AMOR A DOMICILIO

LYA CAMPOS

Salí a las 6 de la pizzería, tenía un poco de tiempo para cenar e ir al otro trabajo. Aunque siendo honesta me sentía un poco mal por todo lo que había sucedido. Era como si mi cuerpo me pasará factura. Empecé a tener un poco de temperatura.

Tenía ganas de renunciar a la pizzería y buscar otro trabajo que no tuviera nada que ver con entregas rápidas. Recoger lo más rápido ese dinero y pagarle.

No caminé ni una cuadra cuando vi el bendito automóvil de William. Él salió cuando me vio.

— Te dije que quería verte.

— Y yo te dije que estaba en mi trabajo.

— Sube, quiero que hablemos.

— No tengo nada que hablar contigo. Además, voy a mi otro trabajo. Así que, buenas tardes.

Seguía caminando. Sentía unas punzadas en mi corazón. Verlo a él, era recordar que mi vida es miserable.

— Entonces te llevo a tu trabajo, quiero que hablemos.

— Prefiero caminar antes que ir junto a un maldito narcisista egocéntrico, que no ve más allá de su nariz.

William puso una mirada seria, estaba furioso. Aunque entendía que había rayado su auto de lujo, porque si es de lujo, y tengo que pagar por qué lo hice, lo que no comprendo es porque me molesta de una manera tan infantil, me recuerda un poco a Ashly.

— A mi nadie me dice que no. Sube al auto.

En eso Dante detuvo su moto.

— Lya, ¿Todo bien? ¿Te llevo a casa?

— Amor— Dante abrió sus ojos, de la sorpresa, pero entendió rápido.

—¿Tienes novio? — preguntó Willian.

— Si. Dante es mi novio.

William se veía confundido. No dijo nada más, y se subió a su auto.

Mientras, yo le tomaba la mano a Dante.

— Perdón por tomarte la mano.

— Te llevo a casa.

— Tomé un trabajo de medio tiempo. Puedes llevarme ahí por favor.

— ¿Y él quién es?

— Es una larga historia.

Dante me llevó a la tienda y se fue. Al rato entró William.

— Te juro que voy a llamar a la policía, esto es acoso. ¿Qué quieres de mí? Maldita seas.— me puse a llorar.

Recordé que había cámaras en la tienda. Se acercó Estela, una de las chicas que también trabajaba en la tienda.

— Sal y habla por favor— miró de reojos las cámaras.

Le tomé la mano a William y lo saqué de la tienda a jalones.

— Dime qué es lo que quieres, es ilógico lo que haces. No entiendo por qué me molestas.

— Quiero que me hagas compañía en mi departamento.

— No soy una prostituta.

— ¿Te estoy pidiendo sexo? Solo compañía.

Él sacó del auto, aquel papel que había firmado.

— Mientras tú no hayas pagado, harás lo que yo te digo. Tú firmaste, si leíste o no, ese es tu problema. Así que, quiero que me acompañes a mi departamento.

¿Cómo pude firmar sin leer? Nací con una maldición y por eso mis padres me dejaron en el orfanato.

— Si te niegas, tu suma aumenta.

—¿Cómo quieres que te pague si no me dejas trabajar?

— Está bien, si en un mes no está mi depósito, vendré por ti harás lo que yo quiera.

WILLIAM VON BRAUN

Ella entró a la tienda.

Entré al auto y quedé un rato ahí. Entre más me rechaza, más la quiero cerca. Es como una pequeña obsesión desde el día que la vi.

Me fui a casa de mis padres un rato.

— William mi amor, estaba a punto de llamarte para que vinieras. Hoy viene a cenar Marisol— hablaba mi madre.

Marisol es la hija del CEO de la empresa tecnológica. Yo detestaba a Marisol, ella era una putilla.

Durante la cena, estando reunidos, mi madre comenta.

— Ya que están aquí, y hemos hablado con tus padres, Marisol, y llegamos a un acuerdo, ustedes dos están comprometidos y en dos semanas haremos la celebración de compromiso.

—¿Qué? Yo no me quiero casar con Marisol.

— Con ella te casas.

— Ma, no me hagas esto.

— Es hora de buscar sentar cabeza, en cuanto te gradues te casas.

Me levanté de la mesa.

— No voy a casarme con nadie.

WILLIAM VON BRAUN

Salí de la casa de mis padres molesto, no quiero casarme aún, menos con Marisol, quien es una chica que se acuesta con todo mundo.

Subí al auto y conduje hasta la tienda donde está trabajando Lya, se que dije que le daba un mes para que pague y hasta ese momento iba a aparecer delante de ella, pero quiero verla.

Estuve afuera hasta que el turno de Lya terminó. Era cerca de las 11 de la noche. Ella empezó a caminar.

Recibí una llamada.

— Hola.

— William, ven a mi apartamento— Era Elena una de esas amiguitas cariñosas de la universidad.

— Lo siento, hoy no me apeteces. Buenas noches.

Conduje muy despacio, casi siguiendo los pasos de Lya. Ella llegó a su edificio.

Está chica me está volviendo loco. ¿Por qué me rechaza? Todas quieren algo de mí, Pero ella es grosera, distante y malcriada.

Regresé a mi departamento.

¿Casarme? Mis padres están locos. Le di vuelta a ese asunto.

Dormí un par de horas, me despertó el despertador, Pero no fui a clase. Tocaron el timbre.

Tan de mañana y quien puede ser.

Abrí la puerta.

— ¿Qué haces aquí? Vete— era Marisol.

— Seré tu prometida, así que no seas mal educado. Las cosas anoche no fueron como deseé y sabes que nuestro compromiso es un arreglo comercial.

— Ni se te ocurra entrar, que no te he invitado.

Marisol que abalanzó sobre mí, queriéndome besar. La tomé del brazo y la saqué de mi departamento.

Los únicos labios que quiero que me besen son los de Lya... ¿Qué diablos estoy diciendo? Yo no necesito de nadie. Me fui a la cama, pensando en Lya.

 Llamé a Elena.

— Está noche quieres ir a tomar algo conmigo.

— Claro, mi amor. ¿Pasas por mí o nos encontramos en el antro de siempre?

— En el antro. A la misma hora.

— Así quedamos.

Continué con mi vida llena de todo, pero había algo que me mantenía vacío.

Pasé por la tienda donde trabaja Lya. Ella cuando me miró volteó los ojos. Caminé por el súper y tomé una caja de condones. Pasé a pagar.

— Es $1 por su compra— miré directo a los ojos de Lya.

— Gracias— le di efectivo y le sonreí— tal vez quieres que pase está noche por tu cuarto.

Ella se sonrojó frunciendo el entrecejo.

— No soy una puta como todas tus amiguitas. ¿Puedes irte?

— No. Se me olvidó comprar algo más.

Di otra vuelta en la tienda. Siendo un poco honesto conmigo mismo, estaba ahí por ella. Lo que para ella era una molestia para mí era un momento para verla. Ella se le acercó a una chica que arreglaba un estante, se quitó el mandil y salió de la tienda.

Dejé lo que tenía en la mano y salí tras ella.

— Lya.

— No me sigas por favor. Ve con tus condones y revuélcate con tus amigas y a mí déjame en paz. Verte la cara me enferma.

Me detuve, la dejé caminar. Llamé a Elena.

— Llega ahora mismo a mi departamento.

Subí al auto y me fui a esperar a Elena a mi departamento, cuando llegué ella estaba afuera.

— Tan obediente.

— Por ti cualquier cosa. Ya sabes que te amo.

—¿Me amas? No digas cosas estúpidas.

Entramos y empezamos a besarnos. Sentía tan sentido esos besos.

— Sabes que vete. Ya no quiero nada— ella acariciaba mi rostro.

— Terminemos lo que acabamos de empezar.

— Si eres tan obediente, solo vete. Ya se me quitaron las ganas.

Elena salió molesta.

LYA CAMPOS

Llegué a mi cuarto. Y es en serio cuando digo que ver a William me enferma.

Estoy decidida, voy a a renunciar a la pizzería.

Al día siguiente, renuncié a la pizzería. Me regresé a mi cuarto. Quería descansar un poco, pero mis problemas financieros me tenían estresada. Con costo sobrevivía, y ahora tenía que pagar dinero. Él sueldo me alcanzaba para medio comer y pagar el cuarto. Tenía que pensar como ajustarme las tripas para ahorrar. Me sentía frustrada. Empecé a tener fiebre.