Lyra Blackwood es ultrajada por el hombre que creía amar que además es su mate, Pero este que no quiere nada con aquella niñita, la rechaza, Pero no contento con eso también la humilla y maltrata, por lo que lyra vuelve a casa y piensa en vengarse de todos.
NovelToon tiene autorización de Amilkar para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
¿Que pasa?
Lyra y Nessa corrieron a toda prisa hacia la mansión, el aire frío de la noche azotando sus rostros mientras las sombras del bosque parecían alargarse tras ellas. Al llegar, subieron rápidamente las escaleras, dirigiéndose a la habitación. Allí, Caelan las esperaba, con una expresión de preocupación que se reflejaba en sus ojos. Había estado buscándola desde que notó que Lyra no estaba en la habitación que compartían.
— ¿Dónde estabas? —preguntó Caelan en cuanto las vio entrar, caminando hacia Lyra con evidente inquietud.
Lyra esbozó una sonrisa cansada, tratando de calmarlo, mientras Nessa cerraba la puerta con rapidez, como si temiera que alguien las hubiera seguido. Caelan se acercó y tomó a Lyra por los brazos, revisándola de pies a cabeza en busca de algún rasguño o señal de peligro.
—Estamos bien, Caelan —aseguró Lyra con suavidad, acariciando su mejilla. Sin embargo, sus palabras no lograron eliminar por completo la preocupación del alfa—. Solo que... Lucian descubrió a Nessa.
El semblante de Caelan se tensó al escuchar ese nombre. Inmediatamente, su mirada se desvió hacia Nessa, la loba que estaba parada junto a la puerta, con las manos entrelazadas y el rostro serio. Volví a mirar a Lyra, esta vez con una mezcla de reproche y preocupación.
—Soy tu pareja ahora —dijo con un tono que denotaba tanta autoridad como herida—. ¿Acaso no confías en mí? Debes buscarme para ayudarte.
Lyra se adelantó un paso, cerrando la distancia entre ellos con delicadeza. En lugar de responder directamente a la pregunta, levantó la mano y acarició el rostro de Caelan, trazando un camino desde su mejilla hasta su mandíbula con dedos suaves. Luego, como toda una estratega, inclinó el rostro y comenzó a plantar dulces besos en su cuello y mandíbula.
—No te enojes —murmuró contra su piel, con una voz que tenía un deje seductor y tranquilizador—. No pasó nada. Lucian ni siquiera me vio. Pero ahora necesitamos pensar en algo. Sabe que no se quedará quieto ahora que vio a Nessa.
Caelan suspiro, cerrando los ojos brevemente mientras la cercanía de Lyra lograba disipar el ojo que había comenzado a acumularse. Era imposible resistirse a ella, y ambos lo sabían. La abrazó con fuerza, como si temiera perderla en cualquier momento, y luego dejó escapar una ligera sonrisa.
—Está bien, no te preocupes —dijo finalmente, mirando a ambas lobas—. Diremos que Nessa llegó a la manada y yo decidí darle un trabajo. Ahora estará a tu disposición como tu asistente personal, ya que eres mi luna.
—Crees que Lucian lo creerá? —preguntó Nessa, hablando por primera vez desde que llegaron a la habitación. Su tono era inseguro, pero sus ojos reflejaban cierta admiración por la autoridad de Caelan.
—No tendrá opción —respondió el alfa con confianza—. Lucian no puede contradecirme, ni mucho menos dudar de mi palabra. No se atreverá a hacer nada frente a mí.
Lyra irritante, satisfecha. Sabía que la fuerza y la autoridad de Caelan eran armas poderosas, y en ese momento agradeció tenerlo de su lado. Ahora, el siguiente paso sería asegurarse de que Nessa permaneciera fuera del radar de Lucian. Aunque las palabras de Caelan eran reconfortantes, Lyra no podía evitar sentir que la amenaza de Lucian no terminaría tan fácilmente.
