¿Qué es lo primero que haces cuando encuentras a alguien herido frente tu puerta? Ver si sigue vivo?, llamar una ambulancia?.
No. Lo primero que Michael hizo fue pensar que era lindo.
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CAP 23
Debí huir… Eso le decía su intuición; escapar era la mejor opción, marcharse mientras Elysian contenía lo que estuviera sucediendo.
Pero sus piernas no reaccionaron.
—¡¿Qué esperas?! ¡Vete! —volvió a escuchar el grito de Elysian, que sujetaba las manos de Lesia con una sola mano y, con fuerza, la empujó al suelo, recibiendo en respuesta una serie de patadas en el estómago.
Ese grito y la tensión en el aire despertaron en Michael una determinación que lo hizo apretar los dientes.
—Me quedaré —declaró con firmeza.
—¡Te dije que te fueras! —respondió Elysian, forcejeando. Michael se acercó y lo ayudó a inmovilizar a Lesia. Los golpes los alcanzaban, y no sabía si el dolor provenía de los que él recibía o de los que golpeaban a Elysian. Sin embargo, decidido a actuar, los soportó.
Tras unos segundos, Michael logró sujetarle las piernas, mientras Elysian mantenía sus manos y controlaba su cabeza. El rostro descontrolado de Lesia, acompañado de sus ojos carmesí, mostraba una clara intención de morder.
Con una mirada decidida, Elysian observó a la pequeña y le dio un golpe preciso en la cabeza, provocando que se desmayara. Cerró los ojos brevemente después. El peliplateado nunca imaginó que llegaría el día en que tendría que detener a Lesia de esta manera.
Al noquearla, Elysian la sostuvo de inmediato y se puso de pie. Michael tardó un poco en reaccionar, imitando las acciones de Elysian en cuanto se dio cuenta.
Elysian cargó a Lesia sobre su hombro y, frunciendo el ceño hacia Michael, dijo:
—¿Por qué no huiste?
—Porque algo así pasaría tarde o temprano. No quiero huir sin un rumbo, no de nuevo —expresó Michael, observando cómo las partículas rojas flotaban en el cielo, alejándose en dirección opuesta a la entrada de la aldea.
La respuesta de Michael complicaba aún más la situación, pero a Elysian le agradaba su actitud. Le entregó a Lesia y dijo:
—Sostenla.
Mirando el cielo después de entregarla, Elysian se percató de la dirección del aura sangrienta y frunció el ceño.
—Michael, ¿puedo confiarte a Lesia?
Michael miró a la niña con sentimientos encontrados, pero al ver la firmeza de Elysian, respondió:
—Puedes.
Con esta respuesta, Elysian se quitó el amuleto del cuello, formando su espada de plata, y con una velocidad asombrosa corrió hacia donde el aura se reunía. Mientras lo observaba partir, Michael esperaba no haber hecho una apuesta demasiado arriesgada, y haciendo un esfuerzo, trasladó a Lesia en sus brazos hacia la casa de su maestro, que no estaba muy lejos. Mientras avanzaba, escuchaba a niños pequeños llorar al quedarse solos, y a algunos ancianos divididos entre ir a la plaza o dirigirse a la entrada. Parecía que ambos lados habían sido considerados peligrosos por los cazadores.
No muy lejos, en la entrada de la aldea, un hombre de cabellos negros y ojos rojos olfateaba el ambiente, analizando su entorno. Arrastraba por el cuello a un hombre de unos cuarenta años, levantándolo sin esfuerzo y forzando su cabeza a mirarlo; sus ojos mostraban una expresión sin vida.
El hombre de cabello negro, con alas tras las orejas y un par de colmillos prominentes, sonrió con una expresión amigable y escalofriante.
—¿Aquí era donde querías escapar? —le dijo.
—Veo por qué… tanta sangre, el llamado del ancestro y tanta basura como tú... Cazador —exclamó las últimas palabras con desprecio, estrellando el cuerpo contra el suelo y dejando el rostro del hombre irreconocible.