Cumpliendo Mi Deseo De Navidad.

Eduardo luego de unos segundos dio media vuelta y se iba a sentar, cuando la puerta se abrió y entró una enfermera.

- Señor Eduardo, familiar de Eliza rojas -

- Aquí estoy señorita. ¿Cómo está mi esposa? - pregunto nervioso Eduardo acercándose a la enfermera.

- De la señora aun no puedo decirle nada, debe esperar al médico, ya que aún la atienden. Lo vengo a buscar para que vea a su hijo. - explicó la enfermera con una sonrisa amable.

Eduardo se quedó en shock. Por unos minutos no pudo responder.

"¿Por qué no me puede decir como está mi esposa?" pensó preocupado.

Carlos al notar a su amigo inmóvil, se acercó.

-Hermano, vamos a ver a tu hijo. Vamos, te acompaño. - le dijo Carlos en tono bajo mientras le daba una palmadita en la espalda para llamar su atención.

Fue entonces que Eduardo reaccionó.

- Voy a esperar que mi esposa se recupere, para conocer a mi hijo. - respondió con firmeza.

- Eduardo, no creo que sea necesario. Eliza entenderá. Vamos te acompaño. - pidió Carlos.

Pero no hubo poder que lo hiciera cambiar de opinión. En su mente si veía a su hijo sin su esposa, es porque ella ya no estaba con ellos. Porque ya no la verían. Y él sería incapaz de vivir solo sin ella. Eliza era su compañera de vida, su mejor amiga, la madre de sus hijos, su mujer. Si ella dejaba este plano, Eduardo se iría con ella.

- Como usted decida, señor. ¿Usted si puede venir a conocerlo? - pregunto la enfermera a Carlos, viendo que lo llamaba hermano, pensó que eran hermanos de sangre.

- Claro, Señorita. - Carlos decidió ir con la enfermera y viendo a la hermana de Eliza. - Señora, ¿viene conmigo? - Elena levantó el rostro, y miró a Carlos. Se limpió las lágrimas y asintió. Se levantó para seguir a la enfermera y a Carlos.

Carlos se acercó a Eduardo.

- En unos minutos, regresamos hermano. Esperanos aquí. - y Eduardo asintió mientras sentía que las lágrimas estaban por salir.

Cuando se quedó solo en la sala de espera, comenzó a llorar y hacerse preguntas,

"¿Habrá muerto?"

"¿Por qué no me dicen nada?"

"¿Que haré sólo con mis dos hijos?"

"¿Qué nombre le pondré a mi bebé?"

Entre tantas otras preguntas que lo atormentaban.

Unos minutos después de que su amigo y su cuñada fueran a ver al bebé, un médico entró a la sala.

Eduardo se levantó de su asiento rápidamente y se acercó a él.

-Doctor, dígame. ¿Cómo está mi esposa? Por favor. dígame ... - pregunto ansioso y temeroso de la respuesta.

El médico con un suspiro, lo miró.

- Su esposa está en recuperación. Todo salió bien, a pesar de haber signos de hemorragia antes de la ruptura de la bolsa. Finalizando el cierre de la herida, tuvo una complicación, ya que tuvo una pequeña hemorragia, pero logramos detenerla. Ahora la tendremos en observación en terapia intensiva, mientras monitoreamos sus signos vitales y su proceso de recuperación. - explicó el médico.

- Con respecto a su hijo - comenzó el médico notando que el hombre se había quedado pensando, como procesando la información recibida, y no preguntó por el bebé - es una niña, que llegó a término - estará en incubadora algunos días. Solo lo necesario para monitorear su condición. Pero pronto podrá llevársela a casa. No se angustie, señor. -

-Gracias, Doctor. Muchas gracias. - exclamó agradecido Eduardo al médico. Este sonrió y se retiro de la sala.

"Mi esposa y mi hija están bien. Gracias Dios mío. Mis princesas están bien" pensó Eduardo dando gracias por qué todo haya salido bien.

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Eduardo logró dormir unas horas sentado en el mueble de la sala de espera. Su amigo Carlos fue a su apartamento a buscar una bolsa con ropa y algo de comida que ya la señora Jimena le tenía lista. Y vio al pequeño Miguel que se acercó y le preguntó por sus padres y su hermanito. Y él le dijo que todo había salido bien. Y que pronto ellos llegarían con una hermosa sorpresa.

Miguel estaba encantado con la respuesta de Carlos. Y se quedó contento cuando esté se fue.

- Abuelita, ¿Cuál será esa sorpresa? - pregunto emocionado en voz alta.

- Debe ser a tu nuevo hermana o hermano. - dijo la señora sonriendo.

Entonces, Miguel se quedó pensando y luego, sorprendido 😳 como si hubiera entendido todo dijo,

- Oh, es que no nos dijo si era nino o niña - explico Miguel mirando a la señora mayor.

- Correcto, nieto - respondió la señora contenta.

En esos dos días que habían estado juntos, la señora Jimena cuidando a Miguel, el pequeño le había preguntado que si podía llamarla abuela. Y ella más que contenta le dijo que sí. Asi que compartían como si fueran abuela y nieto de verdad, en total armonia.

Y Miguel dando gracias porque su familia iba creciendo de a poco. Ahora tenía una hermana menor a quien cuidar y una abuelita que lo cuidaría, cuando sus padres necesitarán ir al hospital.

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Luego de dos días en terapia, pasaron a Eliza a una habitación. Se estaba recuperando bien, y ya el peligro había pasado. Ahora esperaban que despertará.

Eduardo se encontraba sentado en una silla al lado de la cama. El cuarto tenía un sofá grande a un lado, y dos camas para pacientes, pero una estaba vacía, así que podían tener algo de privacidad.

El hombre miraba como su esposa se veía frágil, dormida, con el tubo del suero saliendo de un brazo que llegaba a la bolsa de suero y medicamentos colocado en un pedestal del lado contrario a la cama, algunos cables saliendo de su pecho hacia los monitores cardíacos, y con la mascarilla de oxígeno puesta, esperaban que ella despertara para poder retirar la mascarilla y el monitor.

Eduardo tomaba la mano de su esposa, y acariciaba el dorso de esta. Luego acarició su cabello largo castaño, y su mejilla. Parecía que quería despertarla suavemente. Y dio resultado, Eliza comenzó a mover su mano, apretando la mano ajena. Y suspiro sintiendo a Eduardo cerca. Se movió tratando de acomodarse en la cama e hizo un gesto de dolor, al sentir presión en su vientre. Aún cuando le habían administrado medicamentos para el dolor. Entonces recordó que le habían hecho cesárea y que su hijo ya había nacido.

Entonces sonrió, y abrió los ojos viendo a su esposo.

- Princesa, ¿cómo te sientes? Me asustaste mucho. - le dijo Eduardo acariciando su mejilla, sintiendo que las lágrimas querían salir.

Eliza sonrió mientras lo miraba.

- Me siento bien, amor. - Ella levantó la mano y acarició su mejilla - ¿Ya viste a nuestro hijo? ¿Cómo está? - preguntó, mientras se daba cuenta que Eduardo no había descansado mucho. Su rostro lo decía todo.

- Carlos y tú hermana la han visto. Y me dijeron que es hermosa - le explicó él.

Eliza lo miro arrugando el ceño, ante lo que dijo.

- ¿Y tú, amor ? ¿No has ido a ver a nuestra pequeña? - lo miró negar, mientras una lágrima bajaba por su rostro - ¿Por qué? - pregunto apretando su mano, mientras intentaba incorporarse en la cama.

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