Dentro de lo más profundo de esta sociedad, existen males que le hacen bien al mundo, sin embargo, su simple existencia envenena a todo el que la toca.
Mas allá de la vida cotidiana, este mundo consagra distintas plagas, una de ellas ha logrado atrapar a Killian Inagawa en una red de dulces mentiras superpuestas por ¿su prometida?
NovelToon tiene autorización de Hanna Touchi para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
La promesa de un mañana
En cuanto Di Gati retira el símbolo, Einer aproxima un paño húmedo, refrescando la marca. Finalmente puedo respirar, pues había ahogado un grito de dolor durante todo ese tiempo.
–*Ciro Di Gati*… – Le llamo con las ultimas fuerzas que me quedan – *De ahora en más, debe recordar que mi clan es la facción más grande de la mafia, y aunque no supera el alcance de los Di Gati, podemos hacerlos caer*.
Este me observa con una sonrisa descarada en su rostro. No me agrada, no importa cuánto intente mantenerme a raya, mi intuición no fallaba cuando se trataba de desgraciados como Piero y este hombre.
–Estoy deseoso de que llegue ese momento.
Responde con total confianza, dándome la espalda y entregando la indumentaria.
Por mi parte, en cuanto Einer coloca una gaza sobre la marca, me levanto, dándole la cara a los presentes, quienes se inclinan ante mi presencia.
Si alguien me hubiera dicho que terminaría así entonces no hubiese renegado tanto contra mi malita suerte. No importa cuanto lo piense, sin ella mi vida hubiese terminado tan pronto como intentase mover una sola pieza contra Piero Miwra.
Volteo para verla. Ella parece estar finalmente tranquila, regalándome una sonrisa que ilumina su rostro como cuando nos conocimos. Le devuelvo la expresión, haciéndole señas para que nos retiremos del lugar.
–Mañana en horas de la mañana realizaremos el enfrentamiento contra Raiko Yoshida – Comunico, tomando la mano de mi esposa – Espero que estén preparados.
Lanzo esta ultima advertencia contra nuestro próximo contrincante, quien nos regala una mirada decidida, vitalizando la energía de Laila.
–Ah, no sabe lo satisfactorio que es para mí enfrentarme con alguien tan hábil. Espero no me decepcione.
Responde mi mujer con su característico carácter tentador. Cosa que llama la atención de los presentes, pues a diferencia mía, ninguno había tenido la oportunidad de apreciar aquel rostro, uno lleno de satisfacción tentadora.
Les lanzo una mirada al grupo Miwra quienes inmediatamente agachan la vista o la desvían hacia otro punto del salón.
–Es un honor, Durga.
Completa este, totalmente calmado. Su actitud me agrada, por primera vez conocía a un hombre que no se rebajaba a sus instintos y honraba su compromiso con su esposa.
Dicho esto, salimos del salón, permitiéndoles a los presentes disfrutar de comida y entretenimiento en modo de celebración, a diferencia de Einer y los padres de Laila, quienes me detienen en medio de la mansión.
–Es un placer haberte acompañado en tu posicionamiento, hijo.
La forma dulce de hablar de Eira Konan me hace sentir acogido por una extraña sensación. Hasta este punto no había pensado en mi madre como alguien a quien desease volver a ver, sin embargo, la presencia de esta mujer en la vida de Laila me hacen dudar de mi decisión.
Le agradezco con una sonrisa acompañada por una reverencia, provocando que Laila me sujete el brazo, preocupada por mi salud. Esto me arranca una sonrisa, pues sabía cómo podía aprovecharme en cuanto estuviésemos solos.
–Espero que no prescindan de nuestra presencia en la boda así como en el registro matrimonial.
Suelta Aubrie Konan, evidentemente molesto por haberles ocultado nuestros planes, sin embargo, por mucho que lo pensamos, no podíamos poner en riesgo el plan movilizando a personas tan importantes como estos dos.
–No habrá boda.
