Elein, líder de la Tribu Águila, descubre que el símbolo del fénix en su collar guarda el secreto de un antiguo poder que podría cambiar el destino de las Tribus y del Reino del Norte. Mientras enfrenta conspiraciones, traiciones y una conexión inesperada con la familia real, Elein deberá desentrañar la verdad sobre el sacrificio de sus padres.
Acompañame a descubrir la verdad de un pasado, un legado y un enemigo entre las sombras.
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Capítulo 5: "Huellas en la oscuridad"
La brisa de la madrugada era fría, pero Elein apenas lo notaba mientras caminaba por el patio trasero de la posada. No podía dormir; las palabras de Daniel seguían resonando en su mente. "No confíen en todos los que parecen aliados. Y tengan cuidado con los que se muestran demasiado interesados en ustedes." Había algo extraño en el príncipe, una mezcla de genuina preocupación y secretos que él no estaba dispuesto a compartir.
El sonido de unos pasos interrumpió sus pensamientos. Elein giró con rapidez, la mano en la empuñadura de su daga, hasta que vio a Flora acercándose.
—No soy una amenaza, Elein —bromeó su amiga, levantando las manos—. Aunque creo que el insomnio sí podría serlo.
Elein soltó un suspiro y dejó caer la mano.
—Es difícil dormir cuando sientes que alguien está esperando que bajes la guardia.
Flora asintió y se cruzó de brazos.
—No eres la única. Luna tampoco pudo descansar. Está revisando las armas por tercera vez, y Eric está convencido de que vio algo extraño en los establos.
—¿Algo extraño? —preguntó Elein, levantando una ceja.
—Unas marcas en las riendas de los caballos, como si alguien hubiera intentado debilitarlas —explicó Flora—. No pudimos probar nada, pero está claro que hay manos moviéndose en las sombras.
Elein apretó los labios, procesando la información. Si alguien estaba tan decidido a sabotearlos, eso solo significaba que estaban más cerca de algo importante de lo que creían.
El segundo día de juegos
Con el amanecer, el grupo se dirigió nuevamente al campo de competencia. La arena estaba lista para un nuevo desafío: un combate en equipo, diseñado para probar la coordinación y la estrategia de las tribus. Cada grupo debía atravesar un laberinto repleto de trampas y recoger una reliquia en el centro, todo mientras enfrentaban a un equipo contrario.
—Esto es más que un simple juego —dijo Lucas mientras ajustaba su armadura—. Nos están midiendo, buscando nuestras debilidades.
—Entonces no les demos el gusto —respondió Elein con firmeza—. Mostremos que no somos fáciles de vencer.
El equipo de la Tribu Águila fue emparejado con la Tribu Leopardo, algo que Elein sospechaba no era una coincidencia. Desde el inicio del desafío, los Leopardo mostraron su intención de jugar sucio, intentando atrapar a los de la Tribu Águila en trampas diseñadas para retrasarlos.
Pero Elein y sus amigos estaban preparados. Flora y Lucas, con su agudo sentido de orientación, lideraron el grupo a través del laberinto, esquivando las trampas con rapidez. Eric y Luna, por su parte, enfrentaron a los miembros de la Tribu Leopardo que intentaron interceptarlos, mientras Elein supervisaba los movimientos de todos, buscando cualquier patrón inusual.
Al llegar al centro del laberinto, Elein notó algo extraño. La reliquia que debían recoger no estaba sola. Había un símbolo grabado en el pedestal, el mismo símbolo que llevaba en su collar: un fénix rodeado de llamas. Su corazón dio un vuelco.
—Elein, ¿estás bien? —preguntó Luna, notando su reacción.
—Sí, estoy bien —respondió Elein, recuperando la compostura. Tomó la reliquia con cuidado y la guardó en su bolsa—. Vámonos. Este juego aún no termina.
Encuentros inesperados
Tras salir del laberinto y entregar la reliquia, la Tribu Águila fue declarada ganadora del desafío. Aunque la victoria fue motivo de orgullo, Elein no podía dejar de pensar en el símbolo que había visto. Sabía que significaba algo, pero no entendía por qué estaba relacionado con los juegos.
Esa noche, mientras los demás descansaban en la posada, Elein decidió volver al laberinto. Si alguien estaba detrás de ese símbolo, no podía ignorarlo.
Cuando llegó al lugar, la arena estaba desierta, salvo por una figura que parecía estar esperando. Daniel, el príncipe, emergió de las sombras con una expresión indescifrable.
—No eres fácil de predecir, Elein —dijo, cruzándose de brazos.
—Tú tampoco, príncipe. ¿Qué haces aquí? —preguntó ella, sin bajar la guardia.
—Supongo que lo mismo que tú. Buscar respuestas —respondió Daniel, acercándose un paso—. Ese símbolo que viste en el pedestal no está allí por casualidad. Y creo que tú lo sabes.
Elein lo miró con desconfianza. Había algo en el tono de Daniel que sugería que sabía más de lo que dejaba ver.
—Si sabes algo, empieza a hablar —dijo ella, manteniendo la mirada fija en él.
Daniel soltó un suspiro y bajó la voz.
—Ese símbolo pertenece a una antigua orden que protegía secretos relacionados con las tribus. Mi familia lo conoce, pero pocos fuera del palacio saben lo que significa. Si apareció en este juego, significa que alguien está jugando con un fuego que no comprende.
Elein sintió que su respiración se aceleraba. Su padre había mencionado algo sobre un secreto y un legado antes de morir, pero nunca había entendido qué significaba. Ahora, parecía estar más cerca de la verdad, aunque también más cerca del peligro.
—¿Por qué me estás diciendo esto? —preguntó, estudiando su expresión.
Daniel se encogió de hombros, con una leve sonrisa.
—Digamos que confío más en alguien como tú que en la mayoría de las personas aquí.
Antes de que Elein pudiera responder, un ruido en la distancia los alertó. Ambos desenvainaron sus armas al mismo tiempo, preparados para lo que fuera. Las sombras en el laberinto no solo ocultaban respuestas, sino también amenazas que estaban a punto de revelarse.