Christian Moltanba es el principal sospechoso de cometer tres asesinatos, por esta causa, es llevado a la pena de muerte. El muere sin conocer a su hijo, Mathias, el cuál también es hijo de Ana Lucia, una joven abogada que luchó hasta el último momento junto a Christian, pero la muerte del joven la deja a ella en peligro, y se ve obligada a casarse con el más longevo de la familia Montalbán. El señor William. quién después de la muerte de Christian, reaparece luciendo mucho más joven.
lo cierto es que el deceso de Christian no quedará impune, pues Moltanba regresará del mismo infierno para hacer pagar a todos sus enemigos y así poder demostrar que es inocente.
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lo soñé todo.
—¡El mundo es así de cruel! Richard, yo estuve a punto de tener el mismo destino, pero alguien me salvó a mí y a Mathias. Hoy sería historia si no me hubiera protegido. Al mencionar estas palabras, extendió la mano y le mostró el anillo de bodas.
—¡Ana, ¿qué has hecho? Richard se inmutó, no fue capaz de moverse ni siquiera un poco.
Richard, mi hijo y yo fuimos atacados en un callejón; y soy consciente de que fue por haber llevado el caso de Christian.
—Ana, te lo dije, te advertí lo que ese caso conllevaba, pero tú eres terca y testaruda. Yo te amo, Ana, yo te hubiera protegido. La cabeza del detective estaba hecha un desastre y se negaba a creer que ha perdido a su amada.
—¡Richard, lo siento mucho! Lo hice por mi hijo, además, me casé con su abuelo, él es poderoso y puede protegernos.
—¡Ana, no me digas más! Vete de aquí. Los ojos del joven se enrojecieron y las lágrimas amenazaron con salir.
—Richard, por favor, perdóname, no tengo cómo pagarte este daño. Ana era consciente del sufrimiento del joven, pero sinceramente ella nunca le vio futuro a esa relación; terminaría tarde o temprano. Sin más, Ana recogió su cartera y salió del lugar, caminó despacio, se tomó su tiempo hasta llegar de nuevo al auto.
¿Todo está bien, señora? Preguntó Olivier, pues percibió algo de nostalgia en el rostro de su jefa.
La joven asintió y no dijo ni una palabra, solamente se sentó en silencio.
La actitud de Richard no fue la esperada; más las imágenes de los vídeos, realmente, estaba en shock.
El estado de shock emocional es una respuesta psicológica a un evento traumático o aterrador. También se le conoce como choque psicológico, choque mental, o reacción de estrés agudo. Una persona puede quedarse en conmoción, luego de sufrir una gran impresión; y así mismo estaba Samir frente al consorcio. Al parecer él también estaba sacudido por algo.
—¡Yo lo vi! Grito fuertemente y con furia. Luego dio una vuelta de 360 grados y solamente podía ver a los transeúntes a su alrededor.
—¡Juro por un Dios que era Christian! No estoy loco, yo lo vi. Él desahogó la rabia con su hombre de confianza.
—¡Señor, pero no hay nadie! Su primo está a tres metros bajo tierra. El hombre no vio nada más que transeúntes en su día a día.
¿Crees que estoy loco? el joven perdió los estribos por un momento, lo que provocó que sujetara al guardaespaldas de la camisa y lo sacudió con fuerza. Pero al caer en cuenta de su paranoia tuvo que controlarse..
—Olvídalo, debió ser producto de mi imaginación. A pesar de decir eso, Samir lo buscaba con la mirada; estaba seguro de haber visto a su primo.
Mientras estaba en las instalaciones de arriba del edificio, William se alejó del ventanal y caminó con los brazos en su espalda.
Ese bobalicón está ahí perdiendo el tiempo mientras aquí tiene mucho trabajo. El viejo llegó a su silla y, una vez que tomó asiento, le preguntó a su secretaria.
—¿Sabes si la madre de ese parásito hace bien su trabajo?
—¡La señora se encierra en la oficina y solamente su secretaria puede pasar a verla! Carla es la única que puede responder su pregunta.
—Mmm…. El viejo agachó la mirada y golpeó sus uñas sobre el vidrio.
—¡No hablaré con ella, pero hazme un favor, consígueme la clave de acceso de Carla! Entraré a la base de datos de la señora Martha. Hazlo con mucho cuidado, no levantes sospechas.
El señor William despachó a su secretaria y continuó buscando algo en su computadora.
Minutos más tarde, cuando Ana Lucía entró a su oficina, se encontró de frente con el ramo de flores que había recibido el día anterior.
—¡Esas flores! Pensó en lo que se acercaba a ellas. Richard no sabe que trabajo aquí, no son de él y no le pregunté al señor William. En ese instante, Ana se inclinó y sintió el aroma de uno de los claveles.
—Ese olor me tranquiliza— Resulta que al voltear se encontró con otro ramo de flores.
¡No lo puedo creer! A este paso, esta oficina parecerá una floristería. Se dijo mientras tomaba asiento. Fue hasta entonces que recordó que el aroma de las flores no pertenece a las mismas.
—Esa fragancia es la de Christian….— La joven levantó la cabeza con incredulidad. Christian, está muy presente en todos lados, pero ¿por qué? ¿Por qué puede sentir su presencia?
Ana se llenó de dudas, y es que el señalado como asesino se siente en cada rincón. parece como si todo hubiera sido tocado por él.
Esa tarde, cuando Mathias regresó del zoológico, no se quedó con la duda, fingió estar estudiando y, cuando todos se distrajeron, salió a hurtadillas y logró entrar en aquella habitación.
—¿Quién eres? Se preguntó al mismo tiempo que se cubrió la boca para no hacer ruido y no despertar a la señora que parecía dormir. Sin embargo, Margarita abrió los ojos y con dificultad mencionó un nombre.
—¿Christian? Hijo, ¡ven acá! Ella estiró la mano e invitaba al chico a acercarse.
—¿Es conmigo? El pequeño se llevó el dedo al pecho, dudaba que hablara con él.
—¡Christian, sabía que esto era un mal sueño! Nada fue cierto, mira, no ha transcurrido el tiempo, todavía vinimos con tu papi Leónidas, no existe Marta, no existe Samir, lo soñe todo. Por lo visto, Margarita pensó que ese niño era Christian.
—Señora, usted se equivoca, mi nombre es Mathias.
No es cierto, eso es mentira, eres mi Chris. Margarita intentó sentarse, pero en ese momento alguien entró y corrió al lado de la señora. Luego le susurró algo al oído. Lo que dijo el hombre, tranquilizó a Margarita, luego mostró una singular mirada.
¿Te llamas Mathias? Es un nombre hermoso. Margarita parece haber vuelto en sí, era como si ese niño tuviera una mágica medicina. O quizás despertó de su estado de somnolencia.
—¡Señora Margarita, deja que el niño se vaya, nadie puede saber que estás aquí! Olivier habló con sutileza, pero al mismo tiempo, intentó que el niño captara el mensaje.