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Amatista

Amatista

Status: Terminada
Genre:Completas / Elección equivocada / Pareja destinada / Viaje a un mundo de fantasía / Edad media / Polos opuestos enfrentados / Bestia
Popularitas:178.6k
Nilai: 5
nombre de autor: thailyng nazaret bernal rangel

Segundo libro de la saga colores.

Prisionero de los campos de sal de Hilaria, O'Brian Adaleón es liberado por un hombre de negocios antes de cumplir su condena, con el fin de ofrecer trabajo como escolta de su revoltosa hija. Lo que al principio le parecerá una auténtica molestia, se convertirá en el comienzo de una hermosa historia de amor.

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POLOS OPUESTOS

...ROGUINA:...

— ¡Padre, podemos pensar en algo más, esto no es necesario!

Mi padre me dió una mirada fulminante, para reprenderme, no quería pasar vergüenza frente a su empleado, pero ese tal Alfred ya sabía de mis modos.

No lo quería cerca de mí, siguiéndome a todas partes, ahuyentando a mis amigas y a mis futuros pretendientes con su apariencia extraña e intimidante, pero él ni siquiera mostró ninguna reacción. Siguió comiendo de forma indiferente, con malos modales, llenándose la boca de forma exagerada.

¿A caso no había comido en años?

— ¿Qué no comprendes que esto no debe tomarse a la ligera? Me amenazaron con hacerte daño ¿Entiendes la gravedad del asunto? Es mejor prevenir.

Tenía razón, pero es que ese hombre no me generaba ningún tipo de confianza. Yo no necesitaba que me defendieran, mi fuerte no era luchar, pero era escurridiza, podía brincar por cualquier balcón o trepar un muro. Desde niña me dediqué a fortalecer esa habilidad.

— ¿Al menos tiene una idea de cómo defenderme? — Me serví té y el infeliz se rió después de tragar ruidosamente toda la comida.

— ¿Lusco como si no supiera hacerlo? — Elevó su barbilla de forma arrogante, posando sus ojos sobrenaturales en mí.

Le sostuve la mirada.

— Luce temerario, pero no todo se basa en la apariencia.

— Puedo hacerle una demostración — Se limpió los dientes con la lengua, a juzgar por sus modales era uno de esos rufianes nacidos en la pobreza, pero no todo era lo que parecía.

— No, no es necesario, guarde su demostración para cuando nos ataquen o intenten raptarme, pero le advirtio que usted podría ser el sorprendido, sus habilidades tal vez ni hagan falta.

— Los que alardean suelen dejar mucho que desear cuando llega la hora de actuar — Se encogió de hombros, la camisa le quedaba tan ajustada, marcando cada músculo de debajo.

Me reí sarcásticamente.

Estrechó sus ojos para retarme.

— ¡Roguina, deja de ser tan petulante, esos saltos no te serán de mucha ayuda ante un grupo grande de matones sin escrúpulos, deja al Señor Alfred hacer su trabajo! — Gruñó mi padre, había olvidado que estaba sentado en la mesa.

— Padre, no sería tan estúpida para enfrentarme a hombres armados, solo estoy bromeando — Bebí de mi taza, con delicadeza, como si estuviese soltando palabras corteses.

— Recuerda que una señorita de buena educación no se comporta tan altanera y criticona — Mi padre observó a su guardaespaldas — ¿Le ha molestado?

— No, en lo absoluto — Dijo, con un sarcasmo tan sutil que mi padre no lo notó — ¿Hay algún lugar dónde pueda entrenar?

— No, pero puedo acondicionar uno.

Abrí mi boca, era insólito ¿Cuántas veces le pedí a mi padre tener mi propio salón donde fortalecer mi flexibilidad y él no accedió? Pero ese asesino si podría comportarse grotescamente y exigir un salón donde entrenar.

— Necesitaré todo un arsenal de armas — Exigió y mi padre asintió con la cabeza, concordando con aquella petición sin cuestionar.

