Diana es una mujer que llegó a la gran ciudad cuando apenas era una adolescente, tuvo que trabajar en diversos oficios, hasta que conoció a Lucas, el hombre que la llevaría a conocer el mundo de las Damas de compañía...
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¡Beso, beso!
Diana.
Y aquí estoy, tomando sol y deleitándome con el cuerpito de mi novio de mentiras, lástima lo idiota que es. Su familia es un amor, yo creo que él es adoptado porque para nada tiene el carácter de sus padres y mucho menos el de su dulce hermana, quien me resulta tan guay, es toda una monada. Tan diferente al amargado de su hermano que solo sabe regañar por si hacemos esto, o hacemos esto otro, ¡Uish, se va a envejecer temprano!
Bueno, como les vengo diciendo, muy aparte de que sea un amargado, el muy hijo de su Santa Madre, está como quiere, me lo comería completito y me chuparía los dedos.
- Podrías dejar de verme como si fuera un plato de comida. - me susurra cuando está cerca.
- Yo no tengo la culpa de que físicamente estés tan comestible. - le digo encongiéndome de hombros.
- ¿Siempre eres así tan desfachatada?
- Realmente... - Lo miro coqueta y muerdo la punta de mi lengua, recorriéndolo con la mirada y noto que no le soy tan indiferente - puedo ser peor. - me río por su cara de puritano.
¡Grrrr! Como me gustaría hacerlo pecar, de seguro me gano el infierno por corromper a un santo.
Teodoro
- ¿Qué es eso que llevas puesto?, apenas si cubre algo - me dice el santurrón.
- Mi vestido de baño, por supuesto, ¿qué pretendías que me colocara? ¿Acaso un traje de baño de la Inquisición?
Diana
- No, pero por lo menos algo menos... ¿revelador?
- ¡Ostia tío! Vamos, que le quitas el color a todo, creo que si me tocas es posible que me llueva fuego encima por meterme con un santo.
- No soy un santo, pero tú te pasas de pecadora.
- Bien que sé que te quisieras quemar en mi hoguera, hasta gratis te lo haría. - hago un gesto con mi lengua empujando mi mejilla por la parte interna, me causa gracia lo colorado que se pone - Ya sabes, si me necesitas, voy a estar dándome un caliente baño. - le paso mi dedo índice por todo su pectoral, mientras él me desafía con la mirada.
- Eres... - no logró terminar porque lo dejé hablando solo.
Me fui moviendo las caderas lo más que pude, sé que no despegó sus ojos de mi culo en todo lo que duré en desaparecer de su campo de visión.
Por la noche sus padres nos invitaron a cenar por fuera, y como me encanta ponerlo cardíaco, me he colocado un lindo vestido, ¡tan yo!, que sé que le dará un infarto apenas me vea. No sabe lo que me divierto con su sufrimiento, creo que se ha convertido en mi pasatiempo favorito.
- ¡Madre mía! - es su primera expresión cuando me ve bajar las escaleras, un poco antes de que visualice a su madre, después de mí - Estás, estás...
- ¿Preciosa? ¿Radiante? - le pregunto.
- Sí, te ves muy bien mi muñequita. - me dice, mientras me aprieta contra él con una sonrisa más falsa que un billete de tres mil - Siempre me quieres retar, ya me las pagarás algún día.
- Eso quiero verlo. - le digo, fingiendo arreglar su corbata que apreto un poco más.
- Se ven tan tiernos, son una linda pareja, hijo. - dice mi suegris de mentira.
- Sí, mi cuñada es tan bonita que parece una barbie y mi hermano es su Ken.
Ambos reímos con hipocresía, si esos pobres supieran que su hijito no me tolera porque para el solo soy una prostituta, cosa que no es así, ser dama de compañía no significa que vendo mi cuerpo, solo doy mi servicio de compañía, ya si quiero tener sexo, es algo muy personal. Sin embargo, para él soy la más pecadora del mundo, sobretodo por mi vestimenta, pero a mí me gusta mi ropa, si puedo lucir mi cuerpo, lo hago.
- Nunca los he visto besarse - reflexiona mi cuñis de mentira y yo quiero morir de risa.
- Es cierto, ahora que lo pienso - dice mi suegris de mentira.
- Mamá, sabes cómo soy.
- Nada de eso, tienes que demostrarle tu amor a esta belleza, sino, cualquiera va a creer que es soltera.
- ¡Beso, beso! - canturrea mi cuñis de mentira.
Creo que ahora si le va a dar un infarto, coloca sus grandotas manos alrededor de mi pequeña cintura y me aprieta más a su cuerpo, me susurra antes de besarme, me dice que solo lo hace para no levantar sospechas. Su beso es tímido al principio, luego se torna tremendamente posesivo, al punto de dejarme sin aliento y deseando más.
¡Maldito! Tenía que estar tan bello, ser tan grandote por todos lados, porque sí, aquí estoy sintiendo su polla dura contra mi vientre.
- ¿Satisfechas? - pregunta y ambas mujeres asienten sonreídas - Vamos que papá nos está esperando ya en el coche.
Salimos los cuatro, él y yo, tomados de la mano. Aún estoy en la nebulosa en la que me dejó ese beso de hace un momento, no quiero sentirme así, deseando demasiado a un hombre que me cree muy poca cosa.
Gracias por tan excelente novela.