Conductor Asignado

Me estiro en la cama notando que estoy completamente sola. Ruedo y miro a mi alrededor tratando de saber dónde puede llegar a estar mi vikingo, pero solo me rodea el silencio absoluto.

Trato de recordar cómo fue que llegue aquí, pero hay un espacio en blanco en mi mente después del momento que pasamos en ese cuartito del casino.

Sin muchas ganas de nada, me desperezo y me levanto para ir al baño, después de todo hay necesidades que no se pueden postergar por el mero hecho de no querer salir de la cama.

Media hora más tarde, una taza de café y unas galletas en mi estomago decido buscar mi PC para ponerme al día con mi novela. Tanto revuelo en mi vida me tiene algo distraída y lo que habría acabado en un día lo llevo haciendo en esta semana.

Mientras mi mente vuela entre líneas escandalosas mi celular suena de manera insistente, decido ignorarlo, pero a la quinta llamada suspiro y decido tomarlo para ver que mi madre desde temprano se propone fastidiar mi día.

—¿Qué tanta demora para atender? —grazna ni bien contesto la llamada.

—Buen día para ti también, mama —ironizo con cierto fastidio en mi voz—. Estoy trabajando mama, ¿Qué paso?

—Si, si buen día —responde y puedo apostar que esta moviendo su mano para restarle importancia a mi sarcasmo—. ¡Tu hermana, eso me pasa! —exclama.

—¿Qué pasa con ella? —pregunto mirando a los lados, hacia la ventana del departamento. Hacia allí me dirijo.

—¡Pasa que esa desvergonzada no ha vuelto la noche anterior! —vociferó del otro lado de la línea, tuve que apartar el teléfono de mi oído para protegerme de sus protestas— Seguro debe estar de lujuriosa por ahí.

—Hay mama, ni que Javier la valla a dejar plantada en el altar porque no resistan tener las manos lejos uno del otro —digo despreocupara mientras escucho los respiros de mi madre.

—Se supone que deberían llegar puros al altar, no así, de salvajes libertinos por doquier —reacciona con pesar.

—Pues que te puedo decir, tus hijas son unas calenturientas —digo y escucho un gemido de su parte.

—¡Lucia! —me reprende y suelto una risa— No te atrevas a decir que andas de loca con el empresario motero porque te desheredo.

—No, mama no ando de loca, ando de lujuriosa —suspiro —. Él hombre no me deja en paz, se la pasa quitando mi ropa.

—¡Hay por Dios! —exclama escandalizada.

—Justo eso grito la mayoría de las veces cuando....

—¡Calla! ¡Pervertida desvergonzadas, deberían ir a la iglesia con su hermana, confesarse y rezar miles de aves marías y padres nuestros! —nuevamente tuve que alejar el teléfono por sus gritos para nada sutiles.

—Supongo que lo dices por experiencia ¿No? —la burla en mi voz es notoria, sé muy bien que cuando mis padres se casaron yo ya estaba en el vientre de mi madre.

Sin respuesta y con una sonrisa en la cara, me deja hablando sola cuando corta la llamada.

Sonrío por mi pequeña victoria.

Dejo mi teléfono sobre el mueble que está a un lado de la ventana para abrirla y sentarme en el alfeizar. Las vistas de la ciudad desde este lugar son maravillosas. Cierro los ojos para escuchar mejor todo, el trinar de las aves, el viento, la calidez del sol del medio día que da en mi cara y la calienta ligeramente. El calor del día ya se siente desde esta altura. Tomo un respiro sintiendo la pureza del aire y escucho el movimiento del ascensor privado que da al PH.

Mi corazón se aloca sabiendo quien puede llegar a ser el que sube en este momento, sonrío y sin dejar el lugar tranquilo que elegí para tomar un respiro, miro hacia el camino que me demuestra la pronta llegada de mi vikingo.

El ascensor se abre y de su interior sale ese hombre atractivo que me tiene al límite de mis pensamientos. Su mirada esta sobre su teléfono, enseguida levanta la mirada y como sabiendo donde estoy se encuentra con la mía. Mete su teléfono en el bolsillo de su saco y se acerca a mí. Su mirada es cansada, mientras que su andar es seguro. Llega a mi para tomarme en brazos y pegarme a su pecho mientras que su nariz hace contacto con la piel desnuda de mi cuello. Suspira y se queda ahí por un momento, rodeando mi talle.

—Hola —pronuncio por lo bajo.

—Hola —respondo y me alejo levemente de su contacto para mirar sus ojos cansados—. ¿Has dormido algo?

—No.

Con esa respuesta en el aire, me separo de su cuerpo tomando su mano y tirando de ella lo guio hasta la habitación obligándolo a acostarse en la cama. Lo ayudo a quitarse la ropa comenzando por su saco. Sigo con sus zapatos y luego de quitar su camisa lo empujo para desprender su pantalón.

Cuando termino con la ardua tarea de desvestirlo él ya está dormido. Lo arropo con la sabana y me quedo a su lado, no es que este con sueño, pero necesito sentirlo cerca.

Me quedo todo el rato cuidando su sueño, mientras no puedo dejar de verlo. El en un momento se movió y prácticamente se pegó a mi como si fuera un abrojo, no me quejo puedo ver bien su cara que ahora, si, luce relajada.

En algún momento me debo haber quedado dormida, porque vuelvo a abrir los ojos y la habitación esta oscura, la luz del sol se nota lejos. Mirando a mi vikingo que conserva la misma posición me retuerzo y me desprendo de el con cierta dificultad. Necesito ir al baño y preparar algo de comida. Mi estomago está crujiendo.

Caigo sobre el piso alfombrado y me levanto para salir disparada hacia el baño, no sabía que mi necesidad fisiológica era tanta hasta que estuve de culo en el piso.

Ya más reconfortada y viendo como mi vikingo duerme plácidamente me dirijo a la cocina y revisando en la heladera que hacer para comer, tomo lo necesario para preparar pastel de papas.

Pelo las papas, las corto y las pongo en una cacerola a hervir. Luego pongo dos huevos en un jarro para cocinarlos y que estén duros. Ya con eso en marcha tomo unas cebollas, las pelo, lavo y pico para pasarlas a una sartén y freírlas con un poco de aceite y sal. Cuando ya están transparentes le agrego la carne molida junto con un puñado de pasa de uvas. Remuevo todo hasta que la preparación es homogénea.

Teniendo ya la preparación cocida, procedo a condimentarla con sal, pimentón dulce, comino y azúcar. También le agrego unas aceitunas fileteadas, de las verdes. Como la mescla es un poco liquida por la azúcar le hecho una cucharada colmada de harina y remuevo hasta que espese. Ya lista la carbonada la paso a un wok de vidrio y tomo los huevos cocidos para cortarlos más pequeños y agregarlos a la mescla.

Con las papas hervidas preparo un pure solo agregándole queso rallado y un chorro de leche fría. Luego lo extiendo en una fuente enlosada, solo la mitad y tomando el wok le echo la carbonada sobre el pure. Busco el queso cremoso que había en la heladera, corto unos trozos y los coloco sobre la carne. Cubro todo con pure y lo pongo al horno para que gratine.

Sonriendo satisfecha con la preparación veo que la cocina quedo hecha un desastre, pero la limpieza puede esperar.

Me dirijo a la habitación encontrándome con semejante Dios griego que todavía duerme como un bebe. Lo observo solo por un momento, viendo lo tierno que luce, pero sabiendo que la comida pronto estará decido despertarlo.

—Naguel —lo llamo acercándome a la cama.

—Mmm... —farfulla entre sueño.

—Naguel, despierta —murmuro sentándome a un lado suyo.

—No... —dice sin abrir los ojos y me atrapa con sus fuertes brazos para colocarme sobre él.

—Cariño, que la cena ya casi esta —anuncie entre risa ya que sus dedos buscan hacerme reír.

—Me encanta como suena eso —proclamó irguiéndose en la cama sin soltarme.

—Deberías vestirte, yo serviré la comida —propongo, pero el brillo de sus ojos me indica que sus idean son completamente diferentes a las mías.

—¿Por qué mejor un rapidito antes de que sirvas la cena? —dice divertido.

—Lamento anunciar que ese rapidito tendrá que esperar o la comida se quemará —respondo desatándome de su agarre.

—Bien, pero que conste que hay cosas que se pueden hacer mientras haces otras —asegura con esa sonrisa que ya comienzo a necesitar.