Aziel ha vivido en un ambiente de riqueza, derroche, lujos, delito y crímenes. Aun así, la palabra lealtad es algo que se ha quedado grabado en su mente y corazón, pues para la mafia lo peor que pueda existir es la tración. Por eso mismo, Aziel no sabe cómo quitarse el horrible dolor que su ex novia le dejó después de su engaño. El verdadero problema ocurre cuando su padre muere, aunque él ha heradado su gran imperio en la mafia, su progenitor deja una pequeña cláusula que debe acatar para poder tomar el mando y está es que debe elegir a una mujer, casarse con ella y permanecer así, cómo mínimo un año. Aziel no quiere saber nada del amor, pero quiere tomar lo que le corresponde. Entonces organiza un plan perfecto: Conseguir una esposa de mentira. ¿Qué padria salir mal?
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Capítulo 3
—Tú —dijo Luigi de forma despectiva—. Vete con el señor Rinaldi, haz todo lo que él te ordene o te irá mal.
Emily asintió con la cabeza. Aziel le hizo una seña con el dedo índice para que lo siguiera.
Por alguna extraña razón, la chica logró tranquilizarse. Cuando salieron del lugar, Aziel le dijo que se subiera al vehículo.
Emily no vio en él una mirada lasciva, más bien, una llena de molestia, aun así, no le quedaba de otra que hacer caso.
Se subió al carro. Luego de un rato, llegaron a su destino.
Aziel le ordenó que bajara del auto. Emily obedeció sin chistar, en el transcurso del viaje, planeó el discurso perfecto para pedirle de la forma más amable que la dejara en libertad y que a cambio ella podría trabajar como su sirvienta.
Cuando Emily posó su vista al frente, se maravilló por la hermosa casa.
—Métete —ordenó Aziel.
Al llegar a la sala, la chica volvió a sentirse nerviosa. Estar allí en un lugar, solo ellos dos, luego de que él la sacó de un burdel, no pintaba muy bien.
—Serás mi esposa —externó Aziel.
La mandíbula de Emily casi cae al suelo.
—¿Perdón? —interrogó horrorizada.
—¿Eres sorda? —preguntó él. Luego se cruzó de brazos.
Emily balbuceó, tratando de encontrar palabras para decirle que eso era una locura.
—Yo no puedo casarme con usted —dijo finalmente—. Yo no lo conozco. Sé que pude haberle dado una mala impresión por estar en un burdel —la chica bajó la vista.
—¿Pregunté tu opinión? —interrogó él, viendo lo irrespetuosa que era la muchacha.
—Mi padre me vendió para pagar una deuda… yo no —dijo ella con desesperación—, no puedo, le agradezco haberme rescatado de esos hombres, pero yo no me voy a casar.
—Lo harás, esta farsa de mierda solo tomará un maldito año. Serás una esposa ejemplar, y sobre todo tendrás la boca muy cerrada —explicó él.
—No —dijo ella con un hilo de voz.
—¿Sabes lo que te hubieran hecho los hombres depravados de ese asqueroso putero? Te salvé el culo y me lo debes. —Aziel pasó la mano por su oscura cabellera. Sus ojos negros estaban fijos en Emily.
—No, no, no —dijo ella. Creyendo que todo eso era una horrible pesadilla y que en cualquier momento se iba a despertar.
Aziel negó con la cabeza varias veces. Asqueado de esa muchacha tonta.
—No has entendido tu posición, yo te salvé y me debes tu lealtad. Ahora que sí no obedeces, estoy seguro de que el maricón de Luigi te encontrará un nuevo cliente.
»¿Eso deseas? Que asquerosos tipos te violen en el burdel, porque si eso es lo que quieres te llevaré allá ahora mismo —amenazó.
Emily negó con la cabeza, sus ojos marrones se llenaron de lágrimas.
En ese momento, Aziel recibió una llamada, así que dio media vuelta y se fue al balcón a atenderla.
Una mujer de mediana edad se acercó a ella.
—Venga, señorita, le voy a mostrar su habitación —atinó a decir, un tanto conmovida por la situación de la joven.
Emily dejó que la mujer la guiara al cuarto, la chica aún se sentía muy conmocionada. Dentro de la recámara comenzó a tener la sensación de que todo a su alrededor daba vueltas.
Unos cuantos minutos pasaron para que ella lograra asimilar lo que acababa de ocurrir.
Volteó a ver a su alrededor. Era un cuarto hermoso, colores grises combinados a la perfección con blancos. De seguro, ese tipo era un hombre de dinero, tal vez, el hijo de algún político o de un empresario, pues era muy arrogante.
La idea de escaparse de allí, fue tentadora. Sí, la casa era grande, pero no perdía nada con intentarlo.
Se levantó de la cama y puso su mano en el picaporte de la puerta, ahí se dio cuenta de que no la habían encerrado. Respiró profundo y salió del cuarto, de manera sigilosa caminó por los alrededores de la casa, hasta toparse con unas fotos en la pared, en ellas había un tipo bastante mayor, atractivo, con un porte elegante y una seriedad abrumadora.
