Encuentro Improbable II "Vísperas Del Ocaso"

Para Yoriko la historia fue muy diferente, todo lo contrario a lo que le pasó a Zander. Su vida había ido en alza, habían pasado cosas que ni ella se lo esperaba. El cambio de la ciudad al campo, aunque no era algo que ella deseara, había sido una experiencia reveladora. Había descubierto un mundo nuevo, lleno de aromas terrosos, sonidos de la naturaleza y un ritmo de vida tranquilo que le había permitido reconectarse con sus raíces.

Para empezar, sus primeras semanas habían sido normales, había aprovechado para relajarse, quitarse las presiones y de paso, ayudar a su padre con las tareas del campo. No había nada que le gustara más que compartir tiempo al aire libre con su papá, un hombre de piel curtida por el sol y manos ásperas, con los dedos gruesos y llenos de callos que eran el testimonio de una vida dedicada al trabajo duro de la tierra.

Yoriko sabía que la vida de la granja era sacrificada, un ciclo incesante de trabajo y preocupaciones. El sol y la lluvia, la siembra y la cosecha, los animales y las plantas, todo formaba parte de un ritmo de vida que exigía dedicación y resistencia. Su padre, un hombre fuerte y de corazón noble, había dedicado toda su vida a la tierra, pero ese trabajo le había dejado huellas profundas en su salud.

La enfermedad que lo afligía era un enemigo invisible que lo carcomía lentamente. Una enfermedad respiratoria que se había agravado con el paso de los años, una tos seca y persistente que lo desgarraba por dentro. La falta de aire era una constante que lo atormentaba, un recordatorio de que su cuerpo ya no era el mismo de antes.

Yoriko podía ver el dolor en los ojos de su padre, el esfuerzo que le costaba cada respiración. Sabía que la vida de la granja le estaba pasando factura, que el trabajo duro y las condiciones de trabajo no eran las mejores para su salud.

Pero no podían darse el lujo de enfermarse. El dinero era escaso, y los medicamentos eran un lujo que no podían permitirse. La enfermedad de su padre se había convertido en una carga extra para Yoriko, una preocupación que la atormentaba día y noche.

Por crueldad del dios Morfeo, que al parecer había decidido suspender el encuentro con Zander, vaya uno a saber el motivo, pero bueno, muchas veces los dioses alteran un poco la vida de las personas por su mera diversión. A veces, el destino parece jugar con nosotros como si fuéramos simples peones en un tablero gigante. Yoriko, acostumbrada a las aventuras que le brindaba el mundo onírico, se despertó una mañana sin el consuelo de los sueños que la habían acompañado durante tanto tiempo.

Al principio, se sintió un poco vacía y triste. Zander, con su sonrisa amable y sus ojos que parecían reflejar la luz de la luna, se había convertido en una presencia constante en sus sueños, un hombre que le había sacudido la cabeza y el corazón en tan poco tiempo, que no podía pensar en otra cosa que no sea él.

Los sueños se habían convertido en una fuente de esperanza y consuelo, un escape de la realidad que le permitió soportar la dureza de la vida en la granja. Pero ahora, los sueños se habían vuelto silenciosos, el mundo onírico se había vuelto gris y vacío, y Yoriko se sentía perdida y desorientada.

El silencio de los sueños era un vacío insondable, un espacio donde la imaginación ya no podía volar libre. El amor que había florecido en el mundo onírico parecía haberse evaporado como el rocío de la mañana, dejando atrás un sentimiento de pérdida y frustración.

Yoriko, en su juventud y inocencia, no podía comprender la ironía del destino. El amor que había descubierto en los sueños se había vuelto una fantasía, una ilusión que se esfumó de la misma manera en que apareció.

Pero Yoriko era una joven fuerte, con un espíritu inquebrantable. Sabía que la vida le traería nuevos sueños, nuevos encuentros, nuevas aventuras. Y aunque la pérdida de los sueños con Zander la había llenado de tristeza, no perdió la esperanza de encontrar la felicidad en el futuro.

Con el correr de los días, lo fue olvidando, como si el dios Morfeo hubiera decidido borrar a Zander de su memoria. La tristeza inicial se había disipado, como el rocío de la mañana bajo el sol abrasador. El vacío que sentía en sus sueños se había llenado con la energía del mundo real, con las tareas del campo, la convivencia con su padre y la belleza de la naturaleza que la rodeaba.

Para sumarle un condimento más a la confusión, había empezado a sentir también cosas por Haruki, aquel joven que la había salvado de su fatídico encuentro con aquel auto en la ciudad y que le había prometido un café en la ciudad. Haruki, con su sonrisa brillante y su mirada amable, había despertado un sentimiento nuevo en su corazón, un sentimiento que se había ido fortaleciendo con cada mensaje que le enviaba.

Con solo un par de mensajes, ella se había ilusionado con el amor verdadero. ¿Y si aquel chico de sus sueños, en realidad era él? La idea se había apoderado de su mente, como una semilla que crecía sin control. La posibilidad de que el destino la hubiera guiado hacia el amor verdadero en el mundo real, la llenaba de esperanza y alegría.

Entonces, en la última semana de sus vacaciones, a Yoriko se le ocurrió la idea de invitarlo a pasar esos últimos días con ella y de paso, volverse juntos a la ciudad. La idea le parecía una locura, pero también le llenaba de un sentimiento de libertad y aventura.

El muchacho, sin pensarlo dos veces, aceptó y viajó inmediatamente a visitarla. La espera se le hizo eterna, cada hora que pasaba la llenaba de una mezcla de nervios y ansiedad.

Cuando finalmente lo vio llegar, con su mochila a la espalda y una sonrisa que iluminaba su rostro, su corazón dio un salto de alegría. El destino, con sus caprichos y sorpresas, le estaba ofreciendo una nueva oportunidad, una oportunidad de encontrar la felicidad en el mundo real.