Responde Laila, anticipándose a mi respuesta. Ambos la observan con sorpresa, pues debido a nuestra actitud era más que lógico que deseábamos estar juntos, por lo menos frente al ojo público.
–¿Qué estás diciendo, hija?
Se anticipa su madre, sujetando a su esposo en un intento de que este no me lanzase un puñetazo en cuanto tuviese la oportunidad.
–Por favor tranquilícense – Me anticipo en esta ocasión, sintiendo que mi verdadero problema no era precisamente Aubrie Konan – La boda será realizada; sin embargo,, solicito un plazo de un año para ello.
Suelto, enfrentando a ambos con total descaro. No se me había ocurrido ninguna otra escusa. Si bien en mi posición no dudaría en casarme con ella mañana mismo, Laila era otra historia. Me había dejado bien en claro que no deseaba continuar con lo que sea que tenemos en cuanto sus planes se completasen, así que una boda solo complicaría las cosas para cuando intentase casarse con la persona que realmente quisiese en un futuro.
Ambos observan a Liala a espera de alguna señal, pues ambos estaban dispuestos a sacarla de mi lado en cuanto ella diese la orden. Por mi parte me limito a observarla de reojo, encontrando un rostro sonrojado que hace que mi corazón se enloquezca instantáneamente.
–Muy bien.
Responde su padre, lanzándome una mirada amenazadora. No me cabía duda de donde Laila había aprendido o causar tanto temor con una sola expresión, pues este hombre podía hacerte sentir que el mundo te tragaba entero con una sola mirada.
Con esto dicho se retiran, dejándonos con la compañía de Einer, quien se dirige a nosotros antes de que nos retiremos a nuestra habitación, pues mi cuerpo necesitaba reposo.
–Jefe, sobre lo que me había solicitado, mañana a primera hora la encontrará en el despacho.
Me comunica, refiriéndose a la hermana de Ian, a lo que asiento aprobando su decisión. Por más que quisiera resolver todo en un solo día me era imposible en estas condiciones.
Dicho esto nos dirigimos a nuestra habitación en silencio, lo cual me extraña teniendo en cuenta su personalidad.
–La mansión por tus pensamientos.
Compro sin meditarlo primero. Ella suelta una carcajada entretenida por mis palabras, calmando mis ansias.
–¿No crees que es demasiado pagar con la mansión?
Me interroga, observándome con un atisbo de inocencia que no paraba de aparecer ante mí con mayor frecuencia. La sensación me perturba, ya que frente a mí no paraba de aparecer el rostro de Lilith, haciéndome odiar mis propios recuerdos sobre ella por primera vez.
–Puedo darte mi riñón si quieres.
Respondo, intentando desviar las imágenes de mi mente. Ya lo había meditado durante mucho tiempo y el hecho de que ella fuese Lilith era imposible, no solo por la diferencia entre su actitud y personalidad, sino porque sus edades no coincidían en lo absoluto.
–¿De verdad quieres saber?
Responde a medida que cierra la puerta tras su espalda. Llamando mi atención, pues su tono pasa a ser mesurado y serio. Volteo para verla, encontrando allí a una mujer completamente seria. La sensación de que estaba tratando con una parte de su personalidad que me atemorizaba, no por mi vida, sino porque esto amenazaba nuestra unión, no me deja tranquilo.
–Dilo...
Le solicito, manteniendo nuestra distancia. Aquel ambiente lo había vivido una vez con ella en esta habitación, y no deseaba vivirla nuevamente pues su rechazo podía destruirme.
–¿Por qué solicitaste el plazo de un año a los Konan?
Pregunta, confrontándome sin ningún temor. Si me atrevía a decirle que esperaba que durante ese plazo algo cambiara entre nosotros sería estúpido, pues a pesar de que la esperanza estaba ahí, mi raciocinio me mantenía con los pies en la tierra.
–Espero cumplir en ese tiempo lo que tengas en mente con nuestra unión – Respondo, resignado a que este era el resultado más lógico.
