Melanie Harper quiere disfrutar de unas merecidas vacaciones antes de enfrentar su dura realidad y tomar una decisión que afectará, sin duda, el resto de su vida, sin embargo, no contaba con que Conor Sullivan apareciera en su vida, y la hiciera vivir todas las aventuras que alguna vez soñó con experimentar.
Conor Sullivan guarda un secreto, es el Capo de la mafia Irlandesa, pero no dejará que Mel se aleje de él por su trabajo, antes peleará con la misma muerte de ser necesario.
Porque si encuentras a la persona que te hace feliz tienes el derecho a hacer lo que sea para conservarla a tu lado, incluso si aquello implica que sangres.
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A salvo
Conor
–Te conseguiste un excelente espécimen, Sullivan –dice Nowak mirando hacia la piscina, sobre la cubierta del yate, donde está sentada Mel hablando con otras mujeres.
Tenso mi mandíbula y me obligo a sonreír.
–Supongo que no tengo que repetirte que Erika es mía y que está fuera de tu alcance –mascullo molesto.
–Tranquilo, amigo –dice divertido y yo me obligo a respirar para calmarme.
Desde que llegamos a este puto yate que estoy incomodo y preocupado por Mel. Sé que quiere conseguir su historia, y yo también quiero que lo haga, sobre todo, si eso significa que Adam estará detrás de las rejas, pero lo que no quiero es que se exponga.
Este lugar está lleno de guardias.
Solo en la cubierta hay siete hombres armados.
–Mis gustos son distintos –continúa–, me gustan más jóvenes, mucho más jóvenes.
Empuño mi mano de forma inconsciente. Tengo que contar hasta diez antes de volver a mirarlo.
–¿Qué tengo que hacer para poder asociarme contigo y tus amigos? –pregunta mientras bebe cerveza.
La chica que está a su lado, que no debe tener más de veinte años, le recibe el botellín cuando éste termina.
–Puedes retirarte –ordena y la chica asiente sin mirarlo antes de salir pitando–. Me gusta la obediencia, y la sumisión de esa chica, es maravillosa, por eso la he conservado a pesar de que ya está vieja.
–¿Vieja? –pregunto asqueado.
–Tiene diecinueve años ahora –se lamenta–. Pero está conmigo desde que tenía seis años. Doscientos dólares le tuve que pagar a su madre alcohólica, fue un excelente negocio. He recuperado ese dinero más de cien mil veces.
Me levanto incapaz de seguir escuchando las asquerosidades que salen de su boca.
–Si a algunos de tus amigos le gustan las chicas más jóvenes, tenemos un gran muestrario para ofrecer. De todas las razas y colores. Quiero empezar una relación comercial con ustedes y quiero hacerlo de la mejor forma.
Me obligo a sonreír. –Lo hablaré con ellos, pero no puedo asegurar nada –digo sabiendo que mis amigos le cortarían la polla si alguna vez les ofreciera algo así.
Miro hacia la piscina y me tenso al no ver a Mel.
Mierda.
–Voy a buscar a mi chica, no quiero que se pierda en el yate.
–Seguramente fue al baño. No te preocupes por ella.
–Prefiero ir a buscarla –insisto tanto para alejarme de él como para poder acercarme a Mel y cuidarla.
Quiero salir de este lugar lo antes posible.
Bajo la escalera blanca y me topo con la chica que estaba atendiendo a Nowak.
–Hola, ¿has visto a la mujer que estaba conmigo? –le pregunto.
La muchacha baja la mirada y niega con la cabeza, asustada.
–¿Hacia dónde están los baños y las habitaciones?
Apunta hacia su derecha sin mirarme.
–Muchas gracias. Eres muy amable.
Levanta la mirada unos segundos, sorprendida, pero luego, vuelve a mirar sus pies.
Es tan solo una niña asustada. Quisiera tomarla a ella, y a cualquier otra persona que esté en contra de su voluntad, y salir de este yate. Luego le diría a Renji que lo haga explotar con Adam dentro.
