Mi Castigo

Ethan se quedó quieto al verme, no distrajo su mirada para ningún lado, no veía a nadie, solo a mi. Le regalé una pequeña sonrisa para saludarlo. Ethan vestía un traje negro, era un hombre de unos 32 años, su mirada sería y cautivadora llamaba mucho la atención de las mujeres, para ser sincera era un hombre muy atractivo, no era delito desearlo, quería enredar mi piel con otras pieles, ya no me importaba el amor, porque el amor, solo me había traído decepciones y heridas.

—Estás hermosa Aurora—Ethan me saludo con un beso en la mejilla.

—Gracias, vos también te vez bien—le respondí.

— Ven, la mesa está preparada.

Apoyamos nuestros cuerpos en unas sillas con tapicerías suaves, después de presentarme a los nuevos inversores. La cena de trabajo consistía en expandir el negocio en nuevas ciudades, se hablaba de viajes y acuerdos, creía que esto era mucho para mi, pero a la vez era momento de retomar mi vida, dejando atrás todo dolor y traumas que había tenido. Todos quedaron impresionados con mis explicaciones y la forma de como manejaba la situación.

Cuando termino la cena, Ethan me invito a un pequeño bar, podía negarme, pero no quería hacerlo, sabía que estaba muy bien acompañada, no tenía amigos, era momento de cultivar aliados. La noche vestía con su manto de estrellas, miré al cielo para buscar a mi pequeña estrella, que era mi bebe, cuando la encontré le sonreí.

—¿Qué tanto miras al cielo?— me preguntó Ethan al verme con mucha atención.

— A mi estrella favorita, para que de ahora en adelanté me acompañe todas las noches.

— ¿Y cuál es?

Le apunté con el dedo, pero no veía la estrella, me veía a mi como disfrutaba de esta pequeña velada.

—Ninguna estrella es más bella que tú— susurro a mis oídos.

— Te prohíbo que digas mentiras.

— No tengo por qué mentirte Aurora.

—Ethan, estos días fuiste muy amable, te agradezco mucho.

—No tienes porque, vienes haciendo un buen trabajo. Con tantas cosas no tuve tiempo de saber de Enzo. ¿Cómo está?

—Está bien.

— Estabas muy preocupada por él.

—Vos lo dijiste, estaba, la verdad Enzo ya no significa nada en mi vida, él es parte del pasado.

—Bueno de vez en cuando lo vas a seguir viendo.

—Si, eso lo sé, pero no te preocupes, sé exactamente apartar los negocios de mi vida personal.

—Si te hubiera conocido antes, las cosas serian diferentes.

—No lo creo, llegaste en el momento justo.

—¿Enserió?

—Estoy muy segura.

Unos pasos más adelante estaba el bar, cuando llegamos el dueño del lugar nos recibió.

—¡Qué bien acompañado estas está noche!— le dijo a Ethan, saludándolo amistosamente.

—No es nada de lo que piensas, trabajamos juntos— le contestó.

—Soy Ricardo, Ethan nunca viene acompañado, seguro eres especial— Me saludo el señor.

—Él también lo es para mí — le respondí mirando a Ethan.

—Les tengo una mesa preparada, vamos pasen.

Fuimos tras de Ricardo, un señor alto y algo canoso. El bar era un bello lugar, nunca antes había estado en estos lugares, música alegre y mucha gente pasándola bien. Risas y charlas en cada rincón, era un ambiente para olvidarse de muchas cosas.

Nos sentamos en un sillón, un mozo nos trajo dos tragos con una linda representación.

—Me tomé el atrevimiento de pedir por vos— me dijo Ethan levantando su copa para hacer salud.

—Me gusta que hayas hecho esto, no hubiese sabido que pedir— respondí he hicimos salud.

La bebida era dulce al principio, pero después se sentía el alcohol. Era la primera vez que tomaba alcohol, mis padres no permitían que saliera de la casa para asistir a estos lugares, siempre me exigían solo estudiar, cuando vivía con el enfermo de Darío, tampoco podía salir.

—¿Ye gusto?

—Me encantó, ¿Puedo pedir otra?

—¿Estás segura?

—No todos los días salgo con hombre guapo a quien todas las mujeres miran. Debo aprovechar.

—Ja, ja, ja...

—Ethan, es la primera vez que vengo a un sitio así.

—¿Enserió?, ¿me estás jodiendo?

—Mis padres eran exigentes conmigo.

—Bueno, la próxima iremos a otro lugar, que estoy seguro que también te gustará.

—Bueno, pero si vez que me pongo mal, cuídame por favor.

—Aurora, quiero que sepas algo, no tengo intenciones de lastimarte.

—Te tomo la palabra.

La noche se estaba poniendo más divertida, Ethan era alguien muy divertido, me contaba sus travesuras por las cosas que tenía que atravesar para estar en el lugar que estaba, le conté también un poco de mi, pero omite el crimen que había cometido, no quería espantarlo con esa historia de terror, tampoco le conté de todo lo que Enzo me había hecho. Puse un paréntesis en esa parte de mi vida, quería que todo eso muriera solo en mi, porque ya no tenía más intenciones de sufrir ni hacer sufrir.

Eran las tres de la madrugada cuando salimos del bar, Ethan había tomado menos que yo, pero por seguridad no quería conducir, llamó a su chófer.

Ricardo salió para despedirse de nosotros.

—¿Te llevo a tu casa o prefieres que te cuide?— me preguntó Ethan antes de subir al auto.

—Quiero que me cuides— le respondí con mucha picardía.

Ambos nos subimos al auto, por la ventanilla veía la noche en la ciudad, no pensaba en nada ni en nadie, solo disfrutaba del aire fresco que balanceaba mi pelo. Ethan me tomó de la mano, no le esquive, también le tomé de la mano muy fuerte, me sentía a gusto con él.

Llegamos al edificio en el que vivía, era una zona linda y tranquila por la recoleta, me ayudó a bajar del auto, el chófer se fue dejándonos solos en la vereda, él se paró frente a mí, mi corazón latía a ritmo normal. No lo pensé ningún segundo y besé sus labios carnosos y deliciosos, Ethan no esperaba esto, pero se sentía a gusto entrelazado entre mis labios, me tomó de la cintura, pueden decirme que soy una cualquiera, una puta o cualquier cosa, no me importaba, pero quería comerme este dulce, porque dentro de mi sistema mis hormonas estaban intranquilas y alocadas y quería calmarlas.