Mónica tiene que superar todos los obstáculo que le puso la vida y recuperar a su hija y todo lo que robaron.
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¿Disfrazar lo que siento?
Cualquiera podía decir que si existía un gran amor entre ellos, que estaban hechos el uno para el otro. La pareja atrajo la atención y los invitados los rodearon, mirándolos con admiración y asombro. "¡Qué hermosos se ven!", espetó uno de los invitados, mientras una de las mujeres añadió: "¡Son la pareja perfecta! ¡Tamara es muy afortunada!", opinó alguien más.
Sin embargo, Enrique no se sentía cómodo y pensó que quizás estaba cometiendo un error. "Enrique, mi vida, ¿por qué te noto algo rígido? ¿Acaso te estás arrepintiendo?", preguntó Tamara mientras se movía al ritmo de la música.
Pero antes de que Enrique pudiera contestar, en la entrada apareció una mujer que atrajo la atención de todos. Ella tenía el pelo café oscuro y lo llevaba recogido. La máscara que llevaba puesta resaltaba el color verde de sus ojos y la piel blanca le brillaba tanto que parecía como si hubiera pasado a través de una lluvia de escarcha. Y el hermoso vestido era anaranjado con detalles en negro. Resulta que hasta el encargado de las luces quedó flechado por tal belleza, tanto así que movió los reflectores hacia la chica que acababa de entrar.
En ese momento, la mujer comenzó a caminar hasta el centro del salón y mientras lo hacía se dijo: "¡Espero no estar cometiendo un error! Si él es inocente, entonces lo lamentaré". Ella caminó en dirección a Tamara, quien la miraba con envidia y recelo. No obstante, la dama no se inmutó y le dedicó unas palabras a la futura prometida: "¿Me permitiría un baile con el caballero?".
Tamara por poco se va de espalda al escucharla. ¿Cómo es que aquella desconocida se atrevió a pedirle un baile con Enrique? Pero resulta ser que Tamara no influye en la vida de Larios, por lo tanto, Enrique le soltó la mano y le dijo: "¡Es solo un baile! No seas descortés. Además, no sabemos quién está debajo del antifaz y no podemos darnos el lujo de hacerle un desplante a nadie".
La verdad es que eso no le interesaba a Enrique, ya que él controla gran parte de la ciudad. Se puede decir que es casi tan poderoso como el mismo Duarte. De ahí, nadie más puede igualarlo.
Dejando a un lado a Tamara, el CEO sujetó la mano de la joven y comenzaron a bailar. Enrique sentía curiosidad por la hermosa dama, y le pareció que ya había visto esos ojos en algún lado, no obstante, no recuerda dónde. Mientras tanto, Mónica mantenía la mirada puesta en los labios del joven.
"¡Señorita, siento que la he visto en algún lugar!", le dijo Enrique con seguridad. A lo que la joven respondió al instante: "¡El mundo es muy pequeño, y si estoy aquí es porque tengo una invitación!"
Esa tarde, Mónica decidió no hacer nada, pero sintió que no era feliz y que su malestar se debía a la decisión que tomó su jefe, el padre de su hija. Por alguna razón, recordó el placer que había sentido al estar con Enrique, y se lo imaginó desnudo sobre ella. Eso era algo que no podía comentar con nadie, o tal vez sí.
Resulta que al sentirse excitada, llamó a Raúl, y antes de decirle el motivo de la llamada, lo hizo prometer que no diría nada; de lo contrario, le diría a Enrique sobre la preferencia sexual de Raúl. Ante la advertencia, Raúl prometió que no diría nada, y fue cuando ella le preguntó sobre cómo podía hacer para quitarse ese deseo carnal que sentía. Ella creyó que Raúl le recetaría algún menjurje o alguna hierba que pudiera hacer en té.
Pero el hombre le dijo que era mejor quitarse las ganas, y que cuando estuviera frente al afortunado, que disfrazara lo que sentía, para que no pareciera tan urgida. "¿Disfrazar lo que siento?", preguntó mirando el vestido, y fue cuando se le ocurrió una de esas ideas locas que sola fluyen en su mente.
En el centro del salón, Enrique levantó la mano para poder girarla y en ese momento el vestido hizo su magia. Apareció que mágicamente había desprendido una ala de mariposa y para hacerlo más espectacular, Mónica elevó la otra mano. Era imposible no admirar a la mujer, y de inmediato comenzaron a especular sobre su identidad.
"¿Quién es ella?", preguntó Teresa, al notar un pequeño brillo en la mirada de su hijo.
"No sé quién sea, pero se está robando la atención. Debería ser Tamara quien brille junto a Enrique", contestó Maryurí con disgusto mientras miraba a su hija a un lado.
Lo cierto es que Mónica parecía una mariposa dando vueltas en el salón. En ese instante, los aplausos se hicieron sentir. Mientras tanto, Enrique sentía su corazón palpitar a mil por hora. El perfume que usaba Mónica era el mismo que utilizaba esa noche.
"¡Hueles igual a mi mariposa!", aseguró Enrique al verla extender lo que parecían alas. Recordó que esa noche, un rayo de luz entraba atravesando la ventana y pudo ver que los ojos de Mari eran verdes, al igual que los de esta chica.
Antes de que el baile finalizara, Mónica hizo algo realmente loco: se atrevió a besar a Enrique frente a todos, en plena noche de su compromiso. ¿Será que quería fastidiar a Tamara y a Enrique o de verdad su corazón le exigía que no dejara que el compromiso se diera?
Lo cierto es que cuando Enrique probó los labios de la mujer, quedó estupefacto y pensó: "¿Es ella? Realmente es la mariposa".
Por otro lado, Tamara se quedó tan sorprendida que no se podía mover. Por lo general, Enrique le restregaba sus amoríos, pero nunca físicamente. Mónica se apartó de Enrique y salió apresurada. "¿Mónica, qué has hecho?", se preguntó mientras llegaba a la salida.
"Esto es un sueño", se dijo Enrique al verla alejarse. Por segundos no supo cómo reaccionar y de pronto... ¡Zas! Sintió la cachetada que le dejó caer Tamara, volviéndolo en sí.
"¡Enrique, lo arruinaste todo!", exclamó Tamara entre lágrimas. "¿Cómo pudiste? ¡Yo te amo, y lo sabes!" Tamara lo empujaba por la rabia, sin embargo, Enrique solo pudo decir: "¡Mari!" antes de salir corriendo tras ella. Pensó que iría lejos y que quizás no la volvería a ver.
Pero no fue así. Al salir a la carretera, Enrique la vio girar en la esquina, que por cierto, era por donde John había estacionado su auto.
A pasos agigantados se apresuró y al doblar en la esquina, ella apareció frente a él.
- "¡Sabía que vendrías!" - Dijo ella, fingiendo el tono de voz.
¿Quién eres? Preguntó Enrique, confundido, no sabía por qué lo estaba esperando.
¿Quién quieres que sea? Mónica le respondió con otra pregunta, y jamás pensó que diría lo siguiente.
¡Si quieres, puedo ser tu amante por una noche! ¡Quizás pueda ser tu demonio! ¿Qué te parece si me convierto en tu mariposa?!