En el pequeño pueblo de Santa Lucía, Ximena Salazar, una dedicada, joven y apasionada aspirante a alcaldesa, se convierte en el blanco de la obsesión de Santiago Vargas, un oscuro mafioso con conexiones profundas en la comunidad que no se detendrá hasta tenerla entre sus brazos.
¿Podría el amor nacer de la obsesión?
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Primera Vez
No quería que la fiesta terminara, solo porque sabía lo que implicaría el final de esta.
Me encontraba en mi habitación, nerviosa, con el vestido de novia aún abrazando mi figura. La certeza de que Santiago cruzaría esa puerta y me reclamaría me mantenía en alerta.
De repente, la puerta se abrió de par en par, y Santiago entró con una sonrisa desenfrenada. Su traje algo desalineado no hacía más que añadir un toque de sensualidad a su presencia, pero por más atractivo que el fuere, me siguen dando pequeños escalofríos cada vez que pienso en las cosas que es capaz de hacer tan solo por simple capricho.
—Ven aquí— Me ordenó con su voz ronca.
A pasos cortos, me acerqué algo cautelosa.
Santiago, desesperado, terminó por acercarse con confianza, como si supiera que me tiene a su merced.
—Ya eres mía— Expresó.
Sus manos se deslizaron por mi cuello hasta enredarse con mi cabello, tirando de él, me obligó a mirarlo.
Santiago es lo suficientemente alto como para tener que levantar la vista cada vez que estoy cerca de él.
Su otra mano se deslizó por mi espalda y me atrajo a él con firmeza.
Sus labios se aproximaron a los míos, tanteando el terreno. Puedo sentir a la perfección su perfume, varonil y embriagador impregnando el aire a nuestro alrededor.
Cuando sus labios atrapan los míos, dejo que él tome el control. Devorando con rudeza los míos mientras introduce su cálida y mojada lengua dentro de mi boca. Sus dedos que antes sujetaban mi cabello ahora rozan mi mejilla, confundiéndome por la suavidad y delicadeza de estas. Por un lado es agresivo, pero a la vez esta siendo extremadamente delicado dejándome confundida.
—Quítate el vestido— Lo veo apartarse mientras se deshace de su saco y camisa.
Hago lo que dice y bajo el cierre de mi vestido tratando de recobrar un poco de aire por el beso, mientras él me devora con la mirada.
Estoy temblando, pero ¿Por qué?
La tela del vestido se deslizó por mis piernas. Quedé tan solo con la delicada ropa interior de encaje de dos piezas en color blanco que no me cubría mucho que digamos.
Me brindó su mano para que me acercara a la cama y en cuanto lo hice, deslizando su mano primero en mis muslos, subiendo por mi cintura y luego hasta llegar a mi escote, con un rápido movimiento, me lanzó a la cama.
En cuanto estuvo encima de mi, su boca atrapó nuevamente mis labios, pero no se detuvo ahí. Sus labios humedecidos iban dejando cortos besos en mi cuello mientras descendía haciendo que mi piel se erizara, y aunque mi cuerpo respondía a su tacto, mi mente estaba luchando con la realidad, con mis sentimientos y en especial, con la imagen de Alejandro.
No podía dejar de sentir que lo estaba engañando.
Mis latidos se fueron a mil en cuanto sus manos se deslizaron por la braga que llevaba puesta y se deshicieron de ella.
Podía verlo en su mirada y estaba segura de lo que él quería hacer.
Pasa su dedo por mi hendidura y metió un dedo y luego otro obligándome a reaccionar por la intromisión.
De pronto, las palabras de Mónica llegan a mi mente.
"A Santiago, le gusta ser algo rudo"
Eso me asusta. ¿Y si quiere pegarme?
No, definitivamente no.
—Santiago....— Es lo único que puedo decir cuando sus dedos abandonan mi interior para darle espacio a su boca.
Su lengua barre mi sexo de atrás hacia adelante y succiona con avidez robándome uno que otro gemido.
No puedo pensar, mi juicio está completamente nublado por este hombre.
Su lengua va a mi punto de placer, lo rodea y lo estimula.
De pronto, su boca se aleja y lo observo mientras se deshace de su pantalón. Se queda completamente desnudo frente a mí. Santiago es impresionante, Fuerte y masculino.
Su miembro escandalosamente duro ya está preparado para mí.
Se tumba sobre mi sin hablar. Me coloca las piernas sobre sus hombros y sin dejar de mirarme a los ojos, me penetra lentamente hasta el fondo.
—¡Dios, Ximena!— Exclama.
Inmóvil bajo su cuerpo, le permito entrar en mi interior
Me ensarta hasta el fondo y yo jadeo cuando bambolea las caderas.
Sus ojos brillan, lo veo sonreír y yo me arqueo por la sensación. Santiago es poderoso y posesivo.
Su mirada, su cuerpo, su virilidad, están enfocadas en mí y cuando comienza una serie de rápidas envestidas y siento su mirada ardiente termino por correrme. Instantes después, me baja las piernas de sus hombros y me las pone a ambos lados de sus piernas. El juego continua. Coge mis caderas con sus fuertes manos.
—Ximena, mírame— Abro los ojos y lo miro.
—Quiero que me mires siempre, ¿Entendido?
Asiento aun aturdida por las sensaciones que me acaba de provocar.
Vuelve a hundirse en mí esta vez con menos delicadeza que la primera vez. Una y otra vez en mi interior. Tras varios embistes que me revuelven por completo, Santiago cierra los ojos y se corre tras un sexy gruñido, mientras me aprieta contra él y finalmente cae sobre mí.