"El Misterio del Bosque Encantado" es una emocionante novela de aventuras que sigue a Lucas, un joven aventurero que, desafiando las advertencias de su pueblo, explora un bosque misterioso lleno de secretos. Tras encontrar una puerta oculta y enfrentarse a una criatura mítica, Lucas descubre que su destino está ligado a una espada ancestral y a un portal que lo transporta a un mundo desconocido. Allí, es recibido por un grupo de guerreros que lo guiarán en una nueva misión, mucho más peligrosa de lo que jamás imaginó. Esta es la historia de un viaje lleno de valor, misterio y descubrimientos.
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El Eco del Pasado
Después de salir de Aranor, el ambiente en el camino era tan silencioso que casi podían escuchar sus propios pensamientos. Los tres habían cruzado una barrera interna y sentido el poder de la sombra como una fuerza aliada, pero también entendían que eso era solo el principio. Los aldeanos de Aranor les habían enseñado que el equilibrio es frágil y que el poder de la oscuridad podía convertirse en un aliado, siempre y cuando permanecieran vigilantes de sus propias intenciones.
El viaje los llevó hacia las montañas de Cailhen, una región inhóspita que se extendía hacia el este, conocida por sus riscos afilados y valles profundos donde se decía que vivían criaturas de origen oscuro. En ese lugar, según los rumores, se encontraba uno de los últimos templos de los antiguos maestros del equilibrio, un santuario que albergaba secretos milenarios sobre la armonía entre la luz y la sombra.
La caminata era ardua y peligrosa. La pendiente de las montañas les exigía fuerza y habilidad, mientras el viento helado les cortaba la piel. Sin embargo, ninguno de ellos se quejaba; cada paso los acercaba más a su objetivo. Al anochecer, se detuvieron para descansar, resguardándose en una cueva natural en la ladera de la montaña. Encendieron una pequeña fogata para calentarse y recuperarse.
Mientras el fuego crepitaba, Lucas miraba las llamas absorto en sus pensamientos. Recordaba sus primeras lecciones sobre el equilibrio, cuando apenas había entendido lo complejo que era mantenerlo. Ahora, con la responsabilidad de expandir esta sabiduría, sentía un peso más profundo, y una duda que no se atrevía a expresar.
—¿En qué piensas, Lucas? —preguntó Mara, percibiendo su preocupación.
Lucas suspiró, sabiendo que no podía esconderse de sus compañeros.
—Estaba pensando en el equilibrio. Parece tan claro en teoría, pero en la práctica… A veces siento que un paso en falso podría destruir todo por lo que estamos trabajando.
Torak, siempre directo, respondió con firmeza.
—Eso es porque el equilibrio nunca es estático. Cambia constantemente, y nuestra tarea no es solo enseñarlo, sino adaptarnos a cada situación. Por eso necesitamos aliados, como los de Aranor. Ellos aportan una perspectiva que nosotros nunca hubiéramos descubierto por nuestra cuenta.
Las palabras de Torak resonaron en Lucas, calmándolo un poco. Comprendía que esta misión no podía ser llevada solo por él, ni por ninguno de ellos en solitario. Necesitaban la sabiduría de otros, el conocimiento que solo podía surgir de distintas experiencias y caminos.
Al amanecer, retomaron la marcha. Después de una agotadora jornada de ascenso, finalmente llegaron a un estrecho sendero que bordeaba un acantilado, y al final de este, entre las sombras de la roca, descubrieron una entrada apenas visible. Parecía ser una grieta común en la montaña, pero al acercarse, pudieron ver símbolos antiguos tallados en la piedra, signos de que estaban en el lugar correcto.
Con cuidado, se adentraron en el estrecho pasaje, avanzando en la penumbra hasta que la entrada desapareció detrás de ellos y la oscuridad los envolvió por completo. El aire estaba cargado de un aroma a tierra antigua y a misterio. Mientras caminaban, una débil luz comenzó a aparecer en la distancia, revelando un vasto salón tallado en la roca.
Frente a ellos, había una estatua imponente de un guerrero con dos espadas cruzadas, una en cada mano, y una expresión en el rostro que reflejaba una paz inquietante. A los pies de la estatua, un altar de piedra con grabados arcanos parecía pulsar con una energía que los atraía y repelía al mismo tiempo.
