Amandote En Secreto

El Príncipe Hamilton narrando...

Después de lo que hice necesitaba salir a... no sé, despejar la cabeza y pensar en lo que hice con Esmeralda.

Tenía los ojos cerrados y lloraba y temblaba mucho, creo que esta vez fui demasiado lejos. más.

Realmente la estaba matando.

­¿Qué estás haciendo? (Estoy hablando de salir de la ducha con solo una toalla puesta, parece que está tratando de quitarse la vestido).

–Yo­yo…yo…(Esmeralda tartamudea mientras mira al suelo, ¿me tiene miedo?).

Sigo notándola, su vestido está sucio y un poco roto en el borde, ¿qué estaba haciendo para ¿quedarse así?

­¿Dónde has estado? (Digo acercándome a ella).

–F­Fui a dar… un paseo a caballo. (Ella todavía habla con la cabeza gacha).

–Mírame mientras hablas. (Le agarro la barbilla y hago que me mire).

–Lo siento tú… (La interrumpo porque sé lo que va a decir).

–Es porque sólo llevo una toalla, ¿no? (digo acercándome y coloco mi mano en su cintura).

–S­sí. (Dice mirándome a los ojos y luego a mis labios).

–¿Sólo por eso? (Hablo mirando tus labios que cada vez se acercan más a los míos). O ¿Por qué tienes miedo de mí?

–Hamilton. (Escucho que alguien toca la puerta y suelto a Esmeralda, ¿qué me pasó?).

¿Qué quieres, Alma? (digo apenas abro la puerta y veo a mi hermanita). Al menos aprendió a dar un portazo.

–Nada contigo. (Dice entrando a mi habitación). Vine a buscar a Esmeralda.

–¿Atraparla? ¿Para qué? (Hablo mirando a Esmeralda).

–Para las clases de etiqueta y postura, papá ya llamó a una maestra y la estaremos esperando, veo que primero necesita un baño. (Dice Alma riéndose ligeramente mientras mira a Esmeralda).

–Alma, creo que ya puedes irte. (digo señalando la salida).

–Y hermano, papá quiere verte a ti y a Nico. (Dice que se va). No olvides vestirte.

­Ya voy. (Hablo y le cierro la puerta en la cara).

Miro a Esmeralda y ella parece no entender nada, solo sigue mirándome y luego al suelo, ya me está molestando.

–Coge otro vestido y date una ducha. (Digo yendo al armario).

Como siempre opto por ropa oscura, no es que tenga nada en contra de otros colores pero estos son los que más me gustan.

Sé que Esmeralda y yo vamos a lugares diferentes pero aún espero que termine de ducharse y vestirse, no quiero que parezca una salvaje cerca de mi madre.

Después de un rato terminó de vestirse y se recogió el pelo.

–Estoy listo, alteza. (Ella habla y yo me levanto de la cama porque estaba sentado en ella).

–Ya te dije que dejaras de llamarme así. (Hablo pasándola).

–Lo siento... (la interrumpo).

–Deja de disculparte, es un poco molesto escuchar esto, solo evita cometer el error cada vez. (Digo yendo hacia la puerta y ella viene).

–Sí…mi m­marido. (Ella habla y yo dejo de caminar). ¿Quieres que te peine? Están avergonzados.

­No es necesario. (Digo abriendo la puerta y salgo, ella viene después).

Nos separamos y cada uno fue a su reunión. Fui al salón del trono donde encontré a papá sentado en su trono y a Celson, el perro guardián de mamá, nunca me gustó.

–¿Querías verme? (Hablo acercándome).

–¿Dónde está Nicolás? (Papá habla).

–No lo sé, normalmente soy yo quien necesita una niñera. (Hablo y papá me mira). Verdadero.

–Perdón por el retraso, majestad. (Nicolás habla haciendo una reverencia). Estaba entrenando.

–Eso es de lo que quiero hablar contigo. (Empieza papá). Dentro de un año, Hamilton se convertirá en el nuevo rey y...

–Qué alegría. (Hamilton sarcástico).

–Hermano, ¿no crees que hay mejores momentos para hacer bromas? (Habla Nicolás).

–Lo siento, papá. (Hablo).

–Deja de disculparte, es un poco molesto escucharlo, solo evita cometer el error todo el tiempo.

(Papá dice, ¿me acaban de regañar con las mismas palabras que le dije a Esmeralda hace menos de 15 minutos?).

­Tienes razón. (Hablo).

