Margaret Vitaly, le hace una inesperada propuesta al archiduque Bastian Chevalier, pese a que este le lleva muchos años de diferencia. Margaret asegura desear a ese hombre y le pide casarse con ella. Todos saben que Margaret está enamorada del conde Agustín. ¿Por qué ahora quiere casarse con aquel hombre de corazón frío? La respuesta solo lo sabe ella y es que Margaret conoce su futuro, ella ha tenido una regresión después de sufrir una muerte miserable, así que ahora está dispuesta a cambiar ese futuro lamentable y para eso, necesita de aliado al único hombre que le tendió una mano antes de su muerte, ese era el hombre al que ahora Margaret le proponía matrimonio, el archiduque Chevalier.
¿Podrá Margaret cambiar su destino?
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Mi falta es imperdonable.
Vivian estaba despertando; se había quedado dormida después de la larga faena que tuvo. Se reincorporó con cuidado; no quería despertar al duque. Todo lo que sucedió en esas cuatro paredes le parecía tan irreal. Al intentar levantarse, sus piernas fallaron, recordándole la intensidad del momento. Por suerte, pudo sostenerse de la cama antes de caer.
—Ahora, ¿cómo salgo de aquí?— se decía Vivían entre susurros. Estaba comenzando a aterrorizarse; sus miedos le estaban jugando una mala pasada. Sumado a eso, el peso de la realidad que le estaba atormentando la conciencia le hacía sentir que le había fallado a Claus, al ducado Vitaly, y que había traicionado la confianza que su señora había depositado en ella. Se sentía como la peor persona del imperio. Una bastarda no podía soñar tan alto, y ella lo sabía bien: su amor solo tenía que estar en su corazón.
Cómo pudo salió de la habitación del duque para llegar a la de ella, que estaba en el mismo pasillo junto a la de Margaret. Lo primero que hizo fue cambiarse de ropa; no podía tomar un baño, ya que no tenía fuerzas para ir por agua y le daba vergüenza pedirle al personal. En su mente, ya todos sabían lo que había hecho y eso la avergonzaba más. El dolor en sus piernas se había apaciguado un poco, pero aún seguían temblando.
—¿Qué hiciste, Vivian? Eres una tonta —se decía a sí misma mientras frotaba sus manos en su cara con desesperación.
Salió de su habitación y se encontró con el doctor que la estaba esperando al final del pasillo.
— Señorita Vivian, aquí está el té. — El doctor la veía con lástima; era una pena que una jovencita tan linda no pudiera casarse debido a este incidente. Vivian tomó el té sin rechistar; era mejor prevenir, no quería lamentarse más, suficiente tenía con su patética vida.
— El duque está dormido, ya está fuera de peligro. Tengo que llegar al archiducado cuanto antes. — Vivian quería salir corriendo del ducado y no volver nunca más.
— Enseguida prepararé un carruaje y un grupo de guardias para que la acompañen. — Vivian soltó el aire contenido en su interior; no entendía en qué momento dejó que sus sentimientos la gobernaran.
El camino fue silencioso, pero el movimiento del carruaje intensificaba su malestar. Se repetía que tenía que ser fuerte; ella solita se había metido en el problema y ella solita tendría que salir de ello.
El duque tardó media hora en recobrar la conciencia. Tocó el lado de su cama y no encontró a nadie; suspiró con pesadez. Vivian se había escapado, pero no por mucho tiempo.
— Vivian, Vivian, de mí no te librarás tan fácil —se levantó y fue al baño a asearse. Una vez presentable, salió de la habitación y se encontró con el doctor.
— Señor, lo...
— Después hablamos de lo que pasó aquí. Tengo algo importante que resolver. En cuanto llegue, dile al mayordomo que prepare todo para recibir a la nueva duquesa de Vitaly. — El doctor casi se desmaya; pensó que la vida de Vivían se había arruinado, pero nunca esperó que el duque la tomara como esposa, aunque bien había escuchado ciertos rumores dentro del personal que señalaban que el duque era muy atento con Vivían, aunque pensó que solo eran falacias de las sirvientas.
El Duque se dirigió al establo por su caballo; cabalgando, llegaría más rápido. Vivían le llevaba casi una hora de camino de ventaja.
En el archiducado, Margaret estaba angustiada; ya había oscurecido y Vivían no daba señales de vida.
—¿Será que le pasó algo? Vivian no se retrasaría tanto —dijo Margaret. La preocupación de Margaret era genuina; en su vida pasada, sus doncellas tuvieron finales terribles de los cuales se sentía culpable, por eso las protegía tanto.
—Aguardemos un poco más —dijo Cloy, tratando de calmar a Margaret, pero lo cierto era que ella tenía el corazón en las manos de tanta preocupación.
—Enviaré guardias a buscarla; este retraso no es normal —el desespero de Margaret era más grande con cada segundo que pasaba.
— No creo que el duque haya dejado a Vivian salir tan tarde. — Margaret y Cloy trataron de calmarse; Adanis tenía razón, el duque nunca hubiera dejado a Vivian salir a esa hora. Mientras ellas debatían qué hacer, Vivian entró, dejándolas paralizadas. Vivian se arrodilló ante Margaret, dejando a las tres mujeres con los ojos abiertos por la sorpresa.
— Mi señora, he fallado, la traicioné.
— ¡Vivian, qué ocurrió, qué hiciste! — Margaret estaba desconcertada; su doncella era extremadamente leal.
— Mi falta es imperdonable. — Vivian seguía arrodillada, sin siquiera levantar la cabeza, lo que dejó aún más asombrada a Margaret.
— ¿Cuál fue tu falta para que la consideres imperdonable? — Margaret no creía que Vivian fuera capaz de hacer algo que la dañara; confiaba plenamente en su doncella, esa que creció junto a ella.