Realidad Sináptica

El aire fresco del exterior no podía borrar la sensación de terror que aún pesaba sobre Ethan y Lena. La luz del sol era un alivio, pero la realidad de lo que habían dejado atrás, la imagen de David luchando contra los extraterrestres, se cernía sobre ellos como una sombra.

—No podemos dejar que David se quede —dijo Ethan, su voz temblando de desesperación.

—Lo sé —respondió Lena, su mirada fija en el horizonte—. Pero ahora debemos concentrarnos en escapar.

Sin embargo, antes de que pudieran formular un plan, un estruendo resonó detrás de ellos. La puerta del laboratorio se abrió de golpe, y un grupo de soldados alienígenas, armados y decididos, salió en su búsqueda. Sus ojos brillaban con una intensidad inquietante, y sus cuerpos delgados se movían con una agilidad que les hacía parecer aún más amenazantes.

—¡Corre! —gritó Lena, tomando la mano de Ethan y tirando de él hacia un sendero que se adentraba en el bosque cercano.

Mientras corrían, el sonido de sus pasos se mezclaba con el eco de las voces alienígenas que los perseguían. Ethan sentía que su corazón latía con fuerza, cada golpe resonando en su pecho como un tambor de guerra. La adrenalina lo impulsaba, pero también la preocupación por David. ¿Qué pasaría con él?

—No podemos dejarlo —dijo Ethan, deteniéndose un momento para mirar a Lena. Sus ojos se encontraron, y en ese instante, la conexión entre ellos se intensificó.

—Lo sé, Ethan. Pero si no escapamos, no podremos ayudarlo. Debemos ser inteligentes —respondió Lena, su voz firme pero llena de emoción.

Ethan asintió, sintiendo que la determinación de Lena lo llenaba de valor. Continuaron corriendo, zigzagueando entre los árboles, tratando de perder a sus perseguidores. Sin embargo, el sonido de pasos rápidos y el crujir de ramas secas detrás de ellos les recordaban que no estaban a salvo.

De repente, un grito desgarrador resonó en el aire. Era un sonido que helaba la sangre, y ambos se detuvieron en seco.

—¿Qué fue eso? —preguntó Ethan, su voz apenas un susurro.

—No lo sé, pero no podemos quedarnos aquí —respondió Lena, tirando de él nuevamente.

Mientras avanzaban, se encontraron con un claro. En el centro, había una extraña criatura mutante, con escamas brillantes y ojos que parecían brillar con una luz propia. La criatura se giró hacia ellos, mostrando colmillos afilados y una postura amenazante.

—¡Mierda! —exclamó Ethan, retrocediendo instintivamente.

—No tenemos tiempo para esto —dijo Lena, su voz llena de determinación—. ¡Debemos seguir adelante!

Sin embargo, la criatura no estaba dispuesta a dejar que se escaparan tan fácilmente. Con un rugido ensordecedor, se lanzó hacia ellos. Ethan y Lena se separaron, cada uno buscando una forma de evadir a la bestia.

Ethan sintió que su mente se nublaba por el miedo, pero recordó las palabras de Lena: "Debemos ser inteligentes". Con un rápido movimiento, tomó una rama del suelo y la levantó como un arma improvisada.

—¡Lena! —gritó—. ¡Distráela!

Lena, comprendiendo al instante, comenzó a gritar y a moverse, atrayendo la atención de la criatura. Ethan aprovechó la oportunidad y se acercó sigilosamente por detrás. Con un golpe rápido, golpeó a la criatura en la parte posterior de la cabeza. La bestia se tambaleó, pero no cayó.

—¡Ahora! —gritó Lena, corriendo hacia Ethan.

Ambos se lanzaron hacia el lado opuesto del claro, buscando refugio detrás de un gran árbol. La criatura, furiosa, se giró para atacarlos nuevamente, pero en ese momento, un grupo de soldados alienígenas apareció en el borde del claro, armados y listos para la batalla.

—¡No! —gritó Ethan, sintiendo que la desesperación lo invadía.

Los soldados comenzaron a disparar, y la criatura mutante se volvió hacia ellos, olvidando a Ethan y Lena. En medio del caos, Ethan y Lena se miraron, y en ese instante, supieron que debían aprovechar la confusión.

—¡Vamos! —dijo Lena, tomando la mano de Ethan una vez más.

