Pasiones Ocultas.

Samuel acunó el rostro de Derek en sus manos, besó su frente, el par de ojos llorosos, la punta de la nariz y, por último, besó suavemente los labios temblorosos.

—Amar a alguien nunca debe ser motivo de odio o discriminación. El amor es hermoso y todos tenemos derecho a amar y ser amados. No te odies por lo que sientes, tampoco creas que es antinatural solamente porque la sociedad así lo ha dicho. Hace cien años las mujeres no podían trabajar y, hoy día es perfectamente normal encontrar a una mujer que incluso gane más que un hombre. Tal vez, en algunos años nuestro amor no será visto como algo raro. Pero, mientras eso pasa, tenemos derecho a ser felices. Tú tienes derecho a ser feliz.

Derek volvió a soltar en llanto mientras se abrazaba a Samuel con fuerza. ¿De verdad tenía derecho?

—Samuel, yo...

El sonido del celular de Samuel interrumpió sus palabras. Samuel se paró y sacó el celular de su bolsillo. La llamada era de su madre y solo entonces recordó que no les había dicho a dónde iba.

—Hola mamá... sí, lo siento... Estoy con Derek, olvidé decirles. ¿Con él? Bueno —Samuel extendió el teléfono—. Quiere hablar contigo.

Derek agarró el teléfono y lo puso en su oído—: ¿Hola? —dijo tímidamente, avergonzado. Si Susan supiera que hace menos de media hora le estaba comiendo la boca a su hijo, ¿qué cara pondría?—. Sí, sí... de acuerdo, no se preocupe —al terminar de hablar colgó la llamada y le regresó el celular a Samuel.

—¿Qué dijo?

—Que durmieras conmigo, ya está tarde para regresar. —Samuel asintió, enrojecido—. Príncipe, lo de hace un rato...

—Hablemos mañana de eso, ¿sí? Tengo sueño, quiero dormir.

Derek asintió. Los dos sabían que tenían que pensar las cosas seriamente. La relación entre ellos no había sido la mejor y Samuel aún tenía muchas preguntas sin respuesta, pero en ese momento los dos estaban agotados mentalmente y de nada serviría.

—Vamos, tenemos que descansar.

Los dos regresaron al departamento disfrutando del silencio. Después de darse una ducha, Samuel se acostó y se cubrió con las sábanas. Habían pasado muchas cosas en pocas horas, cosas que su mente aún estaba procesando y tal vez no lo dejarían dormir.

—Sam, ¿podemos dormir juntos? —preguntó Derek desde la puerta de la habitación. Samuel, sin saber qué hacer, asintió por inercia.

Derek se acercó a la cama, entró bajo las sábanas y abrazó con fuerza a Samuel, recargando su cabeza en el pecho contrario. Samuel, por su parte, acarició los cabellos de Derek.

Por el cansancio, en unos pocos minutos Derek se quedó plenamente dormido. Pero él no podía conciliar el sueño en absoluto.

Samuel siguió acariciando el sedoso cabello negro. Sus dedos pasaban tranquilamente entre las hebras suaves y su pecho se sentía cálido. Los brazos de Derek alrededor de su cintura lo hacían sentir seguro. No obstante, no todo era perfecto. Su mente estaba hecha un huracán de pensamientos.

¿Habían arreglado las cosas? Por supuesto que no. De hecho, tenía muchas más dudas que cuando sabía que Derek odiaba su toque. Ahora no estaba seguro si era repulsivo o no. Además, Lily y Jenn aún estaban ahí, ellas eran sus amigas y odiaría perderlas por culpa de sus sentimientos.

Derek no había dejado las cosas claras con nadie. A los tres los mantenía esperanzados.

Si pudiera, te mantendría así, abrazado por el resto de nuestras vidas. Quiero protegerte, mostrarte todo el amor que tengo para dar. Quiero ser la persona a la que le confíes tus miedos, quiero ser quien esté para ti en cada logro y fracaso. Por años he mantenido este amor oculto, y ahora que tengo la posibilidad de hacerlo real, no puedo evitar sentir que el miedo me está consumiendo centímetro a centímetro.

Lo que me das es tan efímero que siempre me haces dudar si fue real o un simple sueño. Tal vez te arrepientas con los primeros rayos de sol y entonces me vuelvas a enviar directo a los brazos del dolor. No estás comprometido conmigo ni con ellas, y aunque quiero arroparte y protegerte, luchar por esto, me pregunto si tú harías lo mismo. ¿Lucharías por mí, Derek? ¿Te arriesgarías a amarme como yo me arriesgaría por ti?

Si tu madre regresa, ¿no la elegirías por encima de mí? Y si eso ocurre, ¿con qué me quedaría yo? Porque... a pesar de todo, sé que únicamente me quedaría con el doloroso recuerdo de lo que seríamos. No soy tan bueno como crees, Derek. Yo también quiero ser egoísta. Yo también quiero arriesgarme si sé que voy a ganar. Pero contigo... ni siquiera sé si lo de hoy lo vas a recordar o vas a fingir que nunca pasó. No quiero regresar al pasado cuando te vi marchar sin mirar atrás. No quiero volver a sufrir, porque esta vez ni siquiera Elbert podrá salvarme.

Samuel besó la cabeza de Derek con ternura y lo abrazó un poco más cerrando los ojos para tratar de dormir un poco. Sus sueños se volvieron turbulentos recordando el pasado. La primera vez que besó a Derek, la primera vez que se entregó a él y la promesa que se hicieron en ese momento, todo en una misma noche.

Para él fue como flotar en una nube esponjosa, pero, cuando abrió los ojos, se encontraba solo y con la noticia de que Derek se había marchado de la ciudad sin decir a dónde exactamente iría.

