NovelToon NovelToon
Welcome To The Imgard

Welcome To The Imgard

Status: En proceso
Genre:Romance / Venganza / Intrigante / Época / Traiciones y engaños / Sherlock
Popularitas:1.4k
Nilai: 5
nombre de autor: Nijuri02

En el elegante y exclusivo Imperial Garden (Imgard), un enclave de lujo en el Londres de 1920, la vida de las doce familias más ricas de la ciudad transcurre entre jardines impecables y mansiones deslumbrantes. Pero la perfección es solo una fachada.

Cuando un asesinato repentino sacude la tranquilidad de este paraíso privado, Hemmet, un joven detective de 25 años, regresa al lugar que dejó atrás, escondido tras una identidad falsa.
Con su agudeza para leer el lenguaje corporal y una intuición inquebrantable, Hemmet se sumerge en el hermético círculo social de Imgard. Mientras investiga, la elegancia y los secretos del barrio lo obligan a enfrentarse a su propio pasado.

En Imgard, nada es lo que parece. Y cada elegante sonrisa esconde un misterio.

NovelToon tiene autorización de Nijuri02 para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Capítulo Veintiuno: La Noche De Las Estrellas. Parte 1

"El brillo de las estrellas puede deslumbrarte, pero solo un alma pura puede calentarte el corazón."

Atte: Mamá

La luna llena brillaba. La brisa fresca reconfortaba a los invitados mientras los grillos cantaban en sintonía. Los faroles iluminaban cada rincón del barrio, marcando que el escenario era perfecto e ideal. "La Noche de las Estrellas" estaba a punto de comenzar.

​—¡Mi! ¿Estás lista? —apuraba Elena desde el salón principal de la mansión Shelford.

​—¡Mamá! ¿No viste mis aretes? —preguntó Amelia, saliendo de la cocina y arreglando las mangas de sus largos y delgados guantes blancos.

​—En la mesa del comedor, cariño.

​Amelia fue a buscarlos. Elena estaba impaciente, golpeaba su pie contra el suelo.

​—Querida... —apareció Frank desde otra habitación. —¿Me ayudas con la corbata?

​Elena se detuvo a arreglarle la corbata a su esposo, que la miró de arriba abajo.

​—Ese vestido blanco te queda precioso, querida —dijo Frank, con un tono elegante.

​—Es el mismo que usé cuando les tocó a los Fairfax. Espero que no se den cuenta.

​—Ah, es verdad. Les interesa mucho estrenar vestidos nuevos para destacar en los eventos —murmuró Frank.

​—Menos Mireia, creo yo —susurró Elena soltando una pequeña risa.

​—Si fuera por ella, usaría unas bermudas o un vestido de tenis —bromeó Frank. La pareja rio mientras se separaban, la corbata ya estaba lista.

​Levantaron la mirada cuando, en la cima de la escalera, la menor de sus hijas se preparaba para descender. Ambos se quedaron boquiabiertos ante la elegancia de aquel vestido blanco. Su satén brillaba, se ceñía a su figura hasta las rodillas y caía suelto.

​Detrás de ella, un joven se abrochaba el último botón de su saco azul oscuro. Ella lo miró, no pudo contener su sonrisa de asombro y encanto.

«Me va a dar un ataque al corazón», pensó Mireia, mientras intentaba disimular sus sentimientos.

​El joven se paró a su lado y le ofreció su mano para descender por la escalera de caracol.

​—Le queda bien el azul oscuro, señor Fareyn —susurró Mireia, sonriendo hacia adelante.

​—Por cómo me miraba me di cuenta mucho antes, señorita Shelford —continuó Hemmet, con un tono burlón y sarcástico.

​Mireia se sonrojó, estaba inquieta. Quería detener el tiempo y no dejar ir a aquel hombre que la llevaba de la mano.

​—La verdad —siguió Hemmet, susurrando— no sé qué me enloquece más, señorita Mireia. Si su vestido o el recogido de su cabello. Esa vincha le queda preciosa.

​Mireia se puso más roja que antes, asintió con vergüenza, pero con ganas de hacer mucho más que eso. Prefirió mantener la calma.

​—¡Se ven hermosos! —exclamó con encanto Elena. —Sabía que ese vestido te favorecía. Oh, y esos zapatos crema. Me alegra mucho que los eligieras.

​Amelia volvió al salón principal con sus aretes largos y brillantes.

​—Mamá, ya estoy... —dijo Amelia, deteniéndose en seco al ver a su hermana menor. —Wow, Mi. ¿Eres tú? —suspiró con asombro.

​—¿Qué? ¿No te gusta? —preguntó Mireia, un poco preocupada.

​—Al contrario. Te ves hermosa, diferente y... un poco atrevida.

​Mireia se sonrojó nuevamente. Claramente no era su intención.

​—Vas a levantar las miradas de los jóvenes esta noche, hermanita —bromeó Amelia mientras abrazaba a Mireia por detrás. —Mira las piernas largas y hermosas que tienes. Lo escondes muy bien con la ropa que usas siempre.

​—¡Basta, Amelia! —se quejó Mireia. Su hermana reía a carcajadas.

