Katherine es una joven que tiene un pasado secreto, decide escapar de Argentina y llega a Italia donde tiene parientes lejanos. consigue trabajo cuidando una abuela, pero el nieto de esta es el mayor mafioso Siciliano de la historia.
Siendo dos personas completamente opuestas, de mundos distintos, pero con un corazón que ha pasado por muchas cosas... ¿Puede haber algo más entre ellos?
¿Podrán encontrar juntos el amor? ¿O ella volverá a escapar?
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23
Me desperté en cuanto la luz del sol se coló por la ventana, sentía el cuerpo demasiado pesado y dolorido. Me levanté de a poco para reconocer el lugar donde está ¿cómo había llegado a la habitación de Amelia? Y lo peor de todo ¿dónde había dormido ella?.
Quise levantarme, pero el mareo repentino me hizo sentarme nuevamente en la cama, la puerta se abrió de golpe y casi de inmediato giré la cabeza para ver quien entraba.
Pido mil disculpas por los inconvenientes que les cause anoche, no era mi intención arruinar la noche buena- mis ojos se llenaban de lágrimas, por mi culpa Amelia había sido internada dos meses atrás y ahora yo misma me había descompensado, causándole problemas a toda la familia.
no deberías preocuparte por eso, son pequeñeces. Mientras que estés mejor, valió todo el esfuerzo que hicimos- Fabritzio estaba de muy buen humor al parecer.
se acercó a mí con una bandeja de comida y un café que el solo olerlo hacía que Se me llenara de agua la boca.
Debes ingerir todo esto y no quiero ninguna excusa, el médico dijo que te estuviste alimentando mal- estaba enojado, se notaba en su voz, pero también se notaba algo más ¿molestia? ¿Tristeza?
Es demasiado para mí y lo sabes- le dije mientras dejaba todo en la mesa y volteaba a extenderme la mano para levantarme.
Tome su mano, pero al intentar levantarme, nuevamente mis piernas flaquearon, y si casi me voy de bruces al piso de no ser por el rápido movimiento de mi compañero, quien me encerró en sus brazos. Su colonia era exquisita, cualquier mujer se hubiese derretido ante ese acto tan caballeroso de protección, y si yo también me derretía, pero muy en el fondo sabía que eso estaba mal. Levanté mi cabeza para mirarlo a los ojos y el brillo que encontré en ellos ruborizo mis mejillas como si fuese una niña.
No fui la única que se quedó maravillada por la vista, sentí su maNo bajo mi mentón y sus labios sobre los míos. Un beso sumamente tierno, pero también atrevido, su lengua se abrió paso dentro de mi boca y la exploro de manera suave y salvaje al mismo tiempo. La falta de aire fue la culpable de separarnos y debo admitir que sentí muy en el fondo el alivio de que eso haya sido un motivo. porque si no, no sabría hasta adonde podríamos haber llegado. De alguna manera, él vio la duda en mis ojos y no quiso volver a besarme, me tomo en brazos y me depositó en una silla, frente a la bandeja que había traído. Se sentó frente a mi en silencio, para verme comer y le agradecí el silencio o mejor dicho el no tocar el tema del beso.
Demasiado hundida en mis pensamientos estaba, que ni siquiera oí cuando Amelia y Sofía entraron en la habitación. Solo me percate de ellas cuando Sofía me abrazo efusivamente alegre y Amelia puso su mano en mi cabeza.
Nos diste un gran susto mi pequeña- al verla a los ojos pude notar que estábamos rojos e hinchados, había estado llorando ¿por mí?.
Lo lamento muchísimo en verdad- ya no había forma de detener esas lágrimas que se escapaban de mis ojos - la canción que toque anoche, era la nana que me cantaba mi abuela materna para dormir, ella era rusa, conoció a mi abuelo en el barco que les permitió llegar a Argentina, mi abuelo era Alemán, por eso sé hablar ambos idiomas, quizás no a la perfección, pero entiendo lo que leo y lo que escucho. Mi abuela me enseñó a tocar el piano y siempre que yo enfermaba, tocaba esa canción para mí-
No tienes que dar ninguna explicación- me dijo fríamente Fabritzio - ese idiota no tenía derecho a decir nada de lo que dijo-
Aparte eso yo ya lo sabía, me habías contado de tu familia cuando te pregunte si aparte del inglés hablabas más idiomas- me dijo Amelia.
Mi papá es un hombre malo, perdón por lo que te hizo y más que nada por hacer que te pusieras mal- Sofía se abrazaba a mí y sé que ella también estaba llorando.
tú no tienes la culpa de nada, no puedes andar por la vida disculpándote por los errores de otros- le dije sobando su cabeza.
Tienes que seguir desayunando, te dejaré con mi abuela y mi sobrina, serán una buena compañía- me dijo él, levantándose de la silla y dirigiéndose a la puerta.
Gracias- fue lo único que le pude decir y vi como asentía con la cabeza.
Me quedé todo el día en la mansión, lo cierto es que no trabajaba ese día en la mensajería, así que podía aprovechar para hacer lo que quisiera. Luego de cenar me dispuse a irme a mi casa a pesar de las negativas de todos, yo ya había abusado demasiado de su hospitalidad y ya no podía seguir haciéndoles eso. Después de pelear varias veces, terminaron por entender mi punto de vista y me dejaron volver. Obviamente, tomé la moto que me había regalado Cristián y no necesite que me dijeran que me iban a vigilar, tampoco es como si el auto se escondiera de mí.
Llegue a mi departamento, guarde la moto, me despedí de los guardias y me adentro dentro del edificio. Ya en la puerta de entrada de mi casa, me costó poder poner la llave en la cerradura, miles de pensamientos aterraba mi mente, desde la mirada de odio de ese hombre hasta el beso tan cálido que Fabritzio me había dado. Hacía tanto tiempo que alguien se preocupaba por mí.
Entre a mi casa y lo primero que hice fue darme un baño, lo necesitaba, estar recostada en la bañera dejando todo en mi cuerpo fluir, quería entender las acciones de todos los que últimamente me rodean, pero me era imposible. Entendía el cariño que Amelia, Nataly y Sofía me profesaban, pero el de Cristián y el de Fabritzio no lo Entendía. Tampoco podía comprender el odio de Mario hacia mí, yo jamás le había hecho nada, más que permitir que su hija comiera más caliente y se descompusiera, pero eso no era mi culpa la niña me había desobedecido y ahora entendía cuando le decía que no.
Luego del baño, me coloque el pijama y me adentre en la comodidad de mi cama y de la suavidad de mis sabanas, a veces realmente creía que me había equivocado de trabajo, pero con los sentimientos tan fuertes que tenía hacia los miembros de esa familia, no me atrevía a renunciar.