Corrieron hacia el borde del claro, donde los árboles se volvían más densos. El sonido de disparos resonaba a su alrededor, y el aire estaba cargado de tensión. Mientras corrían, Ethan sintió que su corazón se aceleraba, no solo por el miedo, sino también por la cercanía de Lena.

—Ethan… —dijo Lena, su voz entrecortada—. Si salimos de esto, quiero que sepas que…

Pero antes de que pudiera terminar, un disparo resonó cerca de ellos, y ambos se lanzaron al suelo, esquivando el fuego.

—¡No! —gritó Ethan, sintiendo que el pánico comenzaba a apoderarse de él—. ¡No podemos rendirnos!

Lena lo miró, sus ojos llenos de determinación.

—No me rendiré. No mientras esté contigo —respondió, y en ese momento, Ethan sintió que su corazón se llenaba de esperanza.

Con un nuevo impulso, se levantaron y continuaron corriendo. La conexión entre ellos se había intensificado, y mientras luchaban por sus vidas, también luchaban por el futuro que deseaban construir juntos.

Finalmente, llegaron a un pequeño arroyo que cruzaba su camino. Sin pensarlo, saltaron al agua fría, sintiendo cómo el líquido los envolvía. La corriente era fuerte, pero les ofrecía una oportunidad de ocultarse.

—Debemos seguir nadando —dijo Lena, su voz resonando en el aire—. Si nos quedamos aquí, nos encontrarán.

Ethan asintió, y juntos comenzaron a nadar, dejando atrás el caos del claro. Mientras se sumergían en el agua, sintió que la presión del mundo exterior se desvanecía.

—Ethan… —dijo Lena, mientras nadaban—. Si salimos de esto, quiero que sepas que…

—Lo sé —interrumpió Ethan, sintiendo que el momento era crucial—. Yo también siento lo mismo.

Ambos se miraron a los ojos, y en ese instante, supieron que su conexión era más fuerte que cualquier amenaza que pudieran enfrentar.

Con determinación renovada, continuaron nadando, dejando atrás el horror del laboratorio y la incertidumbre de su futuro. Sabían que la lucha no había terminado, pero juntos, estaban dispuestos a enfrentarse a cualquier desafío que se presentara. La corriente los llevó a un lugar más tranquilo, donde el agua se calmó y pudieron tomar un respiro.

—¿Estás bien? —preguntó Ethan, mirando a Lena con preocupación.

—Sí, solo un poco asustada —respondió ella, sonriendo a pesar de la situación—. Pero contigo, siento que podemos superar cualquier cosa.

Ethan sintió una oleada de alivio al escuchar sus palabras. La conexión que habían forjado en medio del caos les daba fuerzas.

—Vamos a salir de aquí —dijo Ethan, tomando la mano de Lena mientras se acercaban a la orilla.

Una vez en tierra firme, se arrastraron entre los arbustos, tratando de mantenerse fuera de la vista. El sonido de los disparos y los gritos de los soldados alienígenas se desvanecía a lo lejos, pero sabían que no podían bajar la guardia.

—Necesitamos encontrar un lugar seguro —sugirió Lena, su mirada escaneando el entorno—. Tal vez podamos encontrar un refugio en las montañas.

Ethan asintió, sintiendo que el tiempo se les acababa. Con cada paso que daban, la urgencia de rescatar a David se hacía más fuerte.

—No lo dejaremos atrás —prometió Ethan, su voz firme—. Encontraremos la manera de volver por él.

Lena lo miró, y en sus ojos vio la misma determinación. Juntos, comenzaron a avanzar hacia las montañas, con la esperanza de que allí encontrarían respuestas y, tal vez, una forma de salvar a su amigo.

Mientras caminaban, el sol comenzaba a ponerse, tiñendo el cielo de tonos anaranjados y púrpuras. Era un recordatorio de que, incluso en los momentos más oscuros, siempre había luz al final del túnel.

—Ethan… —dijo Lena, deteniéndose un momento—. Prométeme que no perderemos la fe.

—Te lo prometo —respondió él, sintiendo que su corazón latía con fuerza—. Juntos, somos más fuertes.

Y así, con la esperanza renovada y la determinación en sus corazones, Ethan y Lena se adentraron en la oscuridad de la noche, listos para enfrentar lo que viniera, sabiendo que su conexión era su mayor fortaleza.