Rompiendo Reglas

Obviamente no quise molestar mucho a mi primo, pero él suspiro por vigésima vez y hablé, no pude aguantar más. No me gustaba verlo como un perro abandonado y no, no exagero, tiene la mismísima cara de uno.

—Bueno, listo... Te di tiempo— en realidad habían pasado cinco minutos— ¿Cuál es la historia?

—Soy poca cosa para ella, según sus padres.

—¿Qué idiotez es esa? ¡Eres el Vicepresidente de la empresa Belmonte! Y no justamente por una cara bonita o ser familiar, sino porque estudiaste y te formaste para eso— digo un poco enojado.

—Pero no soy competencia contra un jugador de Baloncesto Estadounidense profesional. — voltea los ojos.

—Ah sí, es obvio— río— Tú tienes los bolsillos llenos hasta que seas viejo y él, hasta que el cuerpo se lo permita.

—Esa comparación es buena, pero no quise ofender a un hombre de dos metros.

—Paolo, ¿Tienes miedo?— pregunto sorprendido—Unos golpes aquí y otros allá, pero ella estará orgullosa de tu valentía— trato de animarlo aunque no sé si es lo mejor.

—Como sea— mira su celular bloqueado y luego a mí, pero yo enseguida me enfoco en el camino, sabiendo que todos vienen detrás— Sus padres la comprometieron con el jugador porque es hijo de unos socios.

—¿Ella no dijo nada?

— Sí, por supuesto. Estuve presente cuando le informaron esa decisión, fue...— hizo silencio unos segundos, tal vez recordando— Lo vi en sus ojos, ella no quería eso. Me quiere a mí.

—Listo... — sonrío por una remota idea— La secuestras y te la llevas a Las Vegas. Se casan y ya no hay vueltas. —me mira sorprendido, pero luego sonríe— No es necesario que agarre nada de su casa, tú puedes comprarle todo. Viven juntos, tienen hijos y sus padres no podrán hacer nada, menos su prometido.

—Tienes razón— asiente justo cuando freno en los grandes portones de la Mansión Naviz.

Llegamos a destino y mis nervios se activan sin demora... Por desgracia, nunca le avisé a Eliani que veníamos, aunque por más que lo intentara, seguramente no me iba a responder. Así que ahora le toca sufrir las consecuencias de una familia intensa y bromista.

Los guardias de seguridad miran detrás de mi auto, supongo que contándonos, por lo que bajo el vidrio y saco un poco la cara para mostrarme.

La verdad es que se notan tensos y listos para cualquier cosa.

—Es toda mi familia— aviso y abren sin pedir autorización de nadie.

Mi auto ingresa al territorio de Eliani y puedo sentir la mirada de mi primo.

—¿Qué?— pregunto todavía sin mirarlo.

—¿Todavía la quieres?

—Aún más —le confieso y sonríe.

Bajamos del vehículo y observo que mi familia hace lo mismo, la mayoría con cuidado por los niños.

Mi sobrina Marina es la mayor y se acerca corriendo.

—Tío, ¿esta es tú nueva casa?

Una pregunta muy inocente que me encantaría responder afirmativamente, pero no. Esas palabras todavía no pueden salir de mi boca, cuando no he hecho nada por conquistar el corazón de mi mujer.

—No, cariño— digo acariciando su pelo.

Sin embargo, lo podría ser en el futuro, si consigo el resultado deseado.

—Necesito ver a los pequeños —dice mi abuela, por lo que caminamos hasta la puerta y tocamos timbre.

La empleada abre y se nota sorprendida por tantas caras y es que sí, somos una familia muy numerosa.

—Adelante, señor Belmonte— hace una pequeña reverencia saludando a mis acompañantes— La señora está en el comedor, dándoles de comer a los niños.

—Gracias— digo empezando a caminar.

—Por fin conoceremos a esos lindos bebés— dice la abuela sonriendo.

Llegando con Eliani, puedo notar que está con cuatro platos de puré y los bebés en sus sillas, mientras que ella, mi rusa, no ha tocado su cena.

—Eliani...— llamo su atención y mis hijos me miran para sonreír y balbucear cosas, a pesar de que tienen comida en su boca.

Por unos segundos, puedo ver que se queda quieta, pero luego dirige su mirada a mí, notando detrás a todos. Y sus lindos ojos, pasan de la tranquilidad al nerviosismo, haciendo que se levante de inmediato de su lugar.

—¿Isaías?— me nombra pidiendo una explicación.

— Mis nietos hombres son amantes de las matemáticas—dice la abuela antes de que yo pueda decir algo. Se acerca a la mesa y acaricia la mejilla de cada bebé, quienes le sonríen.

—¿Por qué?— pregunta Eli.

—Multiplicar se les da bien— nos señala a Bastian, a Emilio y a mí.— Dos, tres y cuatro bebés. —sonríe mientras le da un abrazo a mi mujer— Me preocupa un poco Federico— el nombrado se tensa— no quiero imaginar cuantos tendrá él.

—Ninguno, seré el tío bonito— se defiende el último.

Lady abraza a su amiga y le susurra algo que logra un sonrojo en la rusa, por lo que luego todos siguen saludando.

—Lamento mucho que llegáramos así— dice Bella y sé que me va a salvar— Pero estábamos en una reunión familiar e Isaías nos contó que era padre, por lo que quisimos venir con urgencia.

—Está bien, no hay problema— mi rusa le sonríe— Aunque tendremos que esperar para que hagan una cena más grande— mira hacia otro lado y continúa— Solo hicieron para mí— confiesa dejándome idiota.