El Camino Del Poder

Lia estaba completamente preocupada cuando Rala le dijo que Carter aún no regresaba y el festival ya había comenzado, era demasiado tarde y no había rastro de él. Salió del pueblo con una capa para el frío, completamente sola y camino por toda la llanura, sintiendo aún así el frío viento y mirando de vez en cuando a los Dromedaria que pasaban y se perdían a la distancia.

Carter se despertó en cuánto sus entrenados sentidos escucharon los pasos de alguien acercándose. Levantó su torso quedándose sentado y vio venir a Lia desde su derecha.

—Así que aquí estás, ¿estás loco? ¿¡Por qué no has regresado!?—preguntó Lia parada al costado de Carter.

—Me quedé dormido—respondió Carter con indiferencia.

—¿¡Que hubiera pasado si algún animal te atacaba mientras dormías!?

Carter calló y dirigió su mirada al paisaje frente a él. Lia finalmente se calmó y se sentó a su lado.

—Es sobre la advertencia del rey, ¿cierto?—preguntó Lia.

Carter seguía en silencio e indiferente. Tras unos segundos pensando que realmente no tenía por qué comportarse de esa forma, hablo:

—Sí, es por eso. Odio lo que está pasando, odio que no pueda usar magia. No tuve tiempo siquiera de mostrar que podía defender al pueblo, me aproveche de ustedes comiendo a su lado y viviendo ahí en esa habitación... —decía Carter totalmente hundiendo su cabeza entre sus piernas—. Ustedes han sido demasiado benevolentes y yo simplemente...

—Basta Carter. Está bien, somos conscientes de ello, pero ni aun así, ni con las dificultades que has tenido para controlar la magia negamos que lo conseguirás tarde o temprano. La gente del pueblo te estima desde que Samantha nos contó lo de la Cría de Lerna—decía Lia y tocó el pelo de Carter con una sonrisa—Confía, porque sé que cuando finalmente lo logres te sentirás feliz y extasiado porque podrás cumplir tu promesa y defender a quiénes amas. No dejes que las circunstancias te hagan caer en malas emociones.

Carter levantó su cabeza y la mano de Lia se deslizó de ella. Se sintió cálido ante sus palabras y sonrió, miro a Lia y está correspondió con una sonrisa de igual forma.

—Gracias Lia—decía Carter, y un encantador brillo en sus ojos hizo que Lia se sintiera apenada.

El corazón de Lia se aceleró.

<>, pensaba.

Lia se acobardo, y se trago las fuertes emociones que había desarrollado por aquel hombre que, en sus comportamientos tan desconocidos y sus esfuerzos por convertirse en alguien para ellos, la había enamorado.

—Bien—comenzó Carter mientras se levantaba y estiraba—. Creo que estaré bien aquí, solo un momento más y volveré. Tú... ¿Irás ya?

—Yo, eh... si, prometí a la esposa del panadero que le ayudaría a repartir bebida y jugo a los hombres y niños...—comentó luego de haberse quedado en silencio por unos segundos.

Finalmente Lia se levantó y Carter se despidió de ella con un gran abrazo. Lia quedó completamente enrojecida e intento evitar que Carter lo notará, con tartamudeos se despidió y al fin se alejo por el camino de dónde vino.

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Carter estaba aún en la llanura, habían pasado una decena de minutos desde que Lia se había ido, posiblemente estaba ya en el pueblo.

Carter nuevamente, ante los recuerdos que llegaron, y apoyándose en las palabras que Lia le dijo, comenzó a practicar de nuevo, una y otra vez. Pequeñas luces y un fuerte viento que empezaba desde sus pies le recorrían en cada intento y, como si las palabras de Lia hubieran activado algo en el, soltó el aire en sus pulmones y dando un fuerte golpe al aire con la palma de su mano derecha, la magia fluyó y para su impresión, una gigantesca llamarada que cambiaba entre azul y naranja rojizo emergió desde su mano e ilumino toda la zona a su alrededor con esplendor fantástico, y el esfuerzo y viento que género le hizo volar unos cuántos metros, cayendo boca abajo.

Miro delante suyo y contempló las cenizas y pequeños orbes naranjas rojizos y azules que iban desapareciendo frente suyo.

Finalmente lo había conseguido. Una enorme sonrisa se dibujo en su rostro y, un poco incrédulo aún, se levantó rápidamente del suelo y haciendo un movimiento distinto, nuevamente flamas azules y naranjas rojizas salieron. Lo hizo con diferentes movimientos, estando estático, y pensando a voluntad y ahí estaba. La magia comenzó a obedecer su voluntad. Se sentía finalmente realizado y lanzo un gran grito de felicidad al cielo acompañado de un enorme viento. Por fin podría defenderse a si mismo y a la demás gente, podía presentarse ante el rey sin temor alguno y mostrar que el esfuerzo había valido totalmente la pena.