​La familia conversaba tranquilamente hasta que uno de sus sirvientes interrumpió.

​—Señoras y señores Shelford. Sus vehículos están listos.

​Frank hizo una seña a su familia y todos se marcharon. Amelia, Mireia y Hemmet en un auto, y Elena junto a Frank en otro.

​El camino estaba mucho más iluminado que de costumbre. La gran luna acompañaba este deslumbre de luz. Se podría caminar de noche sin problemas.

Los vehículos se detuvieron y la familia salió. Levantaron la mirada y allí estaba: la mansión Lyonhurt, con su imponente león en las rejas. El camino a pie estaba rodeado de faroles, macetas y flores coloridas.

​Caminaron Haciendo reverencias, saludando a quienes llegaban junto a ellos.

​—Buenas noches, señorita Whitlow —saludó Elena a una mujer que iba delante de ella.

​—Buenas noches, Elena —saludó la mujer.

​—¿Cómo se encuentra su madre? —preguntó Elena, intentando mantener la conversación.

​—Mucho mejor, gracias —dijo la mujer con una sonrisa falsa y rechazo en su voz.

​Elena se apenó. Frank la tomó más fuerte de la mano para que se sintiera acompañada.

​En la entrada de la mansión, Sebastian y Vanessa recibían a los invitados. Cuando la rubia se dio cuenta de que Mireia llegaba, corrió para abrazarla.

​—¡Mi! ¡Te extrañé mucho! —gritó sin prejuicio ni vergüenza. El único avergonzado era Sebastian, que ladeó la cabeza.

​—Vanessa, ¿cómo te encuen...?

​—¡Pero qué es este vestido, Mi! —la interrumpió su amiga. —¡Te queda precioso!

​Vanessa se acercó más a la oreja de Mireia para susurrarle: «Parece que esta vez vas en serio, amiga».

​—¡Vaneee! —gritó Mireia, avergonzada, golpeando suavemente el hombro de la chica que reía a carcajadas.

​—Ah, por favor. Señorita Elena, señor Frank, señorita Amelia, pasen por favor, les recibirán sus abrigos —el tono de Vanessa cambió por completo, ahora era amable y tranquilo, desprendía una calma que llegaba a todos.

​Los Shelford entraron al gran salón, adornado con flores rojas y blancas un polvo dorado decoraba estas flores que hacía honor a la mansión. Mesas redondas con manteles blancos y dibujos dorados sostenían la comida: frutas, verduras, carnes, postres y pasteles.

El centro de la pista estaba libre para quienes deseaban bailar.

​La banda contratada tocaba jazz. Las trompetas, el piano, el violín, el contrabajo, el trombón y la batería daban alegría y luz a lo que sería el baile.

​Todas las familias habían llegado. Más de ochenta personas, entre las principales familias y los invitados especiales. Un camarógrafo fotografiaba a cada familia para el periódico nacional.

​Las charlas, los encuentros y las risas entre copas del más fino champán se interrumpieron de golpe en todo el salón. Cuando por la puerta cruzó él.

​Hemmet Blackstone se paró en la entrada y caminó hacia los Shelford.

​Las jóvenes, e incluso las mujeres más maduras que estaban sentadas, se pusieron de pie para observarlo. Parecía que miraban a un ángel. Los susurros, el chismorreo y las risas nerviosas de las jóvenes ponían celosos a los hombres allí presentes. Su imagen era imponente y demostraba una hombría única. Tenía el saco en el brazo, lo que descubría su silueta gruesa debajo de la camisa. Las que tenían abanicos se daban aire, buscando una salida a las sensaciones que las poseían.

​«Murmuran como si no las escucharan», pensó Mireia, algo molesta.

​Hemmet se acercó a ella, aumentando aún más los susurros: «¿Está con ella?», «¿Qué le vio?», «Seguro porque no nos vio a nosotras», «¿Quieren que se lo quite?», «Cree que se lo quedará para ella sola», «Es una ingenua». Esas eran las palabras que se escuchaban.

Mireia miró al suelo y cerró los ojos con tristeza, sintiendo que su mundo se desmoronaba.

​Una mano cálida tocó la suya. Con la otra, él le levantó el mentón. Cuando abrió los ojos, tenía a su hombre frente a ella, muy cerca.

​—¿Le invito un trago, señorita Mireia? —dijo Hemmet con un tono calmado. Mireia se estremeció. Era lo que el detective le hacía sentir.

​Caminaron unos pasos, y una voz por detrás los detuvo.

​—Qué agradable volver a verlo, detective Johan —dijo la voz, masculina y relajada. Hemmet ya la conocía, por supuesto.

​Los susurros volvieron, pero esta vez eran para el nuevo joven: «Está aquí», «Vino desde América», «Es muy alto», «Ese atuendo verde oscuro le queda precioso», «Quiero bailar con él», «Parece que conoce al detective».

​Hemmet se volteó, ocultó su sorpresa y caminó junto a Mireia hacia el hombre.

​—Me alegra verlo, Esteban Bullock.

1
Thaurusi
buen ritmo. siento que ba a pasar algo grande. quiero masss
NovelToon
Step Into A Different WORLD!
Download MangaToon APP on App Store and Google Play