Alejandra quien a sus 5 años fue alejada de su padre por el echo de ser la hija de una empleada y nacida fuera del matrimonio. La quiso proteger de la humillación y del maltrato, la llevó a vivir a Colombia con su familia materna. La cuido y velo por ella desde la distancia sabiendo que era la hija de su gran amor. Después de 20 años creció como una hermosa mujer, educada y valiente. Una hermosa joya... quien será la presa de un delicioso hombre que la absorberá y amará hasta que sus vidas se apaguen.
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La espera terminará.
El sonido del cuero golpeando se mezcla con el eco de la respiración agitada de Callahan. Está sin camisa, los nudillos rojos, sudor deslizándose por sus hombros tensos. El saco de boxeo rebota con cada embestida, como si quisiera devolverle los golpes pero no pudiera.
Hace horas que no duerme. En realidad, hace días. Pero hoy… hoy es distinto.
Hoy es el día.
Cinco malditos días. Cinco días en los que ha contenido esa necesidad voraz de ir por ella. De tenerla al frente. De hacerla hablar. De oler su perfume y leer en sus ojos si lo odia, si lo desea, si lo recuerda.
Golpe. Golpe. Golpe.
Su mandíbula está tensa, la mirada afilada.
La puerta del gimnasio se abre sin permiso. Callahan no se gira. Ya sabe quién es.
Miles. Vestido con su discreto traje oscuro, sin corbata, los pasos silenciosos. En sus manos, una botella de agua fría y una toalla blanca perfectamente doblada.
Callahan se detiene. Apoya la frente en el saco. Respira hondo. Luego se da la vuelta, sin disimular su agotamiento.
Toma el agua, le da un trago. Le arrebata la toalla.
— Habla. — Es lo primero que sale de su boca. Miles no se inmuta. Está acostumbrado a la manera ruda en que su jefe exige todo. Pero no por eso deja de cuidarlo como un hijo. Como el único que realmente importa en esa jodida casa.
— Están todos listos. El equipo de seguridad salió hace una hora. El chofer ya está en camino. Y… — Pausa. — Smith llamó otra vez anoche. Callahan lo mira. Fijo.
— ¿Y?
— Sigue insistiendo en hablar contigo antes del encuentro. Pero le dije que hoy no vas a atender a nadie. — Breve pausa. — Ni siquiera a él. — Callahan asiente una sola vez. Se seca el sudor del rostro con la toalla, camina hacia una de las ventanas del gimnasio, donde la ciudad comienza a despertar.
— ¿La tienen vigilada?
— Siempre. Pero sin invadirla. Como pediste. Nadie se ha acercado. Nadie la ha tocado. Ni siquiera ella sabe. — El silencio se hace espeso por unos segundos. Callahan aprieta la mandíbula y la suelta lentamente.
— Cinco días, Miles.
— Lo sé.
— Hoy no me importa nada. Ni las reglas. Ni el puto contrato. Ni su apellido. — Mira a Miles, con una frialdad asesina. — Si su padre aparece hoy a joder, lo entierro antes del almuerzo. — Miles ni parpadea. Sólo baja la mirada y asiente.
— Entendido. — Callahan toma su celular. Mira la hora. Aún falta. Pero no se moverá hasta que el reloj lo marque.
Hoy va a verla. Hoy va a saber si lo que lo desvela todas las noches tiene nombre, tiene voz, tiene rostro.
Y si la respuesta es sí...
Entonces el infierno está a punto de desatarse.
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En Medellín...
— No puedo creer que esté haciendo esto. — Murmuró Alejandra, ajustándose la chaqueta mientras miraba el pasaporte entre sus manos.
— Todavía estamos a tiempo de echar para atrás — Susurró Camila, bajando la voz mientras caminaba a su lado. — Nos metimos en esto porque tú querías respuestas… pero si no estás segura, vámonos.
— No, ya no. Si me devuelvo ahora, no voy a tener paz. Necesito mirarlo a la cara… aunque sea una sola vez. — Respondió Alejandra, tragando saliva. Sus ojos barrían el aeropuerto, buscando la puerta de embarque.
Pero antes de que pudieran avanzar más, tres hombres de traje oscuro se interpusieron en su camino.