—Este debe ser el santuario de los maestros del equilibrio —susurró Mara con asombro.
Lucas asintió, incapaz de apartar la vista del altar. Se acercó lentamente, y al hacerlo, comenzó a sentir una especie de susurro en su mente, una voz que parecía provenir de la misma estatua. La voz era calmada y profunda, como el eco de una sabiduría antigua.
—Guardianos del Equilibrio… bienvenidos —dijo la voz, resonando en sus mentes—. Sabemos por qué han venido. Cada uno de ustedes carga con una misión, pero también con una sombra que los persigue.
La sorpresa fue generalizada. Ninguno de ellos había hablado sobre los temores y dudas personales que llevaban, y sin embargo, el espíritu de este santuario parecía conocerlos.
—Lucas, el líder que teme fracasar… Mara, la sanadora que teme olvidar la luz en su camino hacia la oscuridad… y Torak, el guerrero que lucha con la furia que lleva en su interior —continuó la voz—. Cada uno de ustedes es un fragmento de este equilibrio, pero si desean que su misión prospere, deberán enfrentar sus propios miedos aquí y ahora.
Las palabras resonaron como una orden, y al instante, el ambiente cambió. La luz se desvaneció, sumiéndolos en la oscuridad. Lucas, Mara y Torak se encontraron en completo silencio, separados entre ellos. Sentían que el santuario les imponía una prueba individual, en la que cada uno debía enfrentar sus propios demonios.
Lucas se encontró solo en una habitación donde el eco de sus propios pasos era lo único que lo acompañaba. Frente a él apareció una figura idéntica a la suya, pero con ojos oscuros y expresión severa. Este reflejo le habló, recordándole cada duda y cada error, mostrándole los momentos en los que había fallado en mantener el equilibrio. Pero Lucas, respirando profundo, aceptó sus palabras en silencio, comprendiendo que cada fallo también había sido un aprendizaje. En ese momento, el reflejo desapareció, dejando solo paz en su lugar.
Mara, por su parte, sintió una presencia rodeándola, susurrándole todas las razones por las que la oscuridad podía corromper, todas las veces en las que había dudado de sus propias intenciones. Pero ella sabía que esa duda era parte de ser humana. Recordando las enseñanzas de Aranor, se ancló en su convicción de que la oscuridad no tenía que ser temida, sino abrazada. La presencia se desvaneció, dejando una nueva claridad en su mente.
Torak, en su propia prueba, se enfrentó a una versión de sí mismo dominada por la ira, una furia incontrolable que le recordaba todos los momentos en los que había dejado que su temperamento guiara sus acciones. Sin embargo, en esta ocasión, no trató de combatir esa ira. Al contrario, reconoció que formaba parte de su ser y que también le había dado la fuerza para proteger a sus seres queridos. Al aceptar su furia, la figura se disolvió, dejándole una sensación de equilibrio interno que nunca antes había experimentado.
Finalmente, la oscuridad comenzó a disiparse, y los tres amigos se encontraron nuevamente en el centro del santuario, frente a la estatua. El altar brillaba ahora con una luz suave y cálida, como si aprobara la paz que cada uno había encontrado.
La voz resonó de nuevo, esta vez con un tono solemne.
—Han superado la prueba y han comprendido el verdadero equilibrio. No es algo que se mantenga una vez y para siempre, sino una lucha continua, un recordatorio constante de que tanto la luz como la oscuridad son necesarias. Lleven esta enseñanza a todos aquellos que encuentren en su camino. Ustedes son ahora Guardianes del Equilibrio en su sentido más completo.
En ese momento, la luz del altar envolvió a cada uno de ellos, como si les otorgara una bendición. Al salir del santuario, sintieron una paz interior que nunca antes habían experimentado, una claridad que trascendía cualquier duda o temor.
Mientras se alejaban del santuario y volvían al sendero de la montaña, Lucas, Mara y Torak sabían que habían alcanzado un nuevo nivel de entendimiento. Estaban listos para enfrentar los desafíos que vinieran, confiando en la red de guardianes que empezaban a formar y en la fortaleza que habían descubierto en su interior.
Con cada paso que daban, sentían que el pasado quedaba atrás, y que el futuro, aunque incierto, estaba ahora impregnado de propósito.