Eso si que mejoraría este día.
Sigo el camino que me indicó la muchacha y me topo con varios hombres armados, que asienten cuando paso frente a ellos.
–¡Erika! –llamo cuando estoy solo en un pasillo con cuatro puertas, una frente a otra.
–No debe estar aquí, señor –me dice un guardia que aparece de la nada–. Estas son las habitaciones del señor Nowak, nadie puede pasar sin su consentimiento.
–Oh, mierda. Gracias –digo–. Estoy perdido, es un barco muy grande.
–Lo es. Al señor Nowak le gusta lo mejor y este yate es el mejor.
–Volveré a cubierta –digo antes de volver por mis pasos.
Cuando no tengo a nadie a la vista me escondo y espero pacientemente hasta que veo al guardia salir en dirección a la cocina.
Conozco a Mel y sé que debe estar en la puta habitación de Nowak, seguramente estuvo sonsacándole información a las mujeres con las que estaba hablando.
Miro hacia la escalera y cuando no veo a nadie vuelvo al pasillo. Trato de abrir las puertas, pero todas están cerradas.
Maldita sea.
–Erika –susurro en cada puerta hasta que por fin escucho a Mel.
–Estoy aquí –devuelve–. Dame unos minutos.
–¡Ábreme la puerta ahora mismo! –exijo molesto.
–Pero que cascarrabias estás hoy –dice cuando abre la puerta mirando a todos lados.
La empujo dentro y cierro con seguro nuevamente.
–Si entra un guardia y te ve aquí te matará sin preguntar –mascullo furioso–. Me dijiste que tendrías cuidado.
–Nadie me vio y tengo el bolso conmigo –me explica levantando el bolso–. Renji me dijo que lo llevara siempre conmigo, ya que el teléfono que me dio es un bloqueador de señal. No pueden ni vernos ni escucharnos, y mucho menos grabarnos. Deja de preocuparte tanto.
Siento como la sangre comienza a calentarse en mis venas. Estoy furioso, más que furioso.
–Ese imbécil tiene a niñas aquí en contra de su voluntad, y sé que le encanta matar mujeres. ¿Cómo mierda me puedes pedir que no me preocupe? –ladro rabioso.
Muerde su labio inferior y mira sus pies.
Levanto su barbilla, no soportando que baje su mirada como lo hacía esa pobre muchacha.
–Lo siento –dice–. Es solo que… Encontré algo y estaba ensimismada… No te enojes –pide haciendo un mohín precioso.
Tomo su barbilla y le doy un beso rápido.
–Lo único que quiero es salir de aquí y seguir con la conversación que dejamos pendiente.
Mel me da una sonrisa tensa y luego se sienta sobre la cama.
–Carolyn, una de las chicas con las que hablé, me dijo que a Adam le pone que lo vean viendo porno mientras se toca su polla diminuta. Sus palabras, no las mías. Y me dijo que ella se sentaba a su lado mientras miraba la pintura de delfines sonrientes –dice apuntando el cuadro que está al lado de la puerta–. Esta es su habitación y este tiene que ser su notebook –agrega apuntando la mesa auxiliar–. Hay muchos videos bajo el televisor, pero no soy lo suficientemente valiente para revisar –agrega haciendo una mueca de disgusto–. Podrías revisarlos mientras yo hago lo que Renji me dijo que hiciera si encontraba un computador –pide en un susurro–. Me voltearé, no podría ver… No quiero tener esas imágenes en mi cabeza.
Asiento. –Diez minutos –digo y ella de inmediato se voltea y coloca el pendrive en la ranura del notebook como Renji le indicó.
Miro las caratulas de los Cd y ninguna tiene nombre, solo números. Tienen que ser grabaciones caseras.
Silencio el televisor y coloco el primer Cd, pero es una película pornográfica convencional. Bueno, si te va el rollo de los disfraces de animales. La saco rápidamente y coloco otra.
