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El Hijo Del Narco

El Hijo Del Narco

Status: Terminada
Genre:Maltrato Emocional / Elección equivocada / Traiciones y engaños / Completas
Popularitas:2.7k
Nilai: 5
nombre de autor: Joél Caceres

Adrían lo tenía todo lo que un muchacho de 19 años pudiera tener, belleza, protección y un futuro prometedor. Pero, sus hermanos lo traicionaron revelando que es gay a sus padres, sin contemplación lo expulsaron de la casa. No esperaban,sin embargo, que todo rastro de él desaparecería, como si nunca hubiera existido, sintiendo la culpa aplastarlos.

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Risas antes de la Tormenta

Daniel aprovechaba cualquier excusa para ver a Adrián. La de aquel día era acarrear leña, una tarea aparentemente rutinaria, pero necesaria para enfrentar el frío que se avecinaba. En ese país, los inviernos eran impredecibles: algunos días la temperatura descendía de forma notable, acompañada de una llovizna fina pero helada, y otros, sin previo aviso, el clima se tornaba cálido, casi veraniego.

Sin embargo, ese día el sol brillaba con fuerza en un cielo despejado, y una brisa suave recorría el campo. La temperatura era agradable, como si el invierno hubiera decidido tomarse un descanso. Daniel, aprovechando el clima, vestía una remera de rayas verticales rojas y blancas, con cuello azul, y un short azul marino que dejaba ver sus piernas curtidas por años de trabajo físico. En contraste, Adrián —siempre más sensible al frío— llevaba un cuello de tortuga gris, un buzo negro y zapatillas blancas.

Desde la distancia, Florencia los observaba con una sonrisa serena en el rostro. Le alegraba saber que habían superado sus diferencias. Para ella, eran como dos almas rotas que se habían encontrado en medio del caos. Sabía que no podían mostrarse tal como eran frente a todos, pero aun así, el vínculo entre ellos era innegable.

En público fingían ser solo amigos. Daniel temía que su relación con Adrián pudiera ser utilizada en su contra, especialmente en el caso de la custodia de su hija. Aunque nadie lo dijera abiertamente, él sabía que había formas sutiles de manipular la ley y tergiversar las cosas. Por eso, cada gesto, cada mirada, debía ser cuidadosamente calculado.

Pero en la intimidad del campo, entre el crujir de las ramas secas y el aroma de la flor de azucena, se permitían ser ellos mismos. Chris, con su sonrisa traviesa, proponía jugar a las luchas con Daniel: una excusa más para tocarlo, para sentir su calor y su fuerza. Había algo profundamente reconfortante en ese contacto: lo hacía sentirse vivo, deseado, necesario.

Daniel se dejaba ganar a propósito, aunque su cuerpo —fuerte por años de trabajo en la construcción— podía resistir mucho más. En un momento, entre risas y empujones, Adrián logró derribarlo sobre el pasto húmedo. Daniel cayó con un gruñido fingido y una risa contagiosa. Adrián se inclinó sobre él y lo besó con pasión, como si ese instante fuese el único refugio contra el mundo.

—Te gané otra vez —murmuró Adrián, aún jadeando.

—Sí... —respondió Daniel, con los ojos brillantes y una sonrisa cómplice— pero solo porque quise.

El sol seguía alto, y aunque el invierno aún no se marchaba del todo, en ese momento el calor no venía del cielo, sino del amor que compartían.

—¿Te gusto, Dani? —preguntó Chris, aunque ya conocía la respuesta. Le gustaba escucharlo, necesitaba sentir esas palabras brotar directamente de los labios de su amado.

Daniel no respondió de inmediato. En cambio, tomó la mano de Chris y la llevó a su pecho, justo sobre su corazón, que latía con fuerza desbordante.

—¿Es suficiente prueba esto? —susurró—. Mi cuerpo no miente.

Chris sonrió, enternecido. Se inclinó y lo besó con suavidad, con esa mezcla de deseo y ternura. El beso fue creciendo lentamente, como si cada roce de sus labios encendiera una chispa más en sus cuerpos.

Entonces se separó un instante, apenas unos centímetros, y lo miró fijamente a los ojos con una expresión juguetona.

—Si no me hubieras dado aquel beso sorpresa... no estaríamos así —dijo Chris, con una sonrisa cómplice en los labios.

—Es mi técnica secreta de conquista —respondió Daniel, divertido, mientras sus dedos jugaban con un mechón del cabello de Chris.