— ¿Era usted un guerrero? Padre ¿De dónde conoces a éste hombre? Eso no me lo mencionaste — Yo si cuestioné, mi padre se quedó callado, ninguno de los dos habló.

— Un socio me lo recomendó, el Señor Alfred es un experto en defensa y combate, ha trabajado para muchos hombres rico, llevando a cabo misiones, eliminando enemigos — Mi padre cortó el silencio, pero no le creí en lo absoluto.

El supuesto guardaespaldas no mostró nada en su expresión.

— Eso quiere decir que es un asesino a sueldo — Sopesé y mi padre ignoró mi comentario.

— Así es, me pagan por matar — Dijo el hombre, con tanta despreocupación que me estremecí.

— Combatiendo el fuego con fuego — Dejé mi taza sobre la mesa.

— ¿Ha oído hablar de los contra fuegos? — El Señor Alfred se recostó contra el espaldar de la silla — Las llamas que se extienden en los campos se pueden detener, usando el mismo fuego, se traza una línea el la yerba y se apagará... Así es como voy a hacerlo, detendré a los hombres que quieren hacerle daño a ambos, porque soy de su misma calaña y tengo experiencia en ello.

Apoyó la barbilla de su puño y el mechón de su cabello cayó a un lado de su frente.

Algo me recorrió, por un instante me pareció hermoso. Debía estar loca.

— Usted acaba de decir que alardear deja mucho que desear cuando llega la hora de actuar, pero no aplica lo que dice — Incliné mi cabeza a un lado.

— Yo estoy declarando los hechos, mis palabras no son vacías, tienen peso y es la verdad.

De pronto pareció muy letrado con esas palabras.

La sirvienta entró.

— Señor Robert, la modista ha llegado.

— Dígale que pase al salón, Roguina y Alfred irán dentro de poco.

Fruncí el ceño, hasta en la casa tenía que ser perseguida.

El guardaespaldas se levantó.

— Genial, ya no aguanto ésta ropa — Tiró del borde la camisa y se volvió a recoger.

Le quedaba pequeña, al igual que los pantalones. Un ardor extraño se extendió en mis mejillas, a pesar de llevar ropa se veía como si estuviera usando solamente los calzones de anoche.

— La modista es para mí — Gruñí, pero rodeó la mesa para salir.

Me levanté en seguida lo seguí hacia el pasillo. Solté una risa cuando se detuvo, desorientado, no sabía donde quedaba el salón.

Caminé con postura erguida, sin molestarme en guiarlo hacia el salón, pero me siguió. Maldiciendo en alto cuando se le salió una sandalia.

— ¡Esta cosa ridícula no me dejará ni correr, no sirve para nada!

Se las terminó de quitar y caminó descalzo.

— ¿Qué clase de Hilariano es usted? Se supone que a todos les gusta, es un calzado cómodo y fresco, se adapta al clima cálido de Hilaria y usted está insultando a todo un reino con su argumento — Lo observé por encima de mi hombro y apretó su boca.

— No estoy insultando a su... Al reino. Es que esto no es de mi talla, es demasiado pequeño.

No, él era demasiado grande y alto, pero no lo diría en voz alta.

Si la modista lo veía, podría espantarse tanto que no volvería más a la mansión. Recé para que no sucediera, ella era muy buena en su trabajo.

Observé su cabello nuevamente, muerta de la curiosidad por preguntar la razón de su aspecto. Tal vez sus padres eran así.

— ¿Qué? — Gruñó y aparté mi mirada en seguida.

— Nada.

— ¿Qué? ¿Quiere saber la razón por la luzco como un viejo prematuro? — Gruñó y negué con la cabeza, avergonzada por mi imprudencia.

— No.

Quise decirle que no lucía como un viejo prematuro, pero no tenía porque tratarlo con confianza.

Llegamos al salón y la modista se levantó de su sillón para abrazarme.

— ¡Señorita Roguina! ¿Cómo se encuentra? — Dijo, tomando mis manos, ella era muy joven, de cabellos castaños y tés bronceada, vestía finamente, con ropas frescas pero elegantes, un vestido de color verde esmeralda.

