toda mi vida vivi una vida donde fui despresiada y sola pero ahora que e renacido en la hija de un duque disfrutaré esta segunda oportunidad como hija mimada del duque William valtorian
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capitulo 4 unión padre e hijo
El sol caía suave sobre los prados del ducado. El carruaje se había detenido cerca de un campo de flores silvestres, y William, estaba agotado, se había tumbado sobre la hierba, con Astrix en sus brazos.
Alexander jugaba cerca, arrancando flores y haciendo torpes coronas.
Al poco rato, William se quedó dormido, su respiración firme y tranquila. Astrix, recostada en su pecho, lo miraba con esos ojitos brillantes.
[Bebé Astrix (pensando)]:
Vaya… y luego dicen que este hombre será un tirano. Ahora mismo parece un osito de peluche gigante.
Alexander se acercó despacio y se sentó al lado. Miró a su hermanita con un puchero en los labios, sus manos apretando una margarita hasta casi romperla.
—Astrix… —susurró tímido—. Mary dice que papá solo te quiere a ti. Que cuando crezcas me vas a quitar todo.
Los ojos de Astrix se abrieron un poco más.
[Bebé Astrix (pensando)]:
¡¿QUÉ?! ¡Vieja bruja entrometida! Yo ni siquiera quiero tu herencia, solo quiero galletas mágicas y una cama cómoda.
Como si entendiera, la bebé pataleó fuerte y empezó a llorar.
—¿Que pasa?—Alexander retrocedió con miedo—. ¿hijo que paso?
En ese momento, la sombra de una figura se alzó sobre ellos. Era Mary, con su vestido rígido y gesto severo.
—señor duque perdón por venir es que Alexander siempre sale conmigo —dijo con dulzura falsa—. y bueno como salió con usted en un lugar así creí que podría ser peligroso
[Bebé Astrix (pensando)]:
¿Peligroso Papá? ¡Señora, papá es un osito!
Astrix lloró aún más fuerte, su llanto llenó el campo como una campanilla rota. El ruido despertó a William de golpe.
—¿peligroso Yo?—dijo con voz ronca, todavía medio adormilado.
Sin pensarlo, se incorporó y atrajo a Alexander hacia él, abrazándolo con un brazo mientras cargaba a Astrix con el otro. El contraste era claro: un niño de 4 años y una bebé de 1 mes, ambos refugiados contra su pecho.
Mary apretó los labios, su sonrisa hipócrita desapareció al instante.
—Señor Valtorian —dijo, inclinando la cabeza con frialdad—. Solo intentaba proteger a su hijo mayor.
William la miró con el ceño fruncido, acariciando la cabeza de Alexander que temblaba un poco.
—Mis hijos no necesitan protección externa —dijo firme—. Lo que necesitan es a su padre.
Mary bajó la vista, ocultando la ira que le quemaba los ojos.
[Bebé Astrix (pensando)]:
¡Toma, vieja venenosa! Ahora sí me dieron ganas de aplaudir, pero estas manitas apenas sirven para agarrar barbas.
William, sin dar más espacio para protestas, se levantó con ambos niños en brazos y se alejó del campo, ignorando la mirada enojada.
El carruaje se detuvo suavemente frente a la entrada de la mansión. El ruido de los cascos de los caballos cesó y, en su interior, el duque William se enderezó con calma.
A su lado, Astrix descansaba plácidamente en brazos de Julián, mientras Alexander miraba por la ventana con sus ojitos curiosos, aunque un poco tensos.
William fue el primero en levantarse. Con una voz firme, dio la orden al cochero:
—Baja despacio.
Después se giró hacia Julián y extendió sus brazos.
—Dame a Astrix.
julian inclinó la cabeza y entregó con cuidado a la pequeña, envuelta en mantas blancas. William la sostuvo con naturalidad, como si cargar bebés hubiera sido siempre parte de su vida. La acunó contra su pecho, asegurándose de que no sintiera el aire frío del exterior.
Luego, tendió su otra mano hacia Alexander, que lo miraba con dudas.
—Ven.
Alexander vaciló, bajando la mirada. Su pequeña manita jugaba nerviosa con el borde de su túnica. Pero el duque no se impacientó; simplemente se inclinó un poco, ofreciéndole seguridad en su gesto.
—Baja conmigo, hijo. No quiero que tropieces.
El niño, con timidez, finalmente colocó su mano sobre la de su padre. La palma pequeña quedó envuelta por la grande y cálida del duque. Alexander lo miró con sorpresa, y William solo le sonrió de manera casi imperceptible.
