Un Rey de Hielo, el más temido , frío y sin corazón busca a una Reina perfecta.
Una joven Audaz, fuerte, libre, envuelta en su mundo desea escapar..
¿ Qué pasará si sus caminos se unen ?
⚠️🔞❗️ Escenas explícitas, vocabulario, maltrato emocional
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Lealtad a ti
Al caer la tarde, Orión quedo hablando con el duque quien le preguntó algo más antes de que se vaya.
Serena furiosa tomo su espada necesitaba sacar todo.
El aire olía a hierro y sudor; las antorchas parpadeaban, lanzando sombras largas sobre el suelo de piedra.
Serena dejó caer la capa a un lado con un gesto brusco. Sus pasos resonaron firmes hasta detenerse frente a un hombre alto, de hombros anchos y cabello recogido en un nudo bajo. Era Leo, su compañero de armas desde hacía años.
Leo, alzó una ceja al verla con esa expresión que rara vez mostraba: ira contenida.
—Eso no es una buena cara.. —comentó con sorna, cruzándose de brazos.
Serena no contestó. Tomó una lanza de entrenamiento, girándola entre sus dedos para calentar las muñecas.
—Vamos a luchar. —Su voz era seca, cortante—. O le partiré la cara a otro.
Leo soltó una carcajada incrédula.
—Vaya… alguien sí logró fastidiarte. —Desenvainó la espada de madera—. Como quieras, pero no llores cuando te derribe.
—Sueña —replicó Serena, colocándose en guardia.
El choque de la lanza contra la espada resonó con un clac seco.
– Gracias Majestad… Mañana lo esperamos.
Orio escucho los golpes, volteando a ver el entrenamiento de Serena.
– ¿Desde cuándo entrena? - preguntó con el ceño fruncido, sus ojos eran tapidos siguiendo sus pasos sus movimientos 《 Extraordinaria Forma… Su padre sí que la pulió con todo su sabiduría 》
– Desde los cinco, mi hermano le enseñó todo, no pude negarme a eso cuando la adopte
– Hizo bien..
Serena atacó con movimientos rápidos, furiosos, como si cada golpe buscara arrancarle de encima el peso que sentía. Leo retrocedió un paso, sorprendido.
—¿Vas a matarme o a entrenar? —bromeó, bloqueando un golpe directo al hombro.
—No estaría mal matarte un poco —escupió ella entre dientes, girando sobre sí misma y lanzando otra estocada.
Leo sonrió, empezando a disfrutar la pelea.
—Vaya humor el tuyo… ¿Quieres decirme por qué llegaste así o prefieres intentar arrancarme la cabeza primero?
Serena gruñó, esquivando un contraataque. Sus ojos brillaban de furia.
—Voy a casarme con el Rey.
Leo casi pierde el equilibrio por la sorpresa.
—…¿Qué? —Su voz sonó incrédula, y por un instante bajó la guardia.
Serena aprovechó y lo empujó con el asta de la lanza, haciéndolo trastabillar.
—¡Nunca bajes la guardia! —le espetó—. Sí. Me caso con ese malcriado.
Leo retrocedió un paso, bajando la espada de madera pero sin apartar la mirada de ella.
— Que suerte la tuya Serena..
—Ch. No tuve de otra —El filo de la lanza bajó lentamente mientras Serena lo miraba con los ojos fríos—. Si no aceptaba… ellos habrían muerto. Mi tío. Mis primas. No le daré ese gusto.
El general, que observaba a la distancia con los brazos cruzados, se adelantó lentamente.
—Así que los rumores son ciertos —dijo con su voz grave y profunda—. La soldado Frely será reina.
Serena lo miró de reojo.
—No lo llames así General. No es más que otro campo de batalla. Solo cambian las armas.
El arqueó una ceja, como evaluándola. Luego, asintió despacio.
—He visto a muchos doblarse antes de tiempo. Tú… no eres de esas. —Su mirada se endureció, y agregó con solemnidad—. Tendrás mi lealtad. No a la corona, sino a ti. A lo que representas.
Leo chasqueó la lengua, aún incrédulo, pero su expresión se suavizó.
—No me gusta ese mimado… pero si tú lo enfrentas, no te dejaré sola. —Se acercó un paso, apoyando la espada de madera en su hombro—. Reina o soldado, sigues siendo nuestra capitana.
Serena los miró a ambos, con un destello de algo que casi parecía gratitud, aunque no lo expresó.
—Entonces no me defrauden. —Giró de nuevo la lanza entre sus dedos—. Aún tengo que aguantar una semana sin matar al futuro marido. No será fácil. Mejor presté porque en la competencia fría Serena peor.
Leo soltó una carcajada y volvió a ponerse en guardia.
—Pues será mejor que sigas entrenando. No querrás que te derrote en la boda.
Serena sonrió apenas, esa sonrisa fina, cortante.
—Inténtalo.
El choque de armas volvió a resonar en el patio mientras la noche caía sobre ellos, y por un instante, Serena dejó que la rabia se liberara en cada golpe.
A lo lejos, desde el balcón del castillo, Orión observaba la escena. Su mirada seguía los movimientos de Serena con un interés frío, la misma chispa que había encendido en el salón. Sonrió levemente.
—Una reina que sabe blandir un arma… —murmuró para sí—. Interesante.
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