— Muy bien, Señorita Liana... Veo que vino preparada — Dije, observando el enorme baúl y la ayudante, la saludé, pero estaba petrificada con la vista detrás de mí que ni me prestó atención.

— ¡He traído las mejores telas para confeccionar sus vestidos de gala, el Señor Robert me comentó que asistirá a una boda! — Estaba muy entusiasmada, sacando la cinta de medir de su bolso — ¡No hay tiempo que perder, empecemos!

— Claro, el tiempo es oro.

La modista se percató de la compañía y me preparé para un gesto de pánico.

El Señor Alfred estaba bostezando y frotando su nuca, tan distraído que ni se dió cuenta que la modista tenía sus ojos puestos en él.

— ¿Quién es usted? Caballero — La modista se acercó, hipnotizada, casi empujándome de su camino para detenerse frente al maleducado.

Alfred tomó una postura erguida e inclinó su cabeza.

— Soy Alfred Elmar, socio y amigo de la familia Leian — Se presentó y alcé mis cejas cuando la modista sonrió encantada cuando le tomó la mano y besó su torso.

— Yo soy Lina, la modista, a su servicio — Jadeó, como si le costara respirar y puse los ojos en blanco.

— Ya que está tan dispuesta, necesito su ayuda — Dijo él, haciendo énfasis en su ropa ajustada, la modista se rio nerviosamente al recorrer sus ojos por el cuerpo imponente del idiota.

— Dígame que necesita.

— Necesito todo un armario de ropa, pero me conformo con tres piezas por el momento, será mejor que lo anote para que no se le olvide.

La modista ordenó a la asistente sacar la libreta y una pluma. La mujer estaba asustada, pero obedeció de inmediato.

— Necesito camisas holgadas de botones, que tengas las mangas largas, preferiblemente de color blanco — Ordenó con aires de lord — Chaquetas y pantalones holgados que me lleguen a los tobillos, que sean de una tela más gruesa que esta — Tiró de sus pantalones y escuché como la modista tragaba con fuerza — Botas, esas no pueden faltar, que sean trenzadas y que me lleguen a las pantorrillas, cinturones y capas, las capas no pueden faltar... Ah, los chalecos tampoco.

¿Qué Hilariano vestía así?

— ¿Usted estará en la boda? — Le interrumpió la modista.

— Si, supongo...

— Ah, entonces le haré un traje hermoso que lo dejará como todo un príncipe — La modista se sonrojó y fruncí el ceño ¿Qué no lo veía? Ni la cicatriz parecía asustarla.

— No, será mucho trabajo para usted, no tendrá tiempo — Dije, pero me ignoraron completamente y quedé desplazada de toda atención.

— Le tomaré las medidas, tengo todo un personal que me ayudará, así que no se preocupe, todo estará listo a tiempo.

— Eso espero, pienso pagarle muy bien si hace un buen trabajo — Alardeó, estirando los brazos y separando las piernas cuando ella se acercó con la cinta.

— Con piezas de mi padre — Susurré, pero nadie me escuchó.

Su falta de ropa también era extraña. Tal vez mi padre lo recogió de debajo de un puente.

La modista estiró la cinta, midiendo el largo y ancho de sus brazos, cada vez más sonrojada, aprovechando de tocar, palpando mientras explicaba y daba sugerencias.

Me crucé de brazos, la tonta hacía chistes bobos cuando se le enredaba la cinta y él simpatizaba, sonriendo y dando miradas pícaras que hasta ahora no sabía que podía hacer.

Le rodeó el abdomen con la cinta, la muy descarada se acercó, pegando sus pechos a su cuerpo.

Luego bajó hacia sus piernas, midiendo la altura con rostro impresionado, luego midió el ancho de sus muslos y se le cortó la respiración de una manera que no comprendí.

Me ardieron las mejillas por el bochorno de sus acciones cuando noté que estaba observando su entrepiernas, menuda descarada resulto ser la modista.

