Secretos, envidia, poder, dinero y traiciones, son el ingrediente perfecto para un desenlace trágico.
La traición aveces viene de la propia sangre, y la lealtad se paga con ella también.
El día que descubrió la verdad, el mundo de Érika se tambaleó.
La traición de una persona querida, la muerte de su padre y la revelación de que ella era la heredera de aquel secreto familiar tan bien guardado, la empujaron a una nueva realidad, todo es nuevo y peligroso para ella, podrá lograr seguir su vida?
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Capitulo 23 - Sin esperanzas.
Javier estaba en la casa de Carlos, el padre de Alejandro, revisando unos papeles y tratando de encontrar una salida a la situación en la que se encontraba. De pronto, debajo de un viejo escritorio, una tabla floja dejó caer una pequeña libreta al forzarla un poco. ¡Lotería! Era lo que buscaba, adentro había números de teléfono, direcciones y nombres importantes. Los contactos que había guardado Carlos, aliados mafiosos y varios conocidos de Roberto.
La tranquilidad volvió a su cara, con un poco de esperanza. Agarro su teléfono y llamó a Valdez, pero no obtuvo respuesta. El teléfono de Valdez parecía estar apagado.
—¡Este pelotudo, para qué tiene teléfono si lo va a tener apagado! —dijo Javier, molesto, pero tranquilo porque había encontrado lo que buscaba.
Intentó comunicarse varias veces, pero no tuvo éxito. Valdez no contestaba el teléfono por alguna razón.
Sin más, Javier salió de ahí, en busca de la gente que podría ayudarlo.
............
...Un día después...
Las horas pasaban, Javier estaba alterado. Valdez no contestaba sus llamadas y ya había pasado más de un día. Mientras tanto, Javier estaba cada vez más desesperado. Había perdido el control y sentía que los rusos estaban más cerca de atraparlo. Cada puerta que tocaba, se le cerraba en la cara. Los antiguos aliados de Roberto, estaban muertos o se habían dado vuelta, asustados por el poder y la brutalidad de los rusos.
—¡Hijos de puta, nadie quiere ayudarme! ¡Son una manga de traidores estos soretes! —gritó Javier, golpeando la pared de su escondite.
El teléfono sonó y Javier contestó rápidamente, con la esperanza de que fuera una buena noticia.
La pantalla mostraba el número de Valdez, y Javier sintió una mezcla de alivio y temor. Contestó rápidamente, esperando que fuera algo bueno.
—¿Valdez? ¡Te llamé como 20 veces! ¿Dónde mierda estás? —preguntó Javier, intentando mantener la calma.
Después de unos segundos de silencio, una voz desconocida respondió con frialdad.
—No es Valdez. Un gusto conocerte, Javier —dijo la voz de un tipo, que repetía las palabras de alguien en un español claro y serio.
Javier sintió un escalofrío recorrer su espalda. Sabía que esto no podía ser bueno.
—¿Quien carajo es? Pásame con Valdez —dijo Javier, intentando sonar desafiante pero sintiendo el miedo crecer en su pecho.
El tipo continuó, repitiendo las palabras que alguien le decía de fondo.
—Sabemos que estás escondido, Javier. Pero no podés escapar para siempre. Estás solo. Tus amigos ya no están contigo, y si no te entregás, las cosas van a ser mucho peores para ti y para los que te rodean. Nadie puede salvarte de nosotros —
Javier apretó los puños, se dio cuenta de que se trataba de los rusos. En su mente, recordaba lo que le hicieron a su madre. Necesitaba ganar tiempo y luego buscar su ansiada venganza.
—No sé de qué mierda me estás hablando. No tengo nada que ver con esto hijo de puta, no me vengas con amenazas —dijo, intentando mantener la compostura, pero cagado de miedo.
El que hablaba era el traductor, transmitiendo cada palabra y respuesta de Boris, quien hablaba atrás de él. La voz de fondo añadía más miedo a Javier.
—No juegues con nosotros, Javier. Sabemos todo. Vemos todo, y todos están con nosotros. Valdez pensó que podía esconderse, y ahora está muerto —
Javier sintió un nudo en el estómago. La mención de Valdez le dio una sensación de desesperanza, pero no podía mostrar debilidad.
—¿ Y qué carajo quieren de mí? —preguntó, su voz temblando ligeramente.
El traductor, siguiendo las instrucciones de Boris, continuó la amenaza.
—Queremos que te entregues. Nos darás los contactos de tu padre, y también dinero, en disculpa por las molestias. Y si no te entregás, vamos a ir tras cada persona que alguna vez te haya conocido. No te queda más opciones, Javier. Esta es tu última oportunidad —
La llamada se cortó abruptamente, dejando a Javier con el teléfono en la mano y un vacío en el estómago. Sabía que los rusos no estaban jugando. Estaba acorralado, y la desesperación comenzaba a apoderarse de él.
—¡Maldita sea! ¡Malditos hijos de mil puta! —gritó Javier, pateando todo lo que había frente a él.
La situación se volvía cada vez más desesperada. Los rusos estaban cerca y el tiempo se agotaba. Javier sabía que tenía que actuar rápido, pero cada vez se le cerraban más puertas.