Pasiones Ocultas.

—¡Wow! ¿Y ese rostro? —James, uno de sus amigos, se sentó a su lado y le palmeó la espalda. Samuel había estado recargado sobre la madera de la mesa de la cafetería, con la mirada perdida en la nada, como si estuviera atrapado en mil pensamientos al mismo tiempo. De hecho, nada más alejado de la realidad.

—Una pesadilla, James. Una muy fea —murmuró con molestia.

—Déjame adivinar —James puso una mano en su barbilla, simulando estar pensando profundamente. Luego, con un chasquido de dedos, abrió los ojos y miró a Samuel—. Derek Blackwell, ¿cierto?

Samuel asintió casi al instante.

—Pero no solamente él, todo lo que lo rodea y lo que hace —dijo frustrado—. Va por ahí besando chicas y diciendo que solamente son sus amigas. Dime, ¿qué clase de amigo le mete la lengua hasta la garganta a su amiga? —Samuel estaba irritado y ofendido. Aunque no era una persona retrógrada, no podía comprender muy bien a las personas que querían una relación abierta sin sentimientos de por medio.

Era demasiado complicado para una persona que creció con el amor de ambos padres, los cuales eran monógamos.

—Bueno, querido amigo, no todos piensan como tú —James se recargó en el hombro de Samuel con familiaridad y suspiró pesadamente, como si recordara algo, o a alguien—. Otras personas piensan que las relaciones serias y las etiquetas de novio o novia están en el siglo pasado. Muchos dicen que lo de hoy son las relaciones abiertas, el poliamor y toda esa mierda. Lastimosamente, algunas ni siquiera se enteran de que están en una relación abierta o viviendo un poliamor indirectamente. Ya sabes, la infidelidad entra en esos casos.

Samuel asintió. Para él, todo eso iba en contra de lo que consideraba moralmente correcto. Lo que Derek hacía era, sin duda, una actitud que reprobaba sobremanera.

—Pero Derek no es alguien infiel y todo lo que hace, bueno, pues ellas están de acuerdo —continuó James.

El silencio se hizo presente entre los amigos. Samuel era consciente de que, de hecho, James tenía la razón. Derek jamás había obligado a nadie, ni mucho menos había iniciado una relación o engañado a alguien. Derek hacía todo con consentimiento. Pero eso no lo hacía enojarse menos.

—Me preocupa Jenny y ahora Lily —Samuel volvió la mirada hacia el ventanal que daba al jardín izquierdo de la universidad—. Míralo, coqueteando con todas esas chicas al mismo tiempo. Simplemente me enferma.

Samuel siguió concentrado en observarlo hasta que los ojos oscuros de Derek conectaron con los suyos. Esa mirada arrogante y seductora parecía envolver a cualquier persona en una maraña de sentimientos infundados. Derek le sonrió y él se giró bruscamente.

—¿Sabes qué es lo peor de todo? —continuó Samuel, apretando los puños—. Es que parece disfrutarlo. Disfruta sabiendo que puede tener a cualquier chica que quiera con solo una mirada. Es como si jugara con ellas, como si fueran marionetas.

James asintió lentamente, comprendiendo la frustración de su amigo. Sabía que Derek tenía una forma de ser que podía resultar irritante, especialmente para alguien como Samuel, que valoraba las relaciones sinceras y honestas.

—Entiendo tu punto, Sam —dijo James—. Pero tienes que recordar que cada persona es diferente. No todos buscan lo mismo en una relación. Para algunos, lo que hace Derek puede ser emocionante y sin complicaciones. Para otros, como tú y yo, eso no tiene sentido.

Samuel suspiró, sintiéndose un poco más aliviado al saber que alguien lo entendía.

—Gracias, James. A veces siento que soy el único que ve las cosas de esta manera. Pero no puedo evitar preocuparme por Jenny y Lily. No quiero que salgan lastimadas.

—Lo sé, amigo. Pero tienes que confiar en que ellas también saben lo que están haciendo. Jenny y Lily no son ingenuas. Ellas pueden cuidar de sí mismas.

Samuel asintió, pero no pudo evitar sentir una punzada de preocupación en su pecho. Aunque sabía que James tenía razón, no podía dejar de pensar en los posibles problemas que podían surgir de las acciones de Dereck. Pero por ahora, tendría que confiar en sus amigas y esperar que todo saliera bien.

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—¡Hey! Princesa. —La irritante voz de Derek hizo que Samuel rodara los ojos, pero no detuvo su andar. Siguió avanzando a paso apresurado, casi trotando por el pasillo vacío de la universidad—. ¡Príncipe! —volvió a llamarlo con tono insistente, pero Samuel no pensaba detenerse a conversar—. Samuel, espera. —Derek lo alcanzó al fin y lo detuvo tirando de su brazo con un poco de fuerza.

—¿Qué es lo que quieres? —dijo hastiado.

—¿Sigues molesto por lo que pasó en el taller? —preguntó con un tono de diversión—. Vamos, somos jóvenes y hormonales, todos hemos tenido nuestros momentos calientes en lugares un poco... inapropiados.

Samuel sintió ganas de golpearlo en el rostro en ese momento.

—¿Hormonal? Tienes veinticinco, Dereck. Eres joven, pero ya no estás en la etapa hormonal —contraatacó. Derek elevó los hombros con una sonrisa burlona.

—Bueno, pero no me puedes culpar por querer divertirme un rato con mi amiga —Derek se recargó en la pared del pasillo y cruzó los brazos, dejando ver sus marcados músculos—. No me digas que tú no lo has hecho —preguntó de manera sugerente mientras le guiñaba un ojo.

—No preguntes esas cosas —respondió sonrojándose hasta los oídos.

—Para qué me molesto, tienes una cara de virgen que se te nota a kilómetros.

Ese fue su límite. Samuel, con todas las fuerzas que tenía, golpeó el brazo de Dereck, pero parecía que tanto entrenamiento en el boxeo lo había hecho inmune a golpes como los de él.

—Como pensé —Derek tocó el brazo donde había sido golpeado—. Es como el piquete de un mosquito.

—Cierra la boca, Blackwell —dijo Samuel con una mirada seria.

—De acuerdo, de acuerdo, no lo mencionaré de nuevo —Derek levantó las manos en forma de rendición—. Déjame disculparme apropiadamente por dejarte ir en taxi ese día.

—Bien, solo tengo una idea de cómo puedes disculparte.

—¿Ah, sí? Vamos, habla.

—No me vuelvas a hablar nunca. Esa es una magnífica manera de disculparte.

Samuel se dio media vuelta y se alejó por el pasillo. Derek lo miró hasta que dobló una esquina y desapareció de su vista. No volverle a hablar, ja, estaba soñando si pensaba que iba a cumplir con esa petición absurda.

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—Lily, ¿qué haces aquí? —Samuel estaba sorprendido por la repentina aparición de la chica. La academia a la que asistía estaba del otro lado de la ciudad; ella no tenía por qué estar en la Universidad Mitchell.

—Bueno, si la montaña no viene a mí... —respondió con una sonrisa casi angelical. Samuel suspiró internamente.

—Te dije que no está disponible. Él tiene una... ¿amiga? —mencionó, sin siquiera tener un nombre para esa amistad o relación. Lo que sea.

Lily había estado insistiendo en que le concertara una cita con Derek, pero él seguía negándose una y otra vez. No podía permitir que su amiga se involucrara con un playboy que nada bueno podía ofrecerle.

—¿Y eso qué? Mientras siga llevando el título de amiga y no de novia, aún tengo oportunidad —Lily estaba entusiasmada con Derek. Sus ojos brillaban y no podía evitar mover su cabello con los dedos.

Samuel cerró los ojos por un par de segundos y recordó las palabras de James: "ellas pueden cuidar de sí mismas".

—Bien, pero no te involucres mucho —advirtió—. Ve a por él y mucha suerte.

Samuel estaba a punto de pasar de largo, pero la suave mano de Lily lo hizo detenerse.

—No puedo ir sola —murmuró—. Derek es tan imponente, tan atractivo, que me da miedo siquiera hablarle y equivocarme en algo.

—No es tan grandioso —escupió Samuel con disgusto, volviendo su mirada hacia otro lado.

—¿Quién no es tan grandioso? —La conocida e irritante voz de Derek se hizo presente a sus espaldas. Samuel estaba a punto de girarse, pero el pesado brazo de Derek se posó sobre sus hombros, abrazándolo y causándole escalofríos por toda la columna vertebral.

—Derek, hola —saludó tímidamente Lily mientras se acercaba a él para darle un beso en la mejilla. Derek se inclinó a su altura sin soltar a Samuel y le devolvió el saludo, haciendo que la chica llorara internamente de felicidad.

—Hola, Lily. Qué sorpresa verte por aquí —dijo Derek, manteniendo a Samuel a su lado con firmeza.

—Sí, yo... vine a verte. —Lily tartamudeaba ligeramente, intentando mantener la compostura—. Quería hablar contigo.

—¿Ah, sí? ¿Sobre qué? —Derek le sonrió, encantador.

—Bueno, eh... —Lily miró a Samuel, buscando apoyo—. Quería invitarte a una fiesta este fin de semana.

Samuel sintió un nudo en el estómago. No quería que Lily se metiera en ese mundo, pero sabía que no podía protegerla siempre.

—¿Una fiesta? Suena divertido. —Derek le guiñó un ojo a Lily, quien se sonrojó intensamente—. ¿Qué dices, Samuel? ¿Vamos los tres?

Samuel parpadeó sorprendido, sin saber cómo responder. Derek lo estaba poniendo en una posición incómoda a propósito.

—Yo... no sé. —Samuel balbuceó, sintiéndose atrapado. No quería asistir a la misma fiesta que Derek Blackwell.

—Vamos, Samuel, será divertido —insistió Derek, apretando un poco más su abrazo.

Lily miró a Samuel con ojos suplicantes, y él no pudo resistirse.

—Está bien. Supongo que iré —cedió finalmente, con un suspiro.

—Genial. Entonces, nos vemos el fin de semana —concluyó Derek, sonriendo con satisfacción.

Lily estaba radiante de felicidad, y Samuel solo podía esperar que todo saliera bien y que su amiga no saliera herida de todo aquello. Mientras se alejaban, Derek mantuvo su brazo sobre los hombros de Samuel, quien sentía un torbellino de emociones encontradas.

—¿Quieres que te lleve a tu casa? —preguntó Samuel mientras abría la puerta del automóvil que ya lo estaba esperando. Se sintió aliviado cuando vio el auto estacionado, ya no tendría que soportar la pesada mano de Derek sobre sus hombros. Odiaba la cercanía con la que iban.

—No hace falta —respondió ella—. Ve con cuidado.

Samuel asintió y le dio un beso en la mejilla como despedida, después subió al auto y el chófer arrancó.

—Tienen muy buena amistad, eh —comentó Derek, viendo cómo el auto se perdía entre el tráfico.

—Umm, él me ha ayudado mucho en el ballet —la timidez con la que hablaba la chica le recordaba mucho a la primera vez que habló con Samuel. También se veía nervioso y un poco tímido ante su presencia.

—Bueno, yo también tengo que irme, tengo práctica de box —Derek acomodó la mochila en su hombro y miró a la distancia su motocicleta.

—Derek, yo... —Lily bajó la mirada un poco avergonzada y con las mejillas rosadas, pero decidió dejar la vergüenza a un lado y hablar—. ¿Me podrías llevar? No sé cómo puedo llegar a mi casa desde aquí en bus y los taxis me dan miedo.

—Tengo entrenamiento de box —ella puso una mirada triste—. Pero si gustas, podrías acompañarme y después te llevo a tu casa, si no tienes inconveniente.

—¡Claro que no! —su emoción fue difícil de esconder y Derek sonrió de lado. Eran muy claras sus intenciones desde el primer segundo—. Ningún inconveniente.

—Perfecto, entonces vamos.

Él la guió hasta la motocicleta y le dio el casco. Después de que ambos estuvieron listos, arrancó hasta el gimnasio donde entrenaba.

Lily se aferró con fuerza a su cintura y no desaprovechó la oportunidad de pegar su cuerpo al contrario. Derek solamente pudo negar internamente. Esa chica de verdad que estaba interesada en él.

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Samuel llegó a su casa y se dirigió directamente a su habitación. Cerró la puerta con un suspiro de frustración y se dejó caer en la cama. La situación con Derek lo estaba agotando mentalmente. No entendía por qué sentía tanta rabia cada vez que veía a Derek coqueteando con otras chicas, especialmente con Lily. Había algo más profundo, algo que no quería admitir.

Sacó su celular y vio un mensaje de James: "¿Cómo estás? ¿Hablaste con Derek?"

Samuel soltó un suspiro y respondió: "Sí, hablamos. No cambió nada."

James le contestó rápidamente: "Sabes que podrías ignorarlo, ¿verdad? No vale la pena."

Samuel frunció el ceño. Ignorar a Derek no era tan fácil como sonaba. Cerró los ojos, intentando calmarse, pero la imagen de Derek sonriendo burlonamente seguía apareciendo en su mente.

Decidió ponerse a trabajar en sus tareas de la universidad para distraerse, aunque su mente seguía volviendo a los eventos del día. Derek y sus constantes provocaciones, Lily y su entusiasmo por alguien que no le convenía... todo era un caos.

Al caer la noche, Samuel se recostó nuevamente en su cama, pensando en cómo enfrentar la próxima interacción con Derek. Sabía que evitarlo no era una opción; tendría que encontrar una manera de lidiar con sus sentimientos y la situación en general.

Finalmente, se quedó dormido, esperando que el nuevo día trajera alguna solución a sus problemas. Pero en el fondo, sabía que la verdadera batalla no era con Derek, sino consigo mismo y sus propios sentimientos contradictorios.