Emily movió la cabeza, no estaba dando un recorrido por ese lugar, lo que quería era escapar de ahí.
En cuanto vio las escaleras, bajó muy despacio. Unos metros más y podría salir por la entrada principal.
—No fue tan difícil —dijo, luego tomó la manija de la puerta y cuando creía que ya era libre, se topó con el engreído, justo del otro lado.
—¡Sí que eres una molestia! No entiendes que pagué para que seas mi esclava, puta, mujer imbécil —dijo Aziel, incapaz de comprender la necedad de esa muchacha. ¿Acaso prefería ser una prostituta en el burdel? No sabía cómo podría siquiera estar una semana al lado de esa chiquilla. ¿De verdad les haría creer a todos que entre ellos existía algo?
Emily se sentía mal, ese tipo era despreciable, no podía imaginar que en algún momento pensó en él como su ángel. La chica se armó de valor y se lanzó contra su pecho, dándole pequeños golpes que al tipo no parecía hacerle ni cosquillas.
—¡Yo soy libre!, no soy un objeto, soy una persona —gritó ella
Harta de que todos, en especial su padre, la vean como poca cosa.
Aziel en un solo movimiento la sujetó del cuello.
—Sería tan sencillo acabar contigo —se dijo así mismo. Logró contener su furia y le gritó a la empleada doméstica.
Emily estaba temblando, su padre la había golpeado en el pasado; pero nunca experimentó tanto miedo en su vida como en ese momento frente a Aziel, por un instante pensó que el tipo la iba a matar.
Aitana llegó lo más rápido que pudo.
—Dígame, señor Rinaldi —dijo la mujer mayor.
—Mi prometida no se está portando bien, por favor déjala encerrada en su habitación para que medite sobre su comportamiento —dijo él.
La muchacha negó con la cabeza.
—Te vas con ella o yo te llevaré arrastrando hasta allá —amenazó él.
Emily volvió a temblar en su lugar y se dejó guiar de nuevo por Aitana.
En cuanto llegaron a la habitación, la chica se soltó a llorar.
—¿Qué está pasando? —preguntó la chica, desesperada.
La mujer tuvo compasión por ella.
—El señor Rinaldi no es tan malo como cree. Solo debe obedecer y le irá bien.
—¿Obedecer? ¿Soy su mascota?
—¿Tiene problemas de audición?, él lo dijo, usted es su prometida.
Emily negó con la cabeza como por quinta vez.
—No, yo no quiero ser nada de ese hombre.
—¿Estaba mejor en el sitio de donde el señor la sacó? —interrogó Aitana, pues había escuchado todo el griterío que se armó ese par en la entrada de la puerta.
—No, usted no entiende. Mi padre me vendió a esos hombres, yo no trabajaba ahí, yo no quería ir a ese lugar, ¡cómo tampoco quiero estar aquí! —trató de explicar Emily, pero no pudo evitar derramar más lágrimas.
—No la conozco, señorita, lo único que le puedo decir es que se porte bien, así no tendrá problemas con el señor Rinaldi —explicó la mujer.
—No, yo no —contestó Emily.
—No sé si lo ha notado, pero no le quedan muchas opciones —dijo, luego soltó un suspiro.
—¿Cómo hago para irme de aquí?
—Eso no será posible. Mire, iré por un té, eso calmara sus nervios, ¿si?, después de eso se puede duchar, poner un lindo atuendo y tratar de dormir —propuso.
Emily negó con la cabeza.
La mujer mayor resopló y salió de la habitación, según lo que entendió, haber caído en manos del señor Rinaldi era lo mejor que a esa pobre muchacha le pasó, luego de escuchar que su propio padre la vendió a un horrible sitio de mala muerte.
Justo cuando caminaba por la sala, oyó al señor hablando por teléfono.
—Arce, me complace decirle que en tres días me casaré —informó Aziel con el teléfono en la oreja—. Así que está invitado, usted y toda su familia.
La empleada abrió la boca con sorpresa, ¿en tres días?, vaya que el señor no quiere perder el tiempo.
—Sí, sabe cómo son estás cosas del amor —dijo Rinaldi.
Aitana se apuró a ir a la cocina por el té de su futura “señora”. Ya ahí meditó en las palabras del joven Aziel, debía preparar a la muchacha para la noticia. Cuando el té estuvo listo, la mujer se fue deprisa al cuarto de la joven.
Por su parte, Emily se encontraba buscando otra manera de escapar, pues el tipo no solo era mal hablado, también era violento. Los vellos de su nuca se erizaron al recordar la mirada asesina que le había dedicado, mientras la sujetaba con firmeza del cuello.
La mujer mayor tocó la puerta tres veces y luego entró a la habitación.
—Le traigo su té señorita y muy buenas noticias. —Tenía una pequeña sonrisa en los labios.
—¿Si? —quiso saber Emily, ya que en su ser aún había esperanza de poder salir de ese lugar.
—Se dice por los pasillos que en tres días será la señora de Rinaldi —confesó, esperando no meterse en problemas.
Emily arrugó el entrecejo. Quería gritar, correr de ahí. Ese tipo estaba loco y ella no se iba a casar con él.