­Continuo. (Habla el Papa). Dentro de un año, Hamilton se convertirá en el nuevo rey y durante ese tiempo necesitará mejorar sus habilidades de combate para ser un buen líder en una guerra y poder defender al pueblo. (Sería más fácil si me hubieran dejado entrenar tranquilo como lo hace Nicolás).

A Hamilton siempre le han enseñado cómo gestionar los recursos del reino, cómo tratar a la gente, pero ahora necesita saber cómo protegerlos.

–¿Y quieres que te enseñe? (Nicolás habla con una ceja levantada).

–Sí, así es. (Papá habla y Nicolás niega con la cabeza).

–Celson puede ayudarlo. (Habla Nicolás). Estoy demasiado ocupado con mis propios asuntos.

–Sí, majestad, puedo ayudar al príncipe Hamilton en lo que necesite. (Habla Celson).

–Cállate, nadie te pidió tu opinión. (Digo y él frunce el ceño).

–Nicolás, eres el mejor, así que ayudarás a tu hermano. (Papá habla).

–Sí, mi rey. (Habla Nicolás).

–Genial, puedes irte. Y Hamilton le cepilla el pelo antes de que yo mismo se lo corte con mi espada.

(Papá habla y Nicolas sale del cuarto y yo lo sigo).

–¿Cuándo empezamos? (Digo mirando a Nicolas y él pone los ojos en blanco y se dirige hacia el salón). ¿Qué fue?

–Parece que no quiere ayudarte, pero yo puedo ayudarte a mejorar tus habilidades.

(Habla Celson acercándose a mí).

­Callarse la boca. (Hablo y voy detrás de Nicolás). Espera, Nicolás.

–Puedes hablar, hermano. (Nicolás habla mientras sigue caminando).

–No respondiste, ¿cuándo empezamos? (Hablo acercándome a él mientras se detenía en la entrada de la habitación).

­Hoy. (Habla Nicolás). Pero empecemos por las espadas de madera.

–¿Por qué de madera? Sé luchar con espadas reales. (Hablo con incredulidad).

–Lo sé, pero no quiero correr el riesgo de que me ahorquen por matar a mi hermano mayor. (Habla Nicolás).

–Tú eres mi hermano y sé que nada ni nadie hará que nos volvamos unos contra otros o… (Fui interrumpido por el sonido de algunas cosas siendo derribadas).

Nicolás y yo miramos hacia la habitación y allí estaba la instructora de etiqueta, Alma que se ríe mucho y Esmeralda con tacones que está en el suelo junto a unos libros.

­Esmeralda. (Nicolás habla y va hacia ella). ¿Estás bien? ¿Qué pasó?

–Fue sólo un accidente, estoy bien, Nicolás. (Ella habla y Nicolás le extiende la mano para ayudarla a levantarse).

¿Trató ella sólo a Nicolás?

–Esmeralda con tacones es un peligro para cualquiera. (Dice Alma, todavía riendo).

–¿Las primeras clases no deberían ser sobre la forma correcta de estar en un escritorio? (Hablo acercándome).

–Exactamente, alteza, pero necesitaba saber de qué es capaz ella ya. (Habla el instructor). Lo cual no es mucho, sólo sabe poner la mesa.

–Era sirvienta, ¿qué querías que supiera? (Hablo). ¿Y para qué sirven los libros?

–Son para mejorar tu postura. (Habla el instructor).

–Tiene que llevarlos así en la cabeza. (Alma habla mientras apila algunos libros y se los coloca en la cabeza y camina sin dificultad).

–Empiece por algo que no sea complicado ni difícil para ella. (Habla Nicolás). Ella no puede salir lastimada.

­Sí, señor. (Habla el instructor). En algún tiempo será una verdadera mujer de sociedad, pero primero aprenderá a bailar al menos el vals, en esta clase si el príncipe quiere participar será bienvenido. (El instructor le habla a Nicolás).

–Me encantaría participar y enseñarle a bailar a mi esposa. (Hablo acercándome a Esmeralda y tomo el tu cintura).

–Sí, eres el marido. (El instructor habla tocándose la cabeza).

–En dos semanas iremos a buscarle ropa y en un rato ella elegirá ropa para ella misma. (Habla el instructor). Y luego podrás ir a cualquier evento.

–Lo mejor es dejarte continuar como quieras. (Habla Nicolás). Hermano, comencemos a entrenar ahora.

­Excelente. (Digo soltando a Esmeralda y nos dirigimos hacia la puerta).

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