Teodoro es hijo de un magnate, el es un joven malcriado que vive sin preocupaciónes pero todo se acaba cuando su padre para darle una lección le da el puesto de ejecutivo a su Rival de la escuela Melanie el debera trabajar para ella y no será nada fácil porque es perfeccionista y poco flexible a diferencia de Teodoro,
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capitulo 23
A medida que pasaban los meses, Teo y Melanie se veían obligados a compartir más tiempo juntos. La relación entre ellos seguía siendo una mezcla de celos, competencia y una atracción que ninguno de los dos estaba dispuesto a admitir. Aunque Melanie había asumido el papel de presidenta de la empresa, Teo no dejaba de ser el rebelde de siempre, siempre buscando maneras de desafiarla, de ponerla a prueba.
Melanie, por su parte, había comenzado a ver a Teo con otros ojos. No solo veía al chico rebelde que había sido su rival en la escuela, sino a un hombre que, a pesar de sus fallos, aún poseía una chispa que nadie más tenía. Había algo en su determinación, incluso en su obstinación, que la atraía. Pero también sabía que no podía dejarse llevar por esos sentimientos. Tenía un objetivo: Domar al CEO.
Una tarde, después de una reunión especialmente tensa, Melanie y Teo se quedaron a solas en la oficina. El aire entre ellos estaba cargado de una tensión palpable, como si algo estuviera a punto de estallar.
Teo, mirando por la ventana, rompió el silencio.
—Nunca imaginé que terminaría trabajando para ti. —Su voz estaba cargada de ironía, pero también de una profunda frustración que Melanie no pudo ignorar.
—Y yo nunca imaginé que serías tan… difícil de domar —respondió Melanie, cruzando los brazos, sintiendo cómo su paciencia se agotaba.
Teo la miró, sus ojos brillando con una mezcla de desdén y algo más, algo que Melanie no podía identificar completamente. Sabía que había algo más entre ellos, pero la rivalidad de tantos años los mantenía atrapados en un círculo vicioso.
—Tienes todo el poder, ¿qué más quieres? —Teo dio un paso hacia ella, su tono un tanto desafiante.
Melanie lo miró fijamente. No era solo el poder lo que quería; no, lo que realmente le importaba era el reconocimiento. Quería que Teo entendiera que no todo se trataba de ser el mejor en algo. A veces, lo más importante era ser fiel a uno mismo.
—Quiero que dejes de hacer todo esto por despecho —dijo, dando un paso hacia él, mirando sus ojos con seriedad—. Teo, el propósito de la vida no es ser el segundo en todo. El propósito es encontrar lo que realmente te importa y luchar por eso.
Teo, que siempre había jugado al tipo duro, se quedó en silencio. Por un momento, su fachada de chico rebelde se desmoronó, y Melanie vio la inseguridad detrás de su actitud desafiante.
—¿Y tú qué sabes de eso? —Teo murmuró, su voz baja y llena de vulnerabilidad.
—Lo sé porque te he estado observando —respondió Melanie, su tono suavizándose. De alguna manera, había llegado a entenderlo mejor de lo que él mismo creía.
La tensión entre ellos creció, pero algo había cambiado en su dinámica. Ya no era solo una pelea de egos. Había algo más, algo que ninguno de los dos quería admitir, pero que era cada vez más evidente. El amor que Teo había estado negando durante tanto tiempo, el amor que se había confundido con el odio, estaba ahí, latente.
Teo dio un paso hacia ella, más cercano de lo que nunca había estado. Sus corazones latían al unísono, y Melanie, en su intento de mantener el control, se sintió perdida por un momento. Ella lo miró a los ojos, y ahí, en ese instante, supo que la batalla entre ellos había llegado a su fin. Ya no se trataba de ganar. No se trataba de quién era mejor o quién tenía el poder.
Se trataba de ellos dos, y de la oportunidad de comenzar de nuevo.
Teo, con una sonrisa tímida pero sincera, se acercó aún más, y sus labios se encontraron en un beso que selló todo lo que ambos habían estado negando.
No era un amor perfecto, ni un camino sin obstáculos. Pero, por primera vez, Teo y Melanie sabían que lo que sentían el uno por el otro era real. Y, juntos, podrían dominar no solo la empresa, sino su propio destino.