Matrimonio de conveniencia: Engañarme durante tres meses
Aitana Reyes creyó que el amor de su vida sería su refugio, pero terminó siendo su tormenta. Casada con Ezra Montiel, un empresario millonario y emocionalmente ausente, su matrimonio no fue más que un contrato frío, sellado por intereses familiares y promesas rotas. Durante tres largos meses, Aitana vivió entre desprecios, infidelidades y silencios que gritaban más que cualquier palabra.
Ahora, el juego ha cambiado. Aitana no está dispuesta a seguir siendo la víctima. Con un vestido rojo, una mirada desafiante y una nueva fuerza en el corazón, se enfrenta a su esposo, a su amante, y a todo aquel que se atreva a subestimarla. Entre la humillación, el deseo, la venganza y un pasado que regresa con nombre propio —Elías—, comienza una guerra emocional donde cada movimiento puede destruir... o liberar.
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Capítulo 5 - Parte 2: Confesiones entre tragos
Capítulo 5 - Parte 2: Confesiones entre tragos
Ezra aún tenía el ceño fruncido cuando regresó al interior de la casa, como si pudiera dejar su rabia tras la puerta. Se dejó caer en uno de los sillones del salón principal. Su mirada estaba perdida. Iván entró detrás de él, con ese andar relajado y burlón que tanto irritaba en momentos como este.
—Te lo dije, hermano… Aitana no iba a aguantar eternamente tus desplantes —repitió Iván, sirviendo dos tragos de whisky sin siquiera preguntar.
—Estoy harto de que todos me hablen como si yo fuera el villano de esta historia —gruñó Ezra, tomando el vaso con fuerza—. Yo también tengo derecho a ser feliz. No puedo pasarme la vida atado a un matrimonio sin amor.
—¿Y por qué no te divorcias? —preguntó Iván con la calma de quien ya sabe la respuesta.
Ezra lo miró con un brillo oscuro en los ojos.
—Porque no es tan fácil… tú sabes que si Aitana habla con mis padres, si cuenta la verdad, pierdo mi lugar en la empresa. Dejo de ser el heredero de todo esto. —Dio un trago largo, casi vacío el vaso—. Y no es justo. Yo he trabajado más duro que nadie.
Iván negó con la cabeza, apoyándose contra la barra.
—Y mientras tanto, juegas con fuego. ¿Qué pasa con Lara? ¿Todavía te tiene comiendo de su mano?
Ezra bufó, exasperado.
—Esa mujer… me tiene loco. Me exige que me divorcie, o me deja. Y no puedo perderla. Es perfecta: guapa, inteligente, apasionada… todos envidian que esté conmigo. —Le brillaron los ojos un segundo, como si hablar de Lara lo animara—. Quiero casarme con ella, pero Aitana lo complica todo.
—¿Y no será que lo complicaste tú desde el principio?
Ezra lo ignoró, como si no quisiera enfrentar la verdad.
—No puedo permitir que Aitana se vuelva una amenaza. Necesito encontrarla antes de que cometa una estupidez.
—¿Stupidez como qué? ¿Empoderarse? ¿Recuperar su vida?
Ezra lo miró con molestia, pero no contestó. Su mente estaba ya en otra parte.
Iván sonrió con sarcasmo.
—Tú mismo dijiste que no la amas, que no te importa… ¿entonces por qué tanta urgencia?
—Porque conozco a Aitana —dijo con voz grave—. Y sé que cuando se le mete algo en la cabeza… no se detiene.
—O quizá lo que no soportas es que esté tomando las riendas de su vida sin ti —apuntó Iván, terminándose su trago—. Hermano, prepárate… porque lo que viene, no es una dulce y sumisa esposa. Es una mujer dolida… con sed de venganza.
Ezra suspiró, hundiéndose en el sillón.
—Ella cree que va a lograr que me enamore. Que con esas provocaciones me va a conquistar otra vez. Pero eso jamás va a pasar. Aitana puede hacer lo que quiera, pero yo no voy a caer.
—Eso está por verse —murmuró Iván, mirando el vaso—. Porque cuando una mujer herida se transforma… hasta el diablo tiembla.
El motor del auto rugía mientras Aitana conducía por la ciudad con una mezcla de adrenalina y dolor atravesándole el pecho.
