Daniela es una joven madre soltera que vive con su madre. Una mañana llega a su puerta un hombre joven buscando a su madre. Su nombre es Enrique, un joven militar que ha venido a cumplir la promesa que le hizo a su mentor. En este breve encuentro, Daniela y Enrique sintieron una conexión con tan solo mirarse. ¿Acaso todo lo sucedido ha sido un capricho del destino para que ellos se conocieran y juntos poder sanar sus heridas del pasado?
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Capitulo V La trágica noticia.
El impacto de la noticia creó un ambiente diferente entre los dos interlocutores.
Uno se encontraba conmocionado por la pérdida de ese casi padre que lo apoyó y hasta incitó a realizarse en otro campo laboral. Y la otra, su conmoción resultó diferente, era rabia por no aprovechar el tiempo, por todo lo que le quitó: el tiempo, la vida, las circunstancias, quien sabe.
Por un breve espacio de tiempo congeniaron en los sentimientos desde diferentes perspectivas pero con una conexión latente.
Ese momento fue interrumpido por Elena cuando solícita a su hija que me sirva un jugo.
Levante la mirada y pude observar a la chica que se dirige hacia otro espacio de la pequeña casa, el cual asumo es la cocina.
Digo: - Señora Elena, siento mucho. Lo que sucedió. - Y más ser portador de esa noticia. Todo lo dije de forma rápida para no ser interrumpido.
Ella solo hizo un movimiento de cabeza para indicar que entendía, y continúe mi relato.
El señor Luis Felipe al final estaba muy delicado del corazón. No aguanto más.
Aún no entiendo como llegó a ese estado. Y digo esto. Más para mí que para ella.
Hago una pausa y ella levanta la mirada y entiendo que quiere escuchar todo.
Hace aproximadamente tres meses coincidí en la ciudad donde vivía con su familia y como siempre que estaba allí pasaba a visitarlo, me sorprendió verlo tan desmejorado, pero dijo estar recuperándose de una tediosa enfermedad.
Ese día me preguntó si podía viajar a cualquier parte del país, y si podía contactar a una persona, obviamente respondí que sí.
Yo continuaba con mi relato y ella solo asentía con la cabeza agacha y viendo dolor y tristeza en su mirada, le conté rápidamente lo que sucedió. y, el sobre que me entregó que era para ella.
Fuimos interrumpidos por la chica quien traía un vaso de jugo en una bandeja, la cual colocó en una mesa de centro que se encontraba en medio de los dos, me entregó el jugo y asentí con un movimiento de cabeza dándole las gracias.
No quería mirar a la chica, no era momento de ser "conquistador", pero ella, desde dónde estaba ubicada me estaba detallando así tipo escáner. Ja, ja, ja reí para mis adentros, y continué tomando mi jugo.
Al cabo de unos minutos continué con mi relato y le informé que tenía que cumplir la promesa de llevarla conmigo a visitar la tumba de su padre, así como, hablar con el abogado para hacer la lectura del testamento.
Elena levantó la cabeza y vi una lágrima rodar por sus mejillas, disimuladamente la limpia y dijo con voz clara: - No quiero nada. Luego, en un tono más bajo afirmó: - Sí nunca me dio nada, por qué ahora, si no está él.
Yo no era quien para dar opiniones, solo era un emisario para cumplir la voluntad de un moribundo y de paso debía partir pronto, ya que tenía unos días de permiso y debía solucionar algo en mi casa y en la de mis padres.
Bueno debo marcharme digo y me levanto del mueble, a lo que Elena también lo hace, necesito convencerla de viajar conmigo, le doy mi número de teléfono. Y ella envía a su hija a buscar su teléfono y graba mi número; ahora sé que la chica se llama Daniela.
Estoy tan distraído que no solicité su número, y le digo que necesito también el número de ella, marca en su teléfono y enseguida escucho el timbre de mi teléfono y guardo el número.
Ahora si, me despido y espero poder cumplir la voluntad de Luis Felipe, solo espero que lo que está dentro del sobre no empeore la situación. Cuando estoy a punto de marcharme, se me viene a la mente una idea, no puedo dejar mi rol nato de "conquistador" y le ofrezco la mano a la chica y me presento con voz clara y fuerte: Teniente Enrique Olivera Castillo.
Lo que sucedió no lo puedo explicar fue como un corrientazo que recorrió mi cuerpo y solté la mano en un instante sin esperar ninguna respuesta, al ver el rostro de la chica creo que sintió lo mismo, ya que su mirada era de asombro.
