Una mujer que desea ser madre a como de lugar, convirtiéndose en una obsesión que está a punto de hacer fracasar su matrimonio.
Eliza y Eduardo enfrentan muchas dificultades para conseguir ser padres, y en el proceso mejorar su relación de pareja.
Un día de navidad, Eliza pide un deseo, que su hijo o hija llegue a ellos como una bendición. Y que sin importar si tienen hijos o no, su relación con su esposo mejore.
¿Se cumplirá su deseo de navidad?
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Capitulo XXIV. De Alta.
¿Y tú no has ido a ver a nuestra pequeña, amor? - lo miró negar, mientras una lágrima bajaba por su mejilla - ¿Por qué? - preguntó Eliza apretando su mano, mientras intentaba incorporarse en la cama.
Eduardo beso el dorso de la mano ajena, y la ayudó a que se sentará en la cama, acomodando las almohadas en su espalda.
- No quería verla sin ti. Sentía que si la veía sin ti, te irías y me dejarías solo, princesa. - le dijo acercándose a ella y escondiendo su rostro en el cuello de su esposa.
Eliza lo abrazó, acariciando su espalda. Lo entendió pero era su hija , debió ir a verla.
- Está bien, amor. Luego hablaremos de eso. - dijo ella comprendiendo que esa conversación no era para ese momento - llama a la enfermera, quiero ver a mi bebé - dijo contenta Eliza.
- Llamaré al médico para que te revise y te explique sobre nuestra hija. -
- Hay algo malo con mi bebé? - preguntó temerosa Eliza.
- No, ella está bien. Pero aún está en la incubadora. Hoy sabremos si la dan de alta - le explicó Eduardo saliendo del cuarto para llamar a la enfermera y está a su vez llamó al médico que estaba atendiendo a Eliza.
Eduardo al volver al cuarto, le explico a Eliza lo que había sucedido con su hermana, Elena, y con sus sobrinos. La mujer estaba decidida a divorciarse de su esposo y a mejorar su situación, con la ayuda de la abuela paterna de los niños. La mujer mayor siempre había estado en desacuerdo de que su hijo tratará mal a su familia. Y estaba sorprendida del cambio que había tenido su hijo desde hace un año hasta el momento. No sabían que pudo haberle pasado al hombre para que cayera en el vicio del juego, y que expusiera su esposa e hijos a tantas penurias.
Por lo pronto, Elena tenía el apoyo de su futura ex suegra, y si Eliza estaba de acuerdo, el de ellos también, para ayudarla a salir adelante. Mientras su esposo le explicaba la situación, a Eliza le pareció bien ayudarla siempre y cuando mostrará arrepentimiento sincero por las cosas que había hecho, haya sido obligada o no por su esposo, y que pusiera en primer lugar a sus hijos antes que a nadie.
Luego de unos minutos esperando, el médico llegó, le explico que todo había salido bien a pesar de algunas complicaciones durante la cesárea. Que tendría que seguir con el control de su condición, periódicamente. Y si querían otro hijo debían esperar al menos dos años para planificar, aún cuando seguía existiendo la dificultad para concebir, como ya había tenido un embarazo "saludable y casi a término", entonces la probabilidad de conseguir un nuevo embarazo aumento un poco, es decir era mayor que antes. Así que en su siguiente consulta con el ginecólogo debía tomar medidas, y ambos debían cuidarse para evitar un nuevo embarazo antes de tiempo.
En lo que él médico hablaba con ellos llegó la enfermera con una cunita y su bebé en ella, y la pediatra entraba detrás de ellos.
- ¡¡¡Mi bebé!!!! - exclamó emocionada Eliza interrumpiendo al médico, mientras veía la entrada de la enfermera y su bebé.
Está cargo a la bebé con cuidado y todos se apartaron de la cama donde estaba Eliza, para que la enfermera pudiera entregarle con cuidado a su bebé.
- Está pequeñita pide el calor de su madre - le dice la mujer de blanco - mantenga a la bebé pegada a su pecho para que sienta su calor piel con piel, y ya puede comenzar a amamantarla - concluye la enfermera apartándose mientras sonreía al ver a Eliza olvidándose del mundo para atender a su pequeña hija.