— Señorita Alejandra. — Dijo uno de ellos con tono firme. — Su padre ha hecho arreglos. El jet privado está listo para despegar. Las estamos esperando. Por aquí, por favor. — Alejandra se congeló.
— ¿Qué? ¡No! Nosotros tenemos nuestro vuelo. — Respondió, dando un paso hacia atrás. Camila se puso delante de ella instintivamente.
— ¿Quiénes son ustedes? ¿Dónde está la policía del aeropuerto?
— No hay necesidad de alarmarse. Esto es solo un cambio de planes por seguridad. — Intervino otro de los hombres, acercándose. — Nadie quiere que algo le pase. El señor Smith insistió en que llegaran a salvo.
— ¿Por qué a salvo? ¿Qué demonios está pasando? — Espetó Alejandra, nerviosa, pero con la voz firme. Los hombres ya estaban rodeándolas.
— No tenemos tiempo para discutir. El jet debe despegar en quince minutos. Señorita Camila puede acompañarla, si esa fue la condición. Todo está preparado.
— ¿Y si me niego? — Soltó Alejandra, mirando con rabia contenida.
— Entonces nos vemos obligados a escoltarla igual. No queremos eso, ¿Verdad? — Camila agarró su mano con fuerza.
— Ale… estamos juntas. Vamos. Esto se está poniendo feo aquí, y no quiero que esto termine peor… — Alejandra respiró hondo. Sintió una mezcla de rabia, miedo y traición. Pero también… una necesidad brutal de terminar con esa angustia que la acompañaba desde que aceptó este viaje.
— Está bien. — Dijo finalmente, con la voz tensa. — Pero si esto es otra jugada sucia de ese hombre, se va a arrepentir. Vámonos, Camila. — Las escoltaron en silencio, rodeadas. Al salir por una puerta lateral, el jet estaba encendido, listo. El rugido de los motores no era nada comparado con el estruendo que Alejandra sentía en el pecho.
Mientras subían las escaleras, Camila le susurró:
— Sea lo que sea lo que te espera allá… yo estoy contigo, ¿Sí? — Alejandra no respondió. Apretó más su mano, y entró al jet sin mirar atrás.
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EEUU
— Tenemos un problema. — Callahan alzó la mirada sin levantar la cabeza por completo. Estaba revisando unos documentos cuando Miles entró sin tocar.
— No entras así si no es grave. — Gruñó. — Suelta.
— Interceptaron a Alejandra en el aeropuerto. Gente de su padre. Estaban listas para tomar el vuelo comercial, pero la sacaron por la fuerza. Se la llevaron en un jet privado. — Callahan cerró la carpeta con fuerza y se quedó en silencio unos segundos. No preguntó más. Solo lo miró.
— ¿La tocaron?
— No lo sabemos. Pero Camila también iba con ella. Están juntas. La sacaron como si fueran rehenes. — Callahan se levantó de la silla. No dijo nada al principio. Caminó hasta la ventana, se apoyó con las manos en el marco y luego giró, frío.
— Ese viejo hijo de puta cree que me va a pasar por encima. Que puede mover a Alejandra como una ficha más. — Miles solo lo observaba. No se atrevía a decir nada. — Le voy a enseñar que no se juega así conmigo. ¿Ya sabes dónde van a aterrizar?
— Estoy en eso. El plan de vuelo es privado, pero hay formas.
— Muévete. No me importa si tienes que hackear medio sistema de aviación o pagarle a un piloto. Necesito saber dónde bajan. Y vamos a llegar antes que él. ¿Quedó claro?
— Sí, jefe.
— Y otra cosa. — Callahan se acercó. — Que nadie la toque. Que nadie le mienta. Quiero hablar con ella yo. Antes de que ese cabrón le llene la cabeza con sus cuentos.
— ¿Quieres que la traigan?
— No. Quiero estar ahí cuando aterrice. Quiero que sepa quién la está protegiendo… y quién la está usando. — Miles asintió, listo para salir.
— Ah, y Miles… — Callahan lo detuvo antes de que cruzara la puerta. — Si ese viejo la vuelve a tocar sin mi permiso… le entierro el puto jet con él adentro.
los capítulos son muy cortos y solo uno por día 😭😭