Mila Grud tiene un gran secreto que desde aquella noche lluviosa cuando cumplió sus quince años intenta ocultar, ¿un maleficio o un beneficio?.... lo único que ella sabe es que su vida cambió y no pudo ser una chica normal, tener que huir antes de que sean las 10 de la noche se ha vuelto parte de la rutina.
Frédéric Villamil un día mientras iba sumido en sus pensamientos chocó con un hermoso gato en la oscuridad de la noche, pero aún así logró admirar los hermosos ojos de este bello animalito , algo en el despertó curiosidad.........
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Capitulo 23
Tan pronto lograron atrapar a los culpables, los padres del heredero entraron a la bodega a toda prisa, empujando con desesperación a los agentes que intentaban contenerlos.
—¡¡HIJO... HIJO, NOOOOO!! ¡¡HIJO, POR FAVOR, NO NOS HAGAS ESTO!! ¡¡POR FAVOR, REACCIONA!! —gritaba la madre, de rodillas junto al cuerpo inerte de su hijo, sacudiéndolo, como si con eso pudiera devolverlo a la vida.
Sus sollozos llenaban el aire como puñales de dolor. El eco de su desesperación rebotaba contra las frías paredes del lugar, que olía a humedad, a polvo y a muerte.
—¡¡TE DIJE QUE ERA MALA IDEA!! —gritó de pronto, girándose hacia su esposo—. ¡¡PUSIMOS EN RIESGO A NUESTRO HIJO!! ¡¡NUNCA ME LO VOY A PERDONAR!!--
El padre del joven permanecía inmóvil. Su rostro, pálido y desencajado, se había transformado en una máscara de dolor. No dijo nada. Solo bajó la mirada, sintiéndose más culpable de lo que las palabras podían expresar.
Unos minutos más tarde, las sirenas de la policía y la ambulancia cortaron el silencio como cuchillas. Los paramédicos entraron de inmediato, cargando sus maletines y buscando al herido.
Uno de ellos, al ver al joven, se arrodilló rápidamente a su lado. Le tomó el pulso, revisó sus pupilas, pero pronto su expresión cambió a una mezcla de horror y desconcierto.
—¿Qué diablos…? —murmuró, retrocediendo un poco.
El otro paramédico se le acercó y ambos intercambiaron miradas. Fue entonces cuando hablaron con los padres, que seguían llorando abrazados al cuerpo de su hijo.
—Lo sentimos... su hijo ya no tiene signos vitales. No hay forma de realizarle una reanimación —dijo el primero con voz grave—. Ningún órgano está funcionando. Su cuerpo presenta rigidez cadavérica avanzada... parece un cadáver de semanas. Lo siento, ahora la policía hablará con ustedes y en breve se realizará el levantamiento. Les ofrecemos nuestro más sentido pésame.
El padre del heredero York apenas logró asentir con la cabeza.
—Muchas gracias —susurró.
Los paramédicos se retiraron en silencio. Afuera, las luces de los vehículos de emergencia seguían destellando, pintando de rojo y azul la oscuridad de la noche.
Uno de los policías esposó a los tres responsables del hecho. Los observé detenidamente. En sus rostros no había remordimiento. Solo miedo. Ruth, la mujer que había iniciado todo, mantenía una sonrisa torcida, como si en el fondo hubiese ganado algo.
Otro oficial se acercó a los señores York para tomarles declaración. Mi padre, al ver la escena de forma remota, descargó los vídeos y envió un correo con la grabación de los hechos. Tenía acceso a las cámaras ocultas que habíamos instalado. Era una prueba irrefutable.
—Ya tienen lo que necesitan —le dijo el señor York al agente.
Me sentía devastada. Un vacío frío se alojó en mi pecho. No era justo. Aquel joven estaba recibiendo ayuda, estaba mejorando, pero sus padres, en su desesperación por una solución rápida, lo entregaron a la oscuridad, ningún consejo sirvió. Fueron víctimas de su propia arrogancia... y él no merecía ese final.
Salí de aquel lugar pasadas las once de la noche caminé sin decir, ni murmurar una sola palabra, con el ceño fruncido. Yo, miraba hacia todos los, no dejaba de pensar en Ruth. En lo que era capaz de hacer.
Llegué a casa cerca de la medianoche. Para mi sorpresa, mi padre me estaba esperando en la puerta, como si supiera que necesitaba ese gesto.
