Irika Bilbao es una hermosa muchacha que oara llegar a Estados Unidos, tuvo que viajar vestida de hombre, pues en el barco donde iba de polizón, existían rumores que las mujeres eran sometidas y obligadas a bajezas, todo por conseguir el famoso ''Sueño Americano'', tras la muerte de su mejor amigo, entra al programa de protección de testigos.
Constantine es un capitán de la Policía de Miami, viene de una familia de tradición policiaca y militar. Su novia es asesinada por miembros de una pandilla de ilegales y ahora busca venganza.
¿Qué pasará cuando este par se conozcan?
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Una pequeña boda, una familia en desacuerdo.
En la sala privada de la oficina central de matrimonios civiles de Miami, se lleva a cabo una boda sencilla, pero significativa.
Constantine mira con ojos cargados de amor, a la mujer que llegó para llenar su vida. Ella, su complemento y está seguro que antes no estaba completo, pese a tenerlo todo, carecía del bien primero, que es el amor.
La familia de Patricia, más exactamente, sus padres, estaban en total desacuerdo con que su ex yerno, contrajera matrimonio tan pronto y sobre todo, con la supuesta testigo del homicidio de su hija.
- Estoy segura de que esa mujer es un chivo expiatorio de esos asesinos. - dijo molesta la madre de Patricia, de pie frente al gran ventanal de su casa.
- ¿Crees que esa jovencita es una infiltrada? - cuestiona su esposo.
- Estoy segura. - exclamó la mujer, tratando de hallar un culpable palpable.
Aquella idea que se instaló en su mente, sobre quién era Irina Bilbao, ocasionaría que Costas, llegara a dudar de su amada y la pusiera en peligro.
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Los enamorados decidieron tener su breve luna de miel, en las costas de Miami. Constantine la llevó a un hermoso chalet, propiedad de su familia.
Al llegar a la puerta de entrada del chalet, Costas tomó en brazos a su mujer. Iri lanzó un gritillo por la impresión que le dio el ser cargada de repente, por su esposo.
- ¿Qué haces, amor? - preguntó entre risas, la morena.
- Seguir la tradición mi Garota. La novia debe entrar en brazos de su esposo. - respondió risueño.
Una vez ingresaron, la colocó de nuevo en el piso. La acercó hacia él, sosteniéndola por la cintura.
- ¿Te he dicho que eres la mujer más hermosa? - pregunta el griego, venerando la belleza de su mujer.
- Muchas veces, aunque cada vez es como si fuera la primera vez. - le dijo en un portugués meloso, como solo los brasileños saben hacerlo.
- Me encanta cuando me hablas en portugués, señora Lamprou, me enciende. - le habló al oído, en tanto que mordía despacio el lóbulo de su oreja.
Irika cerró los ojos, dejando escapar un suspiro, por la deliciosa corriente que le atravesó toda la espina dorsal.
Costas pasó su nariz, por el rostro de su amada, para acariciar sus mejillas. Luego tomó sus labios, de manera suave, pero con demanda.
El beso incrementó en pasión, la danza febril de sus lenguas, provocaban torrentes calientes en sus venas. Fuego puro, que provocaba una llamarada que para alguien más, podría resultar sofocante, pero para ellos era un disfrute puro.
Entre besos y alguno que otro trompicón, llegaron al gran sofá que reposaba en la sala de estar del chalet.
De inmediato la recosto sobre este y le arrancó el sencillo vestido blanco, dejándola solo en una bonita ropa interior de encaje blanco.
- Válgame Dios, eres una amazona. - jadeó ante la hermosa imagen.
Posó sus labios sobre el vientre plano de su mujer, insitando a su piel, para que demostrara cuanto deseo había en ella.
La pareja de esposos se entregaron al amor y a la pasión que sentían el uno por el otro.
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- Ya te he dicho que tendrás vacaciones y que te irás con tu familia a Grecia. - reprendió el pelirrojo a su asistente.
- Y yo le he dicho Capitán, que no me moveré de aquí, este es mi lugar y mi trabajo, y hasta que no atrapemos al último de esos malhechores, no me iré a ninguna parte. - refutó la mujer con semblante desafiante.
- ¡Maldita sea, mujer! ¿Por qué eres tan terca? - elevó la voz, en lo que daba un manotón en su escritorio.
- Pues llámeme como quiera, pero es mi deber y lo cumpliré. - vuelve a retar.
Luke se acercó de manera peligrosa, sin previo aviso colocó su gran mano entre la nuca y la mejilla de la hermosa Evon. La acercó y le comió la boca, con hambre, un hambre que venía en crecimiento desde hace mucho tiempo.
Al separarse tan solo, escasos centímetros y con sus respiraciones agitadas, ella habló con voz entrecortada.
- Ca... capitán Dunne... ¿por... qué..? - logró decir.
- Porque hace tiempo tenía ganas de hacerlo, porque desde que te vi, tus hermosos ojos no salen de mi mente. - respondió con seguridad.
Como pudo, se zafo de ese abrazo que la quemaba, pero que a la vez se sentía tan correcto.
Ella lo amaba, siempre lo ha amado, pero su familia jamás vería con buenos ojos que él se fijara en su subordinada, además siendo ella una afrodescendiente y con el plus de que es una madre soltera.
- Capitán, - se paró firme - esto no puede ser... yo... usted... - trataba de decir, mientras él la mirada con una ceja levantada.
- ¿Tú, yo, nosotros? - inquirió con una sonrisa ladeada.
- Capitán Dunne, usted pertenece a las altas esferas de la Policía de Miami y yo no soy más que una subalterna, afro-americana y madre soltera, su familia jamás estará de acuerdo... - dijo, de manera tan fluida, que casi no se le entendía.
- Ey, ey... shhhh... calma, nena... - se acercó y subió una de sus manos hasta la mejilla de la chica, acariciando con el nudillo de su dedo índice - ¿realmente crees que en mi familia somos prejuiciosos? Y si así lo fuera, cosa que no lo es, créeme, me importa un pepino lo que digan. Tú eres la razón por la que decidí seguir en Miami, cuando ya había pedido traslado para Tallahassee. - confesó.
- ¿Por mí? - murmuró.
- Sí, por ti. - la volvió a acercar a él, esta vez agarrándola por su estrecha cintura y con la otra mano, volvió a tomarla por donde antes.
La besó esta vez, con delicadeza y con la calma, de saber que quiere saborear su linda boca.
- Mmmm... eres un sueño, mi sueño hecho realidad, bábóg álainn (muñeca preciosa, en irlandés) - le dijo en lo que volvía a besarla, pero esta vez con más posesividad.
Luego de esa sesión de deliciosos y anhelados besos, la tomó de la mano, a la vista de todos en el departamento y la sacó de allí, directo a su apartamento. Algunos se pasaron billetes, para pagar sus apuestas sobre la unión de ese par Todos sabían que era cuestión de tiempo, que el amor entre esos dos, un día se desbordara.
es obvuo que alguiek del departamento de policia le ayuda a zeze
si duda de irika la perdera y puede que llegue otro y le de la confianza que el no le da por dios es su esposa por algo se caso con ella