Cuando terminó estaba sudando.

— Vendré el día anterior a la celebración, con la ropa... Necesitaré mucha tela para abarcar todo — Jadeó, soltando una risita nerviosa.

— Use toda la que necesite — Dijo el idiota — Bueno, creo que es todo, me retiro.

— Es mi turno Señorita Liana — Gruñí y me observó como si fuese olvidado que estaba allí.

— Oh, por supuesto, no crea que me olvidé de usted — Se apresuró, pero antes observó a Alfred — No, no se vaya, quédese, puede que se la haya pasado algo por alto y no lo recuerde.

— Tiene razón, eso siempre ocurre — El idiota sonrió abiertamente y se dejó caer en uno de los sillones, extendiendo sus brazos por el espaldar.

La modista casi se desmaya por eso.

Estaba segura que se había quedado solo para molestarme.

Extendí mis brazos cuando empezó a tomarme las medidas y sentí la mirada de Alfred en mí.

Lo observé con despectiva, pero estaba siguiendo el movimento de la cinta de medir en mi cintura.

Tragué con fuerza, me dió una punzada en el estómago. Esa sensación era nueva.

La cinta de la modista rodeó mi busto y se me calentó el rostro cuando su mirada se acentuó. Intenté controlar mi respiración para que mi pecho no revelara lo nerviosa que estaba.

El músculo de su mandíbula se tensó, al igual que sus hombros.

Nuestros ojos se encontraron. No quería ser yo quien apartara la mirada, no iba mostrarle que me intimidaba, aunque era demasiada pesada y estaba empezando a temblar.

La modista terminó y esos ojos se despegaron de mí.

Alfred se levantó y salió del salón cuando la ayudante abrió el baúl para mostrarme las telas.

Debía elegir una para el vestido, pero lo cierto es que no logré concentrarme después de eso y terminé eligiendo una al azar.

Volví a mi habitación después de despedir a la modista.

Me percaté de que mi pecho seguía extrañamente agitado.

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Veronica Caglia
O'brian guau a mi me gustan mayores esos que se dicen señores 🎶🎶
H.M.R
Me encanto
Lizzie Cedeño
me quedé con la boca abierta al leer está línea
Lizzie Cedeño
jajaja me muero de la risa 🤣🤣
Jackeline Gaido
Son 16 años de diferencia, el tiene 35 y ella 19.
Yesenia Ortega
Escritora sensacional sin palabras que Dios te siga bendiciendo y sigas escribiendo tan bonito como siempre voy por la próxima.
BAE :) Mage
;)
Flavia Claramunt
ame las 4 historias,tanta creatividad para crear los personajes,la narración impecable y tan descriptiva,los detalles en los paisajes,vestuario,maquillaje,casas y paisajes,y siempre las historias de amor tan hermosas,una fan más de tu forma de escribir fue un placer de principio a fin,y voy a releerlas más de una vez porque sin dudas valen la pena 👏👏👏👏👏👏👏,
Flavia Claramunt
una obra maestra como todo está saga
L34578
Muy bonita
Ely Moreno
una bella historia, que nos recuerda que siempre tenemos una 2da oportunidad
María sarmiento
hermosa historia quiero leer la tercera historia. tienes esa habilidad de adentrarnos y vivir tus historias. felicidades
Eleonor Baker
Maravillosa historia llena de valentía y amor, me ha gustado sus dos gemelas genial una como cada uno de ellos
Eleonor Baker
Este par es genial, luchando y comentando cómo en fiesta del té...jijiji
Eleonor Baker
Exacto, se vio super genial porque no la amarraron, pero amarrada el cuento cambia?
Eleonor Baker
Ah caray, osea que le hubieras permitido casarse con O'Brian si pedía permiso? Ay ajaaaaaa
Ara
Claro el tener albinismo no tiene nada de malo
Ara
Felizmente que ella no se aminala
Ara
Le toca aceptar la situación al papá
Ara
Lindoooooo
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