A la mañana siguiente, Dorian se encontró con su buen amigo Lucian en uno de los pasillos principales de la mansión. Desde lejos, lo vio lucir demacrado, con profundas ojeras y una expresión de agotamiento que contrastaba con su habitual porte firme. Al acercarse, Dorian no pudo evitar alzar una ceja, preocupado por el evidente mal estado de su amigo.
— ¿Qué te pasó? —preguntó, con un tono casual que no ocultaba del todo su inquietud.
Lucian, al notar su presencia, hizo un esfuerzo por recomponerse. Enderezó los hombros y trató de adoptar una postura más relajada, aunque su rostro seguía reflejando tensión.
—Ah... esto... no es nada. Pesadillas, eso es todo —respondió, intentando sonar despreocupado, pero su voz era más temblorosa de lo que hubiera querido.
Dorian frunció levemente el ceño, no convencido del todo, pero decidió no insistir.
—Vale, si tú lo dices —contestó finalmente, dejando escapar un ligero suspiro mientras cruzaba los brazos.
Lucian abrió la boca, como si fuera a añadir algo más, pero su mirada se desvió hacia el final del pasillo y de inmediato su rostro se tornó pálido. Allí, nuevamente, vio a Sofía. Su figura estaba cubierta de sangre, con los ojos vacíos y un aura espectral que parecía atormentar solo a él. El corazón de Lucian comenzó a latir con fuerza descontrolada, y sin pensarlo, dio un paso atrás, alejándose como si quisiera escapar de algo.
—¿Lucian? —preguntó Dorian al notar su reacción, girando la cabeza hacia el final del pasillo. Sin embargo, no vio nada fuera de lo común—. ¿Qué estás mirando? No hay nada allí.
Luciano no respondió. Su respiración era rápida y superficial mientras se separaba cada vez más, pasando junto a Dorian con la mirada perdida. Dorian lo observó, desconcertado, antes de sacudir la cabeza con un gesto de frustración.
—Maldita sea, ¿qué le pasa ahora? —murmuró para sí mismo. Justo cuando pensaba seguir a su amigo, se encontró cara a cara con Liona, que venía del otro extremo del pasillo.
Como siempre, su presencia desató una discusión instantánea.
— ¿Qué demonios haces tú aquí? —preguntó Dorian, arrugando el ceño.
—Lo mismo podría preguntarte, Dorian. No recuerdo haber solicitado tu opinión sobre mi presencia —respondió Liona con frialdad, cruzando los brazos.
Los dos comenzaron a discutir, sus voces subiendo de tono, hasta que atrajeron la atención de algunos curiosos que pasaban cerca. La tensión entre ellos era palpable, como si cada encuentro fuera una oportunidad para un duelo verbal.
Mientras tanto, en otra parte de la mansión, Lyra y Caelan se encontraron con Nessa, Magnus y Morgana. Juntos, ultimaban los preparativos para la boda, que tendría lugar al día siguiente en la manada de Magnus, el padre de Lyra. La ceremonia sería más que una unión; era un mensaje de fortaleza y unidad para todos.
Magnus había insistido en invitar tanto a los hechiceros como a los elfos del norte. Las cosas fuera de los muros de la manada estaban empeorando, con los rebeldes extendiendo su influencia más allá de lo esperado. Por ello, la alianza con otras fuerzas era crucial.
Helena, la reina de los elfos, ya había confirmado su asistencia, y llegaría con una escolta de sus mejores guerreros élficos. Alaric, el rey de los hechiceros, también vendría acompañado por un grupo selecto de magos y hechiceros de confianza.
Lyra, mientras revisaba los detalles de los arreglos, no podía evitar sentir el peso de la responsabilidad. Aquella boda no solo marcaría un nuevo comienzo en su vida con Caelan, sino que también sería el inicio de una estrategia mayor para enfrentar las amenazas que acechaban desde las sombras.
La unión de manadas, elfos y hechiceros era su mejor oportunidad de sobrevivir a lo que estaba por venir.