—Definitivamente tienes un fetiche con mi pelo —dijo el de ojos azules, sonriendo con picardía.

El aire a su alrededor se sentía tibio, pero no por el clima. Era la mezcla del sol aún alto en el cielo, el roce de sus pieles y la emoción del momento.

Ambos se quitaron las prendas hasta quedar con el torso desnudo y se abrazaron por largo rato, sintiendo el calor del otro. Aquella cercanía despertaba en ellos una mezcla embriagante de relajación y deseo.

Sin embargo, ese instante de calma fue interrumpido por un leve cambio en el ambiente. Una ráfaga más fría recorrió el campo, y con ella, una sombra comenzó a desplazarse sobre la tierra.

Poco a poco, el cielo comenzó a cubrirse de nubes. Primero, finas y grises; luego, más densas y oscuras. Por la rapidez con la que se formaron y su color amenazante, era evidente que se avecinaba una tormenta.

Al ver esto, lo primero que vino a la mente de Daniel fue Ana. Sin perder tiempo, corrieron hacia la casa de Florencia y llamaron a su hermana para que cerrara todas las puertas y aislara, en lo posible, a la niña del ruido. A Ana no le gustaban nada los sonidos fuertes.

Se refugiaron en la casa justo cuando comenzaron a caer las primeras gotas gruesas. La tormenta azotó con fuerza, derribando algunos postes del tendido eléctrico. Quedaron a oscuras. A pesar de no ser tan tarde, la densa capa de nubes creaba una sensación de anochecer anticipado.

Florencia encendió una vela y la fijó en el centro de la vieja mesa de la cocina, asegurándola con un poco de cera derretida. La llama parpadeó un instante antes de estabilizarse, iluminando apenas el espacio alrededor. La luz era tenue, amarillenta, pero suficiente para distinguir los objetos más cercanos: un frutero vacío, un vaso olvidado, las marcas del tiempo en la madera agrietada.

El olor a cera quemada se mezclaba con el aroma húmedo que entraba desde afuera. La tormenta seguía golpeando el techo con fuerza, pero dentro de la casa no se filtraba ni una gota. No había cubetas ni trapos en el suelo. Por primera vez en años, la cocina permanecía seca durante una lluvia fuerte.

La casa había sido reparada hacía pocas semanas con el dinero de la venta de quesos, conservas y verduras de la granja. Las tejas nuevas encajaban bien, y las grietas más grandes en el techo habían sido selladas. Aún se escuchaban los crujidos de la madera con cada ráfaga de viento, pero todo se mantenía en pie. Era una mejora importante, y Florencia lo sabía. Caminó despacio por la cocina, revisando que las ventanas estuvieran bien cerradas. Todo estaba en orden.

La lluvia fue intensa, tanto que la laguna cercana creció al doble de su tamaño habitual. Una vez que el temporal pasó, salieron a revisar los daños.

Un viejo árbol de lapacho había sido derribado, y algunas tejas se habían desplazado, pero en general no pasó a mayores. Poco después, comenzaron a escucharse los cantos de ranas y sapos, como si celebraran el fin de la tormenta con un coro natural alrededor de la laguna.

Cuando comprobaron que todo estaba en orden, Daniel se marchó. Se despidió con un apretón de manos de Chris para evitar incomodar a Florencia. Externamente, parecían distantes, casi fríos. Se tomaban muy en serio el esconder su relación.

Pero justo cuando Chris comenzaba a relajarse, una extraña inquietud lo atravesó. No sabía explicarla, pero algo en el aire había cambiado. De repente, un sonido agudo y perturbador rompió el silencio: el canto áspero y prolongado de un urutau, posado en la copa de uno de los árboles cercanos. Su llamado, extraño y solitario, parecía un lamento cargado de presagio.

Florencia se detuvo en seco, un escalofrío recorriéndole la espalda.

—Gritale para que se marche —dijo con voz tensa, como si ese gesto pudiera ahuyentar la mala suerte que el urutau anunciaba.

Adrián obedeció, más para calmar a la anciana que por convicción propia. Sin embargo, él también sintió cómo una sensación inquietante se instalaba en su pecho. Algo no estaba bien.

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Sofia Muriel villegas
/Cry/se me metió algo al ojo
Ana Castellon
me gusta mucho tu historia la amoooo
Ferchx: Gracias
total 1 replies
nahomi sofia rodriguez castañeda
ahora con la cabeza fria si pienza
nahomi sofia rodriguez castañeda
incomodo
Turul
se ve muy interesante
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