Detrás de la fachada de terciopelo y luces neón de una Sex Shop, un club clandestino es gestionado por una reina de la mafia oculta. Bajo las sombras, lucha por mantener su presencia dentro de los magnates, así como sus integridad de quienes la cazan.
¿Podrá mantenerse un paso adelante de sus depredadores o caerá en su propio juego de perdición y placer?
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Nacen nuevos sentimientos
—Parece que ya se quitó el malestar, mentirosita —dijo él, controlando la situación y alejando la mano traviesa de la mujer de su zona prohibida.
—Y tú finalmente aceptas que eres un entrometido —contestó ella, insistiendo en cometer actos lascivos sobre él, presionando su cuerpo contra el de Julian.
—No entiendo cuál es tu empeño en seducirme. Ni tampoco tu interés en saber de mí. Ya te lo dije una vez, ¿no? Vine a hacer negocios.
—Y yo no entiendo cuál es tu empeño en creer que podrás engañarme tan fácilmente. Tu desespero por preguntar absolutamente todo es realmente un fastidio. Odio que me controlen y me vigilen. Si planeas continuar con tu farsa y seguir aparentando ser mi perro guardián, entonces mantén tu boca, tus ojos, tus oídos sin usar. La curiosidad mata a los gatos, que no se te olvide.
Julian, de pronto, la sostuvo por la mandíbula, ejerciendo ligera presión para que no apartara la mirada. Su acto fue un claro desafío.
—Esta ha sido tu idea, así que atente a las consecuencias. "Es mejor mantener a los enemigos de cerca", ¿no recuerdas? Tú misma lo dijiste. No me iré de aquí ni me alejaré de ti hasta obtener lo que quiero —Fue una confesión directa y peligrosa.
¿Qué era lo que quería? Se cuestionaba la mujer por dentro, mientras observaba con atención los profundos ojos negros del policía, tan llenos de misterio y tan cerrados a dejar mostrar su verdadero ser.
—Nunca hay que dudar de la intuición femenina. Desde que te vi pasar por la puerta de mi club, sabía que serías un hombre interesante. La idea de que puedas acabar conmigo me excita bastante y aumentas mis expectativas sobre ti. Genera unas increíbles ganas de doblegarte, de tenerte bajo mis pies. Nadie se salva de mí, Julian, ¿sabes? Y tú no serás la excepción. Te acordarás de mis palabras el día que lo entiendas, lo aceptes y ya no puedas escapar de la realidad. Seré tu obsesión, tu perdición. ¿Acaso no es eso maravilloso? —Hablaba con la voz jadeante y coqueta. Necesitaba hacer aquello. Recuperar su poder, su feminidad peligrosa, luego de semejante vergüenza frente a Kiam. Era como un alivio a su ego, a su orgullo.
El ambiente se empezaba a tornar más tenso entre ellos. Por mucho que Julian se resistiera y se negara, era un hombre con deseo, después de todo.
Eleanor rozaba la punta de su nariz contra su cuello, sintiendo el aroma masculino de su perfume.
—Oye, detente. No haremos eso aquí —respondió, alejándose con insistencia.
—Oh, ¿entonces a dónde iremos? —preguntó curiosa mientras jugaba con los botones de su saco, desabrochándolos uno a uno.
Julian soltó todo el aire que inconscientemente retenía en sus pulmones.
—Al club. Te dejaré allí y luego me iré. Tengo asuntos importantes que atender —respondió lo más tajante posible. Pero Eleanor no tenía ni la más mínima intención de moverse de su sitio. Estaba cómoda y no se rendiría así de fácil.
Algo de pronto llamó la atención de Julian: una mujer bien arreglada y coqueta se dirigía al interior del hospital. Era Rose, en compañía de John, su mejor amigo. La idea de pensar que podrían encontrarlo en esa situación le preocupó bastante, en especial porque Eleanor estaba sobre su regazo y su novia podía malinterpretar la escena.
En un movimiento inesperado, Eleanor sintió sobre la tela la creciente excitación de Julian, haciéndolo reaccionar y tensar. En ese momento y con habilidad, él encendió el motor de su auto y sin piedad pisó el acelerador para salir de ahí. La reacción del movimiento empujó a la dama contra él, obligándola a aferrarse a su cuello.
—Has jugado mucho por hoy. Es momento de que las niñas buenas vayan a dormir —indicó, y sus palabras taladraron la mente de Elle. Por alguna razón su comentario le había recordado a Kiam. Seguido de eso, hubo una secuencia de recuerdos sobre lo que había ocurrido esa noche en su casa. Eso la frustró bastante. No quería aceptarlo, pero en el fondo le había gustado.
A los minutos, Julian estacionó frente al club. Los miembros comenzaban a salir paulatinamente con esa apariencia decadente que ya se estaba haciendo costumbre ver. Solo había algo ligeramente distinto: hombres de negro, bien trajeados, frente a la entrada. Su uniforme era diferente, así que podían diferenciarse de los típicos hombres de seguridad que cuidaban tanto el club como la sex shop. Eran, sin duda, los hombres del abuelo.
—Vamos, baja. Ya es tiempo de irse.
Eleanor se quedó observando a través de la ventana.
—¿Vendrás esta noche también, verdad? —preguntó en un tono difícil de explicar, una mezcla de orden y súplica.
—Por supuesto. Volveré —respondió, algo perturbado y confundido por su actitud. La expresión en su rostro era ligeramente inusual. Y sin pensarlo mucho, levantó una de sus manos y la pasó sobre su aún húmedo cabello, acariciando de arriba abajo como a una niña indefensa. —Descuida. Me encargaré de que Kiam no se te acerque otra vez. Esta vez me descuidé un poco, pero no volverá a repetirse —concluyó.
Su acto repentino aceleró el corazón de la joven mafiosa. Ella simplemente estaba perdida en sus pensamientos y la tomó por sorpresa. Ella le miró de nuevo, sin pestañear, sin perderse ningún detalle de su rostro. Julian aún conservaba esa expresión de duda. Pero de algo sí estaba seguro: necesitaba alejarse de ella lo más pronto posible, antes de que lo embaucara en su trampa y cayera directo en su juego.
Elle salió del auto con elegancia y seguridad, y no volteó ni siquiera para despedirse de su exótico compañero. Él solo se quedó viéndola hasta que se perdió en el interior de la tienda. Por alguna extraña razón, Ellie no estaba en el mostrador como era habitual a esa hora. Algo decepcionante para el hombre. De algún modo, había encontrado en ella un lugar de desahogo después de tantas locuras cada noche.
Sin más nada que hacer, soltó un fuerte suspiro antes de salir de allí, rumbo hacia la estación de policía.
Julian Vance estaba en el corazón de la mafia, lidiando con su misión, su venganza y una atracción innegable por su objetivo.