—Hola, papá... ¿y esto? ¿A qué se debe? —le pregunté cuando estuve dentro.
—Sé que vienes mal. Lo que pasó hoy te afectó —dijo, acercándose y tocándome el hombro con suavidad.
—La verdad... un poco. Él no debió morir. No de esa manera, merecía una oportunidad. Y sus padres... le compraron el pase directo a su muerte-- comenté.
—Así es, hija. Pero esa fue su decisión. Ahora ellos tendrán que vivir con las consecuencias-- dijo
Me quedé callada unos segundos, mirando al suelo. Luego levanté la vista hacia él.
—Papá... ¿te puedo confesar algo?--
—Claro que sí, hija. ¿Qué pasa?--
—Tengo miedo. Le tengo miedo a Ruth. Verla hoy hacer lo que hizo… despertó en mí una ansiedad que no puedo controlar. ¿Y si sabe de mí? ¿Y si decide buscarme? Es capaz de regresar y hacerme algo peor-- pensé en todas las posibilidades.
La expresión de mi padre cambió. Su rostro se endureció. Puso sus manos en mis hombros, mirándome a los ojos.
—Sobre mi cadáver —dijo con voz firme—. No voy a permitir que te lastime-- hizo una pausa -- no, otra vez --
—Gracias, papi. Pero no quiero que te pase nada a ti tampoco. Así que... yo buscaré la solución--
—¿Vamos a ir donde me recomendó Diana?--
—Pues... en estos momentos quiero confirmar algo. Pero aún no estoy segura. Así que primero haré una prueba, y después iremos a donde tú quieras-- en mi mente sé materializó la imagen de Frédéric.
—¿Eso que quieres confirmar tiene que ver con lo que te pasó ayer?--
—Algo así —respondí, bajando la mirada—. Por ahora no puedo darte detalles--
—Mmm... está bien. Pero no tardes en contarme. Sabes que soy muy desesperado--
Solté una pequeña risa y lo miré con complicidad.
—Mmmm, pues qué casualidad... yo también quiero saber muchas cosas que tú me ocultas. Y me ha tocado tener mucha paciencia. Créeme que me ha costado mantenerme al margen. Así que estamos a mano, querido padre-- dijo en un tono de burla.
Él abrió los ojos como si lo hubiese pillado robando galletas.
—¡Oyeeee! ¡Eres cruel, mocosa! —dijo, medio en broma, medio en serio—. Pero está bien... esta vez me ganaste. No tengo cómo defenderme —y soltó una carcajada resignada.
—¿Ves? Yo también tengo mis trucos —le dije, dándole un suave caricia en el brazo con mi patita—. Así que, padre mío, quiero descansar. Me voy a mi habitación. Descansa-- le dije.
—Tú igual, mi princesa. Que pases buena noche--
—Igualmente. Y me cuentas qué te dicen los señores York si se comunican contigo, y no te dejes amedrentar si te llegan a culpar-- le advertí.
—No te preocupes, no lo harán, ellos firmaron un documento, yo tenía que asegurarme de que no nos fueran a echar la culpa, así que todo está bajo control-- me dejó más tranquila.
—Ok. Perfecto. Ese es mi padre. Tan inteligente como siempre-- comenté.
—Sí, sí, ya... ¡vete a dormir, mocosa! —exclamó entre risas mientras yo subía las escaleras.
Cerré la puerta de mi habitación con mi pata trasera y me quedé en silencio por unos segundos, me senté en la cama y respiré hondo. Todo lo que había pasado ese día me daba vueltas en la cabeza. Pero había algo más... algo que no le dije a mi papá.
Porque lo que vi hoy no solo me dio miedo. También me hizo recordar algo que había intentado olvidar. Una conexión... un eco de magia que reconocí en el aire cuando Ruth habló... como si algo dentro de mí reaccionara a su presencia.
Sabía que no iba a poder dormir. Pero al menos podía intentar cerrar los ojos y fingir, aunque fuera por un momento, que todo estaba bien.
Pero no lo estaba.
Y tenía que averiguar por qué.
Además no es seguro que la bruja-piruja dure mucho en la cárcel, pues según ya la habían detenido por fraude y el asesinato del heredero York y no más no pasó nada, ella salió muy oronda a delinquir como si nada😡