El médico cirujano sonrió y se disculpó para retirarse, luego llevaría las indicaciones a la nueva mamá para su cuidado. La pediatra se acercó y le explico a Eliza y Eduardo que la niña estaba bien, había respondido bien durante el tiempo en incubadora, y que aún cuando era algo pequeña era muy fuerte.
- Ya puede empezar a amamantarla. Cualquier pregunta que tenga, me llama o a la enfermera. Estaremos al pendiente de la evolución de la pequeña. Nos retiramos. Felicidades - le dijo la pediatra con una sonrisa viendo como ambos padres veían embobados a su pequeña hija.
Al estar solos Eliza y Eduardo se miraron sonriendo para luego ver a su bebé. Lo más lindo que habían visto. De piel clara, y con poco cabello que se podía apreciar de color castaño, con sus ojitos cerrados. Su pequeña hija era muy bella
- ¿Cómo está mi niño Miguel? - pregunto Eliza mirando de nuevo a Eduardo. - Debe estar muy preocupado por nosotros. -
- Está feliz, esperando la llegada de su hermana, en compañía de su abuelita. - Eliza lo miro extrañada, las madres de ambos no estaban presentes - Es que le dice abuela a la señora Jimena. - explicó sonriendo Eduardo.
Eliza le sonrió y volvió a mirar a su hija. A su pequeño milagro que se movió y hacía ruiditos.
- Voy a amamantarla, amor. Ayúdame, por favor. - pidió Eliza, y con ayuda de su esposo, se acomodo para amamantar a su pequeña bebé.
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Al día siguiente tanto Eliza como su bebé fueron dadas de alta, y pudieron irse a su apartamento. Elena le pidió disculpas a Eliza y le pidió dejar que la ayude. Eliza sabiendo lo que pasaba con su hermana aceptó, pero su hermana debía ganarse su confianza con sus acciones.
Carlos también estaba presente, y los ayudó a llevar las cosas de la habitación del hospital al auto, y así partieron en el auto. Eliza y Eduardo iban atrás con su bebé, que iba en un moisés hermosamente decorado, el cual le había enviado la señora Jimena y su nieta, especialmente para que sacarán a la pequeña del hospital. Y la bebé iba vestida con un hermoso vestido tejido blanco y rojo, con sus mediecitas y un sombrero también tejido, con un hermoso lazo rojo. La ropa parecía muy grande para la pequeña bebé. Ambos padres iban embelesados con su pequeña.
Moisés rosado.
Ropa de la bebé al salir del hospital.
(Imágenes de referencia de Pinterest)
En el asiento del copiloto iba Elena, que de vez en cuando miraba a su hermana y a su cuñado, ver tiernamente a su hija recién nacida, y recordaba hace tiempo cuando su esposo era así con ella y sus hijos al nacer. Más que envidia, se lamentaba de no haber podido hacer nada a tiempo para detener la caída vertiginosa de su esposo, y de su familia. Una lágrima corrió por su rostro, y volvió a mirar al frente, al paisaje delante de ellos.
- ¿Te sientes bien? - pregunto Carlos al ver por su vista periférica, las lágrimas de la mujer y su mirada triste.
- Si. Lo siento. Solo pensaba en mis hijos. Espero poder traerlos a vivir conmigo, y que mi suegra no se oponga. - explicó, temerosa. Fue una locura haber accedido a dejar a sus hijos con la señora Clara, pero era eso o que su esposo descargará la frustración con los pequeños, o algo peor.
- Si necesitas ayuda, soy abogado. Puede asesorarte. - dijo Carlos entregándole un pañuelo con una mano, sin dejar de ver el camino.
- Gracias. lo tendré en cuenta. - dijo la mujer, para luego pensar. - Podrías .... - comenzó a preguntar Elena con duda. Carlos al escuchar el inicio de su pregunta, y que se quedó callada, la instó a continuar,
- Dime, ¿qué necesitas? - preguntó el hombre.
- ¿Podrías ayudarme con mi divorcio? -
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Felicidades autora excelente historia...
Que sigan los éxitos!!!!