Esperó por meses una llamada o un mensaje, ni siquiera estaba enojado con él, pero aun así, Derek jamás se atrevió a contactarlo. Solo casi un año después supo la verdadera razón de ello.

—Se mudó con su novia, ellos llevaban un tiempo planeando la mudanza, es raro que no te haya dicho.

—... Sí, muy raro. Gracias, señor Blackwell.

Él ni siquiera sabía que Derek tenía una novia. Se sintió estúpido, pero aun así lloró toda la noche hasta quedarse sin lágrimas.

—Sam, oye, Sam —la voz de Derek se filtró entre sueños y él se levantó de un sentón—. ¿Estás bien? ¿Por qué lloras? —Samuel se quedó confundido unos segundos, pero rápidamente pasó su mano sobre sus mejillas y descubrió que estaban húmedas.

—Una pesadilla, solo eso. Vamos, duerme. —Samuel se recostó nuevamente, se giró dándole la espalda a Derek y se cobijó para poder dormir.

—Bien, descansa —murmuró Derek mientras ponía una de sus manos sobre la cintura de Samuel y lo abrazaba, lo que estremeció el corazón y el cuerpo de Samuel.

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—No estoy listo, Sam. He odiado a mi padre por años, no creo poder hablarle con amabilidad y mostrarle afecto de un día a otro... simplemente no podré con la culpa de haberlo odiado a sabiendas que yo era igual que él.

Derek permanecía con los brazos apoyados en sus rodillas mientras hablaba. Samuel estaba a su lado, acariciando y palmeando su espalda de vez en cuando.

—No tienes que hacerlo, Derek. Al menos, no como quieres hacerlo. Ve mostrándole tu amor de a poco y la relación entre ambos mejorará con el tiempo. Es tu padre y te ha amado siempre, estoy seguro que no te guarda el más mínimo rencor.

—Eso no lo sabes. Si estuviera en su lugar, me odiaría.

—Pero no eres él, no sabes lo que siente. Las personas somos todas distintas, algunas guardan rencor, otras prefieren quedarse con los buenos momentos, pero, independientemente de eso, los padres mayormente aman a sus hijos sin importar qué.

El silencio se hizo presente. Samuel tenía razón, pero al pensar en todo lo cruel que había sido con su padre, Derek no podía pensar en otra cosa que no fuese en su padre viéndolo con odio. Durante años lo criticó, lo insultó y lo culpó por el abandono de su madre. ¿Cómo podría presentarse como si nada de eso hubiese pasado? Era demasiado hipócrita hacerlo. No obstante, si no hacía algo, probablemente la brecha seguiría expandiéndose, haciendo imposible poder cruzarla.

—De acuerdo, voy a intentarlo.

—Perfecto. Ahora, vayamos a ese hospital a recoger a tu padre y llevarlo a casa —Samuel se puso de pie y extendió su mano hacia Derek. Derek miró la blanca mano y no dudó ni un segundo en tomarla.

Tener a alguien que caminara a su lado se sentía extrañamente bien. Samuel era como un pilar de apoyo en tiempos de huracanes. Siempre estaba ahí sin importar cómo lo tratase, tal vez podría acostumbrarse a ello.

Al llegar al hospital, Derek apoyó la mano en el pomo por varios segundos antes de animarse a abrir la puerta. Dentro de la habitación, su padre estaba sentado al borde de la cama, listo para irse. Del baño, un hombre un par de años mayor que su padre salió con las mangas de la camisa levantadas.

—Derek —dijo con sorpresa.

—Ey, Erick. —Su voz seca hizo que Samuel rodara los ojos. Aunque al menos habían tenido un avance.

—Señor Alaan, me alegro mucho de ver que se encuentra mejor —Samuel entró y saludó con una sonrisa de oreja a oreja. Su intervención repentina había disipado un poco el ambiente pesado.

—Sam, gracias por venir a verme.

—Sí, lamento no haber venido antes, pero ya sabe cómo es Derek. Si no voy a su departamento, nunca me hubiera enterado de su accidente.

—Lo sé, lo sé. Pero estoy feliz de ver una cara conocida. —Alaan le sonrió y pequeñas líneas de expresión marcaron su rostro—. Por cierto, él es Erick.

—Mucho gusto, señor Erick. —Samuel extendió educadamente su mano hacia el hombre. Aquel tipo no era feo, tenía un porte elegante y un rostro atractivo. Su aura desprendía una madurez cautivadora que podía conquistar hasta las rocas si se lo proponía.

—Oh, vamos, no me digas señor, me haces sentir viejo —Erick también le saludó. A pesar de su apariencia seria, su tono de voz era muy amigable.

—Bueno, vamos, ya no soporto un segundo más en este lugar. El olor a desinfectante lo tengo hasta en el cabello —se quejó Alaan mientras se ponía de pie. Erick se apresuró a ayudarle y lo agarró de la cintura. Samuel sonrió para sus adentros.

—Derek, ¿vas a venir con nosotros a casa? —los ojos de Erick se centraron en él. Derek desvió la mirada, pero aun así asintió.

—Perfecto, entonces haré tu favorito.

—No hace falta, puede hacer lo que guste. Por cierto, déjeme ayudar con mi padre.

Derek se acercó y le ayudó a Alaan a seguir caminando. Erick no pensaba detenerlo, después de todo, habían pasado años desde que vio a Derek ser amable con su pareja.

Los cuatro llegaron al departamento. Era un lugar acogedor con buen diseño. Demasiado hogareño, con fotografías de ellos enmarcadas y colgadas en la pared o puestas en marcos sobre las repisas. Samuel sonrió, tal vez un día él también tendría fotografías con la persona que ama.

Sí, algún día.