Teodoro es hijo de un magnate, el es un joven malcriado que vive sin preocupaciónes pero todo se acaba cuando su padre para darle una lección le da el puesto de ejecutivo a su Rival de la escuela Melanie el debera trabajar para ella y no será nada fácil porque es perfeccionista y poco flexible a diferencia de Teodoro,
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capitulo 22
Teo estaba sentado en su escritorio, mirando fijamente la pantalla de su computadora. Frente a él, el informe sobre la expansión de la empresa se mantenía inmutable, como una montaña que parecía insuperable. Había intentado concentrarse durante horas, pero no podía evitar que su mente volara hacia cualquier cosa menos hacia el trabajo. Hacía poco más de cinco minutos había decidido que necesitaba un descanso.
—¡Melanie! —llamó en voz alta, sin preocuparse si alguien lo escuchaba. Era la forma en que se sentía más cómodo: simplemente dejando que sus pensamientos salieran sin filtro.
En cuanto Melanie entró en la oficina, Teo le sonrió con la expresión de un niño que acababa de hacer una travesura.
—¿Tienes un momento? Necesito ayuda —dijo, poniéndose de pie y mirando la pila de papeles que había frente a él, como si fueran monstruos listos para devorarlo.
Melanie, quien había entrado con un café en la mano, suspiró, aunque su rostro mostraba una sonrisa exasperada. Sabía lo que iba a pasar.
—¿Teo, otra vez? ¿Qué pasó ahora? —preguntó, cruzando los brazos con una mirada que oscilaba entre el afecto y el cansancio.
Teo, sin un atisbo de culpa, levantó las manos como si fuera un niño que había sido atrapado haciendo algo malo.
—Lo siento… pero es que no entiendo nada de esto —respondió, señalando el informe como si fuera un rompecabezas incomprensible.
Melanie soltó una risa suave, casi inaudible, y se acercó para tomar el informe de las manos de Teo. Ella sabía que Teo era brillante, pero también un desastre en cuanto a organización y concentración. Era como un niño grande atrapado en el cuerpo de un adulto, y no podía evitar sentirse responsable por él, como una madre sobreprotectora.
—Teo, te dije que este informe no se puede hacer de esta manera. Necesitas organizar los puntos antes de presentarlos. —Melanie comenzó a explicarle pacientemente, su tono tan suave y cuidadoso que Teo no pudo evitar sentirse como si fuera el niño en la clase.
—¿Sabes qué? Mi cerebro solo funciona cuando hay algo de diversión involucrada. —Teo se dejó caer de nuevo en la silla, como si el trabajo fuera una tarea imposible.
Melanie no pudo evitar sonreír, aunque su expresión se endureció un poco cuando lo vio comenzar a juguetear con el bolígrafo, como si fuera a terminar haciendo alguna otra de sus travesuras.
—No, Teo, no empieces con eso. —Melanie sabía que cuando Teo se distraía, todo se volvía un caos. Si no lo controlaba, seguro que terminaría buscando un nuevo modo de procrastinar, o peor aún, metiéndose en algún lío.
De repente, la puerta de la oficina se abrió sin previo aviso. Era Alec, quien parecía algo incómodo, mirando a Teo con una expresión que sugería que había algo que necesitaba decirle.
—Teo, ¿estás bien? —preguntó, aunque su tono no fue de preocupación genuina, sino de una curiosidad tranquila, como si Teo fuera un fenómeno extraño que estudiaba con interés.
Teo levantó la mirada, y por primera vez en mucho tiempo, no sintió esa irritante sensación de competencia. En cambio, le devolvió una sonrisa, casi como un niño que ha sido pillado haciendo algo travieso, pero con la confianza de que nadie lo regañará demasiado.
—Estoy trabajando, pero como siempre, no entiendo ni papa de lo que estoy haciendo —respondió con total sinceridad.
Alec se acercó a la mesa y echó un vistazo al informe, pero en lugar de sentirse frustrado o irritado, lo miró con una leve sonrisa.
—Teo, ¿en serio no sabes cómo hacerlo? —preguntó, sin crueldad en su voz, solo un tono casi maternal.
Melanie suspiró, como si se estuviera preparando para explicar la misma cosa por quinta vez.
—No te preocupes, Alec, yo me encargaré. Teo es como un niño con un juguete nuevo, no puede evitar distraerse y se pierde en las cosas pequeñas —dijo, dejando el informe a un lado mientras miraba a Teo con una sonrisa que combinaba ternura y frustración.
Teo, consciente de la indirecta, sacó la lengua.
—¡No soy un niño! Solo tengo… una forma diferente de hacer las cosas —respondió, aunque su tono no convenció a nadie.
Alec levantó una ceja y se cruzó de brazos.
—Lo que pasa es que no entiendes la diferencia entre "trabajar" y "divertirse". Pero, tranquilo, yo también solía hacer lo mismo en mis primeros años. —Alec parecía decirlo con una sonrisa en la cara, aunque sabía que Teo necesitaba más que unas palabras de consuelo.
Melanie, al ver que la situación seguía siendo un tanto cómica, decidió intervenir.
—Teo, ¿quieres que te ayude a organizar esto o quieres seguir perdiendo el tiempo con tus "juguetes"? —preguntó, imitando el tono de una madre cansada pero divertida.
Teo la miró, sabiendo que no podía escapar de ella.
—Está bien, está bien, pero solo porque tú me lo pides. —Teo se cruzó de brazos, haciéndolo a regañadientes, pero se notaba que la idea de que Melanie lo cuidara le agradaba, aunque no lo admitiera en voz alta.
Melanie se acercó a su escritorio, organizando los papeles con la precisión de una experta, mientras Teo observaba, absorto en cómo parecía saber exactamente qué hacer en cada momento.
—Teo, de verdad, ¿cómo has llegado tan lejos sin saber esto? —preguntó, mientras sacaba su teléfono y anotaba algunas ideas.
—Es que el trabajo es tan aburrido... —Teo hizo una mueca y se recostó en su silla, girando de un lado a otro mientras se concentraba en no mirar el reloj.
Alec, que había estado observando en silencio, finalmente intervino.
—Teo, si sigues así, vas a terminar con un ataque de nervios. Mejor deja de complicártelo todo. Tienes que aprender a delegar.
Teo levantó una ceja y miró a Alec con una sonrisa pícara.
—¿Dejar de complicármelo todo? Eso suena como algo que tú dirías.
Alec se encogió de hombros, como si no le molestara.
—Soy tranquilo. Tú eres… bueno, tú eres como un huracán.
Melanie soltó una risa, y Teo, al ver que ella se estaba divirtiendo, no pudo evitar sentirse un poco más tranquilo.
—Lo sé, soy un desastre, pero por lo menos soy divertido, ¿no? —dijo Teo, con un guiño juguetón.
Melanie le dio una mirada juguetona a Alec, como si estuviera esperando que Teo hiciera alguna tontería. Y no pasó mucho tiempo hasta que, en su afán por recoger algunos papeles, Teo tiró la pila de documentos que estaba organizando Melanie.
—¡Teo! —exclamó Melanie, mientras comenzaba a recoger los papeles caídos.
Teo, mirando el desastre que acababa de hacer, se encogió de hombros.
—Ups… ¿te ayudo? —dijo con una sonrisa inocente, como un niño pequeño que acababa de romper algo sin querer.
Alec y Melanie intercambiaron miradas, sabiendo que este tipo de situaciones nunca iban a cambiar. Y aunque Teo podía ser un caos, había algo en él que hacía que todo fuera más soportable. Quizás porque, al final, todo se trataba de cuidarse unos a otros.