No. Tampoco.
Intento con otra y aparecen dos muchachas jóvenes, pero no lo suficiente como para denunciarlo de algo.
Intento una cuarta vez y me preparo mentalmente cuando aparece este cuarto en la pantalla.
–No te gires –le ordeno a Mel cuando veo a dos niñas, que no deben tener más de cinco años, abrazadas sobre la cama. Están aterradas y llorando mientras Jarek se saca la ropa.
–Te tengo hijo de puta –mascullo cuando en la escena aparece la muchacha que me ayudó hace unos minutos, con Adam de la mano.
Debe tener unos diez años, o menos. Y está rogándole a Jarek que no se acerque a las niñas, pero ambos imbéciles se ríen.
–¿Qué estás viendo? –pregunta Mel en un susurro.
–No quieres saberlo –digo.
Saco el disco y coloco otro. Es la misma habitación, pero ahora aparecen un niño de unos siete años llorando mientras un anciano, que estoy seguro es el senador polaco, amigo de Adam.
–Renji dice que ya tiene acceso –dice Mel a mi espalda–. Quiero salir de aquí.
Me giro y el pecho me duele al verla mirando la pared mientras se abraza a sí misma.
Tomo algunos discos y los guardo en el bolso de Mel, detrás del forro interior.
Apago el televisor y el reproductor de Cd y abrazo a mi chica.
–Ya estamos listos –le aseguro, pero todo mi cuerpo se tensa cuando escucho pasos fuera de la puerta.
Mierda.
Mel me mira aterrada mientras la empujo hacia el closet. Coloco mi dedo en sus labios, pidiéndole silencio y me meto al closet con ella. Por suerte es lo suficientemente grande para que ambos podamos ocultarnos.
Escucho el corazón de Mel martillear cuando podemos ver a Adam entrar a su habitación.
Coloco la palma de mi mano sobre su pecho agitado, para intentar calmarla.
–¿Sabes donde se metieron mis invitados? –le pregunta a alguien que no puedo ver.
–El señor estaba buscando a su chica, quien tiene que estar con alguna de las muchachas, señor. Pueden estar en una de las habitaciones del otro corredor.
–Bien. Recuerda que nadie puede entrar a esta habitación. Dispara y después pregunta.
–Sí, señor –devuelve la obediente voz.
Lo vemos entrar al baño y cerrar la puerta.
–Tranquila –le susurro a Mel, quien está teniendo problemas para respirar–. Respira lentamente –le ordeno.
Mis ojos, ya adaptados a la poca luz, pueden apreciar sus hermosos ojos aterrados.
La abrazo y beso la cima de su cabeza. Su corazón late frenéticamente contra mi torso. Mi Mel tiene miedo.
Maldita sea, no debí acceder a esto. Sé que, si las cosas salen mal, podré defenderla. Tendría que matar a Adam y a todos sus guardias, pero es algo que no quiero que vea. No quiero que vea esa parte de mí que se parece tanto a mi padre.
Sin embargo, por defenderla soy capaz de cualquier cosa.
La puerta del baño se abre y sale Adam silbando, como si no tuviera ninguna preocupación en el mundo.
Imagino que debe sentirse seguro siendo quién es. Yo lo hago, y estoy seguro de que mis amigos también lo hacen. No espera que alguien de nuestro mundo lo traicione. No tomar las precauciones necesarias acabarán con su buena suerte.
Nowak sale de la habitación hablando en polaco por teléfono con alguien. Creo entender que está pidiendo que le traigan mercadería fresca esta noche al barco.
Maldito enfermo.
–Sácame de aquí –pide en un susurro estrangulado la mujer que tengo en mis brazos.
–Lo haré. Estás a salvo conmigo –le juro–. Siempre estarás a salvo conmigo.
Mientras digo esas palabras me doy cuenta de que estoy hablando en serio. Quiero y deseo protegerla siempre.
¿Cuándo cambiaron mis sentimientos por Mel?