudas sobre lo que sentía por ella.
—Eso no es cierto —protestó Ji-Woo con una mueca—. Solo lo estaba protegiendo de ti.
Las chicas se rieron mientras tomaban asiento. Min-Jun, como siempre, se colocó estratégicamente al lado de Mi-Ra, quien trató de ignorar cómo su corazón latía un poco más rápido de lo normal. Sabía que él la miraba con atención, esperando cualquier oportunidad para iniciar una conversación más personal, pero ella tenía la mente en otro lado, o más bien, en otra persona.
—¿Cómo les fue en la clase de matemáticas? —preguntó Seong-Ho, dando un mordisco a su sandwich.
Mi-Ra alzó la vista, un leve rubor tiñendo sus mejillas.
—Bien, el maestro Joon-Ho explicó algo sobre ecuaciones diferenciales hoy. Es tan... claro cuando enseña, ¿no crees? —dijo, tratando de sonar casual.
Ha-Yoon, que conocía los sentimientos de su amiga hacia el maestro, intercambió una mirada rápida con Ji-Woo y sonrió.
—Claro, claro, seguro que es solo su manera de explicar lo que te tiene tan interesada en matemáticas últimamente —bromeó.
Mi-Ra hizo una mueca y cambió rápidamente el tema, pero no pudo evitar notar cómo Min-Jun se tensaba ligeramente cada vez que el nombre del maestro salía en la conversación.
Mientras hablaban, la cafetería seguía llena de vida, pero para Mi-Ra, todo parecía pasar en cámara lenta. Aunque estaba rodeada de amigos, su mente volvía a la figura del maestro Joon-Ho y su sonrisa tranquila que parecía imposible de olvidar.
Después de un rato en la cafetería, las risas se habían apaciguado y la conversación se centró en los próximos exámenes. Min-Jun, quien hasta ese momento había permanecido más reservado de lo habitual, se movió incómodo en su asiento. Finalmente, sacó una pequeña caja de chocolates envuelta en papel dorado de su mochila.
—Mi-Ra, esto es para ti —dijo, extendiendo la mano hacia ella.
Mi-Ra parpadeó sorprendida, mirando la caja.
—¿Para mí? ¿Por qué? —preguntó, tomando el regalo con cuidado.
—Bueno... pensé que te vendrían bien algo dulce mientras estudias para los exámenes. Además, es una forma de agradecerte por ayudarme con la tarea de estadística la semana pasada —respondió, con una sonrisa algo nerviosa pero genuina.
Ha-Yoon y Ji-Woo compartieron una mirada, tratando de contener sus comentarios. Era evidente que el gesto tenía un significado más profundo, aunque Min-Jun intentara mantenerlo casual.
—Gracias, Min-Jun. Son lindos... —respondió Mi-Ra, sonriendo mientras deslizaba los dedos por el lazo que adornaba la caja.
Min-Jun respiró hondo, decidido a no perder la oportunidad.
—Oye, Mi-Ra, estaba pensando... ¿te gustaría salir conmigo este fin de semana? Me refiero con todos —le dice, bajando un poco la voz pero asegurándose de que ella lo escuchara.
El tiempo pareció detenerse. Ha-Yoon abrió los ojos con sorpresa y Seong-Ho dejó de tocar la mesa con los dedos. Incluso Ji-Woo, normalmente despreocupado, parecía contener la respiración.
Mi-Ra levantó la vista hacia él, claramente desconcertada. Sabía que Min-Jun había estado actuando extraño últimamente, pero no esperaba esto.
—¿Salir? —repitió, intentando procesar la invitación.
—Sí, podríamos ir al cine o a tomar algo. Lo que prefieras —dijo rápidamente, intentando sonar relajado, aunque su nerviosismo era evidente.
Mi-Ra sintió un torbellino de emociones. Min-Jun era amable, atractivo y siempre había sido un buen amigo, pero su corazón estaba distraído, atrapado en pensamientos sobre alguien más.
—Min-Jun, yo... no sé qué decir... Tengo mucha tarea y mis padres no estarán en casa pero no creo poder—empezó, buscando las palabras adecuadas.
Ha-Yoon interrumpió rápidamente.
—Vamos, Mi-Ra. No te compliques, seguro te divertirías. Además, los chocolates ya son un buen comienzo, ¿no?
La risa nerviosa que acompañó sus palabras no aligeró la tensión en el aire. Mi-Ra miró a Min-Jun, quien la observaba con una mezcla de esperanza y temor.
—Está bien, lo pensaré, ¿sí? —dijo finalmente, queriendo evitar rechazarlo de inmediato.
Min-Jun asintió con una leve sonrisa.
—Claro, tómate tu tiempo. —murmuró, mientras el ambiente en la mesa volvía a normalizarse poco a poco.
Mi-Ra, sin embargo, no podía dejar de pensar en lo complicado que todo se estaba volviendo. ¿Qué haría ahora? ¿Y qué significaba este nudo en su pecho cada vez que pensaba en alguien más?