Quédate Conmigo

Morgana esperaba pacientemente en la entrada de su oficina, hoy era el día que Edgar se mudaria a su edificio y ella no estaba contenta.

Sabia que su proximidad era peligrosa y mantener el secreto mientras el estuviera aquí le iba a costar muchísimo trabajo. Ella jamás se había imaginado que Edgar era su nuevo socio comercial y aunque tuviera esta oportunidad en sus manos, estaba dispuesta a dejarlo ir con tal que no arruinará su vida ahora mismo.

Sin embargo, a pesar de los días, Edgar no reconoció a Morgana y ella sentía que aquello era una victoria ganada. No necesitaba más drama en su vida, para eso tenía a Ronald.

—Te vez demasiado ansiosa—Eider llego a su lado y le extendió los planos del último piso—¿Que? ¿Te gustó el chico del elevador?

—Creo que estás hablando tonterías, Eider.

—¿Tonterias?—Resoplo—Mirate estas a punto de mover la cola esperando a que entre. Y ni hablar de tu ropa ¿No utilizabas esa ropa para ir a fiestas de beneficiencia?

Morgana miró su atuendo y se ruborizo, sí aquel vestido era profesionalmente para aquellos eventos, pero esta mañana, cuando se alistaba para venir, fue lo único que sus ojos miraron cuando abrió el clóset.

Su vestido era elegante, se amoldaba perfectamente a su cuerpo, su vestido de tirantes dejaba ver el pequeño lunar que tenía en el hombro y dejaba el vestido a la rodilla. Ella jamás iba a la oficina en vestido y ahora, Eider al parecer era la única que se daba cuenta.

—No tenía ropa que ponerme—La despidió con la mano— Ronald no anda bien últimamente y parece un zombie la mayor parte del tiempo. Es irritante.

—No lo comprendes porque no te haz enamorado—Ella rodeo la mesa del recibidor y se dirigió hacia la cafetera— Ronald esta desesperado por estar con el amor de su vida.

—Para mi esas son tonterías. No necesito que sea una carga.

—Espero realmente estar presente cuando te enamores. Porque ahora solo eres molesta.

Para Morgana el amor era una completa tontería, aunque jamás había estado enamorada no lo veía necesario, ella se sentía completamente satisfecha con la vida que tenía ahora. Un hijo y un esposo que no le complicaba la vida con tonterías como celos o besos asquerosos, ella vivía la vida tan normal que no importaba lo demás.

Así que camino hacia su mejor amiga la tomo de los hombros y la miro directamente a los ojos.

—Jamás lo hare— Le dijo lo más seria posible— Jamás me enamoraré.

—¿Te estas escuchando?—Se separó de ella— Es una estupidez.

—Yo coincido con la señorita Morgana —Edgar miro a ambas chicas y saco una sonrisa seca de sus labios— El amor no existe, solo es una mentira de mercadotecnia para vender tonterías cursis.

Morgana giró hacia Edgar y le gustó lo que miraba, la delgada barba que tenía el día anterior había desaparecido, sus ojos azules idénticos al de su hijo, la miraron con intensidad y diversión.

—Vaya, nunca pensé que hubiera más de dos personas pensando igual, es... interesante—La rubia subió su ceja en señal de complicidad, ambos eran tal para cual.

—Bienvenido, señor—Morgana cambio su expresión— La planta alta esta completada, aquí están los planos y las rutas de evacuación.

El hombre asintió y miro en dirección de la rubia que se había quedado pasmada mirando al chico. A la mejor amiga de Morgana le gustaba y eso era más claro que el agua.

—Invito a todos los de su oficina a una cena especial en mi casa, ¿Puede mandar un memorándum?

Eider sonrió en respuesta y asintió con fuerza dejando a Morgana y Edgar mirándose frente a frente.

—Es muy educado de su parte, señor.

—Oh, vamos puede decirme Edgar, me hace sentir viejo— Él se acercó a ella y la chica sintió su proximidad— Solo es un placer que usted me acompañe a mi casa.

La proximidad de ambos se volvía fuego en el aire, ambos se atraían físicamente y eso era algo que Edgar no ignoraba. Había visto su expresión en los pasados días y ahora mismo, se veía como su cuerpo respondía al suyo.

Hoy iba a ser su noche, hoy iba a hacerla suya y luego se iba a olvidar de aquella extraña atracción que lo mantenía despierto toda noche.

Morgana era una mujer atractiva pero para Edgar que había tenido múltiples amantes en la cama, era solo una chica más. Aunque jamás involucraba su trabajo con el placer, Morgana lo había hecho sentirse diferente, como si ambos se conocieran de toda la vida. Incluso ahora, que la tenía frente a frente, sus manos sudaron y por su nuca se deslizó una gota de sudor.

Estaba nervioso.

Eso jamás lo había pasado... a excepción de Holly.

Edgar jamás se permitía pensar en Holly pero ahora, su cuerpo lo traicionaba haciéndolo sentir como adolecente, algo que claramente lo hacía recordar a su ex prometida.

Morgana lo vio perdido en sus pensamientos y aprovechó el momento para deleitar con sus propios ojos al hombre que alguna vez fue suyo.

Edgar Smith era guapo, su cabello color bronce se encontraba perfectamente peinado dando la elegancia que ella jamás conoció cuando lo vio por primera vez, su masa muscular había aumentado por lo que lo hacía ver más mayor y guapo. Y ni hablar de lo que más le atraía a Morgana, sus ojos color azul que nunca había olvidado a pesar de sus seis años de distancia.

—¿Soy atractivo para ti? —Edgar se acercó peligrosamente al rostro de la chica— Si quieres, esta noche...

—Está noche, mi esposa está ocupada. — Ronald apareció por la puerta, su rostro de diversión era evidente.

Edgar se paralizó ante las palabras que había escuchado, jamás había imaginado que aquella mujer estuviera casada hasta que vio el anillo en sus dedos. Un gran diamante brillo.

—¿Que haces aquí, Ronald?—Morgana estaba evidentemente molesta, siempre venía a lo mismo y hoy no tenía suficiente humor para lidiar con él.

—Necesitamos hablar.

—Creo que no tengo tiempo suficiente hoy, ¿Podemos hablar en casa, cuando vuelva?

Ronald asintió maravillado por lo que acababa de ver, claramente recordaba al chico y era imposible no negar que aquel hombre era el padre de Jacob.

Ambos hombres se miraron y la sorpresa de Edgar era evidente, el quería alejarse de ahí para aclarar su mente, no podía ser que jamás se había dado cuenta que la chica que estaba a punto de meter en su cama, tenía esposo.

—Creo que no nos han presentado formalmente—Ronald camino hacia el chico y puso su mejor sonrisa—Soy Ronald Kennedy, esposo de Morgana.—El hombre extendió la mano hacia él y Edgar solo lo miro sin saber que hacer.

—Soy Edgar Smith, CEO de Global Empreses. Un placer, conocerlo.

Ronald asintió y miro a Morgana que miraba con horror la escena. Sin embargo en sus pensamientos sólo pensaba diferentes maneras de alejarlos.

—Esta noche también está invitado a la cena en mi casa—Solto de la nada, ni siquiera estaba pensando con claridad— Claro, si le gustaría asistir.

—Creo que esta noche pasaré por su invitación, tengo que cuidar a....

—¿Porque no regresas, Ronald?—Dijo con nerviosismo la chica, ni siquiera quería que Edgar supiera que tenía un hijo.—Hablamos después.

Ronald miró maravillado la escena, era evidente que a Morgana le gustaba el chico porque aunque tuviera motivos para correrlo, su nerviosismo y rubor la delataban completamente. Aunque no era evidente a los de su alrededor, él que la conocía perfecto, sabía cómo se comportaba cuando alguien le gustaba enserio.

—Esta bien, disfruten su noche.

Entonces se retiró y Morgana hizo una huida magnifica para evitarse las preguntas que la bombardeaban los ojos azules que la observaban.