Con un brazo protegía a Astrix, con el otro guiaba a Alexander. Y así, juntos, descendieron del carruaje: un duque, temido por todos, convertido en padre de dos pequeños que eran ahora su mayor tesoro.
William entró con sus hijos al gran salón. Con cuidado dejó a Astrix en una cuna acolchada al costado, cubierta de sábanas suaves. La bebé lo observó con esos ojitos brillantes, como si entendiera cada movimiento de su padre.
El duque, libre por un momento de sus brazos, se volvió hacia Alexander. El niño estaba parado a unos pasos, con las manitas apretadas tras la espalda y los ojos fijos en el suelo.
—Alexander… —la voz de William se suavizó, muy distinta a la que usaba con sus soldados o sirvientes—. ¿Quieres jugar conmigo?
El niño levantó apenas la vista, sorprendido. No respondió. William dio un paso hacia él, agachándose un poco para quedar a su altura.
—Podemos ir al jardín… ¿qué te parece? —propuso con una media sonrisa que rara vez mostraba.
Alexander retrocedió instintivamente, escondiendo la cara tras su hombro.
—No… no quiero —dijo bajito, con un hilo de voz.
William parpadeó, un poco herido por la respuesta. Su mano, que se había extendido hacia él, se quedó suspendida en el aire. En su mirada hubo una mezcla de frustración y tristeza.
La cuna emitió un suave sonido: Astrix balbuceó y estiró sus pequeños brazos, como si quisiera llamar la atención de ambos. William la miró de reojo y suspiró, ocultando su pesar.
—Está bien, hijo… —dijo al fin, enderezándose. Su voz volvió a ser profunda y serena, pero un dejo de melancolía quedó escondido en ella—. No te obligaré.
Alexander permaneció quieto, sin acercarse. Y mientras tanto, Astrix, con esa alma adulta atrapada en su pequeño cuerpo, los observaba con inquietud: un padre que anhelaba cariño y un hijo que lo rechazaba por miedo.
Esa noche, el silencio de la mansión fue roto por un llanto débil. Consuelo entró corriendo al cuarto de Astrix y palideció al tocar su frente.
—¡Señor duque! —gritó alarmada—. ¡La niña está ardiendo en fiebre!
William llegó en segundos, todavía con el rostro serio, pero sus ojos reflejaban angustia. Tomó a Astrix en brazos; su pequeña piel estaba demasiado caliente.
—Astrix… mi pequeña… —susurró, apretándola contra su pecho.
Alexander, que había escuchado los gritos, apareció en el umbral con la cara pálida.
—¿Qué le pasa a mi hermanita? —preguntó con miedo.
William no lo miró con dureza, como siempre, sino con la misma desesperación de un padre que no sabe qué hacer.
—Tiene fiebre… estuvo afuera más de lo debido. Fue mi error —admitió con voz grave, acariciando el cabello blanco de la bebé.
Alexander se acercó despacio. Al ver a Astrix débil, con mejillas enrojecidas, sintió un nudo en el estómago.
—Papá… —titubeó—. ¿Se va a morir?
William se agachó, con Astrix en brazos, y negó con la cabeza.
—No… no mientras yo respire. Pero necesito tu ayuda, Alexander.
El niño lo miró sorprendido; nunca había escuchado a su padre pedir ayuda.
—¿Mi ayuda?
—Sí… —William sostuvo la mirada de su hijo con firmeza, pero también con ternura—. Tráeme agua fresca y paños limpios. Tu hermana necesita que estemos juntos para cuidarla.
Por primera vez, Alexander asintió sin dudar y corrió a hacer lo que le pedían. Cuando regresó, William tomó los paños y dejó que el niño apoyara uno sobre la frente de Astrix.
Ambos se quedaron inclinados sobre la cuna, velando a la pequeña. La distancia entre padre e hijo parecía haberse acortado un poco, unida por la fragilidad de Astrix.
William posó una mano sobre el hombro de Alexander.
—Lo estás haciendo bien, hijo.
El niño lo miró, sorprendido, y por primera vez no sintió miedo, sino un calor extraño en el pecho.
Mientras tanto, Astrix, con el alma de Victoria atrapada en ese cuerpo, pensó débilmente:
[Bebé Astrix]
“Si este es el precio para que se acerquen… entonces valió la pena.”
🔹 El temido duque Valtorian puede enfrentar ejércitos sin pestañear… pero tiembla cada vez que su pequeña Astrix llora en sus brazos.
su padre es noble así que no se compara
llamarlo papá así el da ella da sería juntos para el pobre corazón
de William jajaja que adora a su hija aunque es divertido verlo celos pero ahora sí esa mustia no pudo que alaben a esa mustia igual a ella por lo menos alegro a su hermano