Esta es la historia de Sofía Bennet, una joven con un sueño muy grande, pero tuvo que dejarlo ir por una tragedia.
Leandro Lombardi un hombre acostumbrado a tener siempre lo que quiere con un pasado que le hizo mucho daño.
Dos personas totalmente opuestas pero con una química impresionante.
¿Podrán dejar fluir sus sentimientos o solo lucharán por evitarlos?
NovelToon tiene autorización de IJGB para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
3 — Está Equivocado.
Sofía Bennet.
Al llegar al restaurante, imaginé que el día pasaría de manera tranquila y relajada, pero me equivoqué por completo.
Desde que crucé la puerta, no he tenido un momento de respiro; he estado trabajando sin parar.
Aunque es extremadamente agotador, no puedo negar que esta experiencia tiene numerosos beneficios.
— ¡Sofía! ¡Niña! ¿En qué estás pensando que no me ayudas con las órdenes? — gritó Gertrudis, desde la cocina con un tono de urgencia en su voz.
— ¡Ya voy, Di! — le respondí alzando la voz mientras me apresuraba hacia la cocina. — Perdona, estaba distraída.
— Se nota, Sofía, pero debes estar atenta. Hoy hay muchos comensales y no podemos dejar pasar esta oportunidad. Así que, por favor, dirígete a la mesa cinco. Tania se encargará de la mesa tres, pero vayan rápido.
Me apresuro hacia mi mesa, mientras que Tania, mi otra mejor amiga, me acompaña.
Ella es una morena de ojos claros y con un cuerpo increíble, además de humilde y sincera.
Al cruzarnos, me regala una sonrisa radiante, y yo, tratando de mantener el buen ambiente, le correspondo con una sonrisa también.
Me detengo a tomar la orden y me llevo la sorpresa de mi vida al ver a Gerardo justo aquí.
Sin embargo, no me preocupa demasiado, ya que nunca ha visto mi rostro debido a la máscara, pero... ¿y si reconoce mi voz?
No, Sofía, cálmate, respira.
Al llegar, actué de forma natural y le pregunté amablemente:
— Buenos días, joven. ¿Qué le gustaría ordenar?
— Buenos días. Un café amargo y una tarta de limón, por favor. — dice sin levantar la mirada del teléfono.
Tomo nota de su pedido y me doy la vuelta para irme, pero él me vuelve a llamar.
— Señorita, ¿puedo hacerle una pregunta? — me dice, y yo asentí con la cabeza. — ¿Es posible que nos hayamos visto antes? Su voz me resulta familiar.
Trago saliva; es imposible que me reconozca.
— No, joven, está equivocado —respondo con calma.
— Oh, lo siento — dice, algo confundido.
Me doy la vuelta para llevar la orden a Gertrudis que esta en la barra.
Al recibirla, me dirijo rápidamente a la mesa; él no dice nada y se lo agradezco, ya que estoy un poco nerviosa.
A los pocos minutos, pide la cuenta y se retira, y es en ese momento cuando Tania se me acerca.
— ¿No era ese Gerardo? —susurra Tania.
Al igual que María y otra de mis amigas, nos solemos presentar en el club para cantar.
Sofía y las tres mosqueteras, no suena mal.
— Sí, lo era. Y me preguntó si él y yo nos habíamos encontrado en alguna ocasión, ya que le parecía que conocía mi voz — dije con calma.
Ella abre los ojos con sorpresa, como si no pudiera imaginar lo que estaba escuchando.
— ¡No lo puedo creer! — exclama, elevando la voz y atrayendo la atención de todos a nuestro alrededor.
— ¡Tania! Por favor, compórtate. Recuerda que tenemos clientes aquí. — le digo, con un tono de molestia en mi voz, tratando de que se calme.
— Lo siento, pero tienes que entender, Sofía. Te reconoció, aunque tú le hiciste creer que no ¿Te imaginas si lo llega a decir? Sería un caos — dice con ansiedad, y es cierto.
— No lo creo, Tania — le respondo con tranquilidad.
Ella sacude la cabeza en señal de desacuerdo.
— Por favor, Sofía, en serio... — no tenemos la oportunidad de seguir discutiendo, ya que nos han llamado a la oficina.
Caminamos juntas y, al entrar, vemos a María siendo regañada por Gastón.
¿En qué momento llegó? No la vi.
Salgo de mis pensamientos cuando nos dice que tomemos asiento. Las tres nos miramos, y Gastón rompe el silencio.
— Las he convocado — comienza a decir con seriedad — porque quiero que me digan con total sinceridad si María ha faltado estos días.
» Les pregunto esto porque, después de mí, nadie ha notado su ausencia en el servicio de las mesas, y eso me parece bastante extraño.
Dirige una mirada acusadora hacia nosotras, como si esperara una respuesta concreta sobre la situación.
— Eso se debe a que ha estado encargada de ayudar en la cocina; incluso yo también he colaborado, y Gertrudis puede confirmarlo — le digo, esforzándome por mantener la calma.
Sus cejas se fruncen, pero no responde, es como si procesará mis palabras.
En medio del silencio, Tania interviene.
— Sofía tiene razón, Gastón. Además, sabes que a María siempre le ha gustado más trabajar en la cocina que atender las mesas — comenta con una sonrisa, lo que provoca un suspiro de Gastón.
— Tienen razón, no me percaté de ese detalle. María, lamento el interrogatorio que te acabo de hacer, pero debes entender que no te vi en tu puesto — dice de manera amable.
— No te preocupes, Gastón, todo está bien — respondió después de un breve silencio.
— Bueno, aclarado el asunto, vayan a trabajar, ya que este restaurante no se atiende solo — afirmó con seriedad, a lo que nosotras nos levantamos rápidamente.
Al salir de la oficina, soltamos un suspiro profundo de alivio que reflejaba la tensión acumulada durante la jornada.
— Eso estuvo muy cerca. Ahora tenemos que hablar con Gertrudis para que nos ayude a mantener la mentira. — comenta Tania mientras comenzamos a caminar por el pasillo.
— Gracias, chicas; realmente me salvaron. — responde María, pero la miro con desagrado, sintiendo la frustración crecer dentro de mí.
— Esta es la última vez, María. No podemos cubriarte cada vez que haces lo mismo — le reproché, claramente molesta por su comportamiento irresponsable.
— Por favor, Sofía, ¿no te das cuenta del estado en el que me encuentro? Me colgaste sin que pudiera terminar de hablar, y preferí venir por ti en lugar de quedarme en mi cama comiendo chocolate y ahogando mi tristeza — dice, su voz sonando lastimera.
— ¡Descarada! No me eches la culpa de que andes como mariposa, todo el día de palo en palo — replique, mientras ella me observa con la incredulidad pintada en su rostro.
— Chicas, ya basta de pelear. En vez de eso, vamos a atender las mesas; además, hay un tema pendiente que debemos discutir — interviene Tania, y tanto María como yo asentimos.
Sin embargo, ella nos observa con una expresión de confusión, sin entender del todo lo que está sucediendo.
Soy consciente de que va a continuar insistiendo en ese asunto, pero creo que es preferible abordarlo directamente.
Si Gerardo realmente me ha reconocido, esto podría traer ciertos inconvenientes o problemas en el futuro.