–¿Piensas casarte con alguien más en un futuro?
Me reprocha, paseándose por la habitación. Finalmente comprendo la razón por la cual lo hacía, después de todo, su mirada la delataba delante de mí.
La idea de casarme con alguien más nunca se me había cruzado por la mente y eso me intrigaba. Si bien deseaba encontrar a Lilith, mis sentimientos por ella no eran los de aquel entonces; había aprendido a amar su recuerdo por el simple hecho de la nostalgia, pero lo que sentía por Laila era diferente. Es simplemente irresistible.
–No me voy a casar con nadie – Confieso, tomándola del brazo con la intención de que me mirase a los ojos – Tal parece que no puedo imaginar mi vida sin ti.
Finiquito con un rostro serio. Deseaba que aceptase mis sentimientos aun si no sentía lo mismo por mí. Tengo la esperanza de que esto no sea un problema para ella, pues siempre y cuando la ame de esta forma, siempre tendría a alguien que hiciese lo que sea por ella.
Laila me observa sorprendida por unos instantes, para seguidamente regalarme una sonrisa satisfecha, con la que toma el cuello de mi camisa, y de un ligero tirón, me obliga a agacharme a la altura de su rostro.
–Si dices algo como eso voy a terminar creyéndote.
Suelta, a medida que acerca sus labios a los míos. Aquella confesión juega con mi autocontrol, razón por la cual levanto mis manos hacia las suyas, deteniendo su avance.
–No cariño. Tienes que pedirlo.
Le ordeno, totalmente deleitado con esta jugarreta que más que satisfacer mi ego, hace que mis instintos se apoderen de mí, empujándome a besarla.
–¿Podrías besar a tu esposa, cariño?
Cede con un ligero rubor en sus mejillas, el cual ilumina sus ojos negros. Sin lugar a dudas, la belleza angelical y demoniaca en una sola persona, la cúspide de mis delirios.
Sin advertirlo una risilla se me escapa, pues había logrado deleitarme con aquella expresión que hablaba más que sus palabras. Por el contrario, dentro de mi pecho no paraba de repetirse un te amo con desesperación, frase que aún no estaba dispuesto a soltar.
Rápidamente, la tomo por las piernas, levantándola cual princesa. No me lo pienso más y la llevo hasta nuestra cama, haciéndome caer en cuenta que esta era la primera vez que compartíamos la habitación.
En cuanto dejo su cabeza sobre la almohada, ella toma las riendas de la situación besándome sin darme la oportunidad de detenerla. Su petición la estaba tomando ella misma por su propia fuerza.
El dulzor característico de sus labios me embriaga. A pesar de ser un amante de la sal, deseaba probar con impaciencia este sabor. Mi cuerpo se mueve por si solo, llevándome directo a su cuello, donde dejo una marca sin dudarlo.
Tenia la esperanza de mandarle un mensaje claro a quien intentase ponerle un dedo encima, cosa que ella no parece desagradarle, curvando su cuerpo al tiempo que posiciona sus manos sobre mi cabello.
La sensación es más que embriagadora a este punto. Lo que estaba sintiendo era similar al éxtasis. Mi querida droga más preciada era ella, la calidez de su respiración y el suave tacto de su piel.
Puedo sentir el perfume inundando mis vías respiratorias. Es tal el deleite que mi cabeza no para de dar vueltas y el calor de la habitación se siente como un sauna, debilitándome.
Levanto su camisa y beso su estómago, acción que altera a Laila, quien suelta una pequeña queja, provocando una burla en mi interior al sentir como saltaba al sentir el paso de mis labios sobre la misma. Levanto la mirada hacia su expresión, encontrando un rostro sonrojado y lacrimoso, completamente diferente al de aquella pelea, incitándome a continuar.
Subo un poco más, hasta el punto en que puedo sentir mi propia respiración más agitada de lo normal. La vista se me nubla momentáneamente hasta